Cenizas de un amor roto

Cuando me dijeron que había dos riñones disponibles y que tanto Lotus Colonna como yo podíamos recibir el trasplante, me emocioné tanto que no pude contener las lágrimas de alegría.

Después de esperar tres larguísimos años, mi boda con Everett Beasley se había pospuesto una y otra vez, pero, sin el peso de la operación encima, por fin podía casarme con él.

Mientras me dejaba llevar por la emoción, de pronto, Lotus se arrodilló frente a mí.

—Ay, hermanita, he estado enferma durante tantos años... solo quiero saber lo que se siente ser normal. ¿Me podrías dar los dos riñones?

Me quedé callada, no podía creer que Lotus dijera algo así. Pero, antes de que lograra reaccionar, me agarró del pantalón, susurró, casi rogando:

—Hermana, yo llevo mucho más tiempo esperando esto, diez años más. Yo también quiero vivir como alguien normal. Por favor, dame los dos riñones. Tú puedes esperar un poco más. Tu esposo seguramente conseguirá un dador para ti.

Lotus siempre había sido una mandona, usaba su enfermedad para competir conmigo por todo, pero jamás pensé que también quisiera quedarse con mi riñón.

Le quité la mano y respondí firme, sin dudarlo:

—Los riñones son uno para cada una. Aunque quieras los dos, en el hospital no van a permitir algo por el estilo. Además, yo tampoco pienso regalarte mi oportunidad de vivir. Después de esperar tanto, quiero operarme y casarme con Everett. Y, sin ir más lejos, ¿quién sabe si tendré esta oportunidad otra vez? Lotus, con uno es más que suficiente.

Sin embargo, justo en ese momento, alguien entró corriendo, levantó a Lotus del suelo con cuidado, y me reclamó sin pensarlo:

—Serena, ¿cómo pudiste dejar a Loti tirada? Ella está muy enferma, ¿la quieres matar?

Miré a Everett, que protegía a Lotus, y sentí un sabor amargo en la boca.

¿Desde cuándo esos dos eran tan cercanos?

Lotus, con los ojos llenos de lágrimas, se dejó caer en los brazos de Everett, como si no le quedaran fuerzas:

—Everett, no la culpes... ella solo... no quiere darme el riñón que le corresponde a ella. Déjame morir. Si no puedo vivir una vida normal, mejor me muero de una vez.

Mi mamá acababa de entrar y, al oír eso, no lo pensó ni un segundo. Me dio una cachetada y me gritó:

—¡¿Cómo pude parir a una hija tan malagradecida?! ¡¿Vas a dejar que tu hermanita se muera?! Desde niña has sido sumamente mala con Lotus, y ahora que consiguieron los riñones, no quieres ayudarla. No creas que no me doy cuenta de lo egoísta que eres.

Everett vio cómo me golpeaban, se preocupó y quiso acercarse, pero Lotus lo frenó, comenzando a llorar cada vez más fuerte.

—Mamá, cuando me muera, cuida mucho a papá. Ustedes han hecho mucho por mí todo este tiempo, perdónenme por no poder seguir a su lado. Everett, gracias por conseguir los riñones. No los merezco. Te lo devolveré en otra vida…

Lotus estaba armando un espectáculo con eso de morirse, mientras mi madre, desesperada, la abrazaba con toda la angustia del mundo.