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Capítulo 3

Author: Lola
Rafael apretó la boca, mirando cómo se alejaba mientras arrugaba el entrecejo. Sin saber por qué, se sintió molesto.

No sabía por qué, pero tenía la sensación de que Gabriela Morales era diferente a como solía ser.

Celeste lo estudió con la mirada, mordiéndose el labio antes de hablar con cautela:

—Rafael, ¿Gabriela estaba molesta? ¿Porque dijo eso? De verdad no fue mi intención que los medios malinterpretaran las cosas.

Rafael frunció apenas el ceño y entrecerró sus ojos alargados, afilados como los de un halcón.

¿Acaso Gabriela había hecho eso por despecho?

—No es tu culpa. No le hagas caso.

La voz de Rafael sonó fría, su expresión indiferente.

Como su esposa, ni siquiera quería asistir a la presentación de su hijo, y por capricho había permitido que Celeste fuera en su lugar. Así que debía asumir las consecuencias.

Mientras tanto, Celeste esbozó una sonrisa, con un dejo de cálculo en la mirada.

La situación entre Rafael y Celeste pronto se extendió por todas las redes sociales, convirtiéndose en el tema de conversación del día.

Aunque Rafael logró eliminar rápidamente las publicaciones más comprometedoras, el daño ya estaba hecho.

Como era de esperarse, Sofía también lo había visto.

—Bueno... ¿ya lo decidiste? ¿De verdad vas a dejarlo todo para irte a San Vicente? —Sofía apartó la mirada de las redes sociales y alzó una ceja—. ¿Me encargo de eliminar todo tu papeleo y que nadie pueda rastrearte?

Gabriela miró la pantalla, esa foto que habían tomado sin permiso.

Rafael y Celeste sentados en las gradas, sonriéndole a Mateo tras su actuación de violín: la imagen perfecta de una familia feliz.

Pero nadie sabía que había sido ella quien acompañó a su hijo en sus inicios musicales, alentándolo constantemente para que no abandonara esa pasión.

En cambio, todos decían que su hijo había heredado el talento artístico de Celeste.

Justo en ese momento, Celeste dio "me gusta" a la publicación.

También publicó un tweet misterioso: "Me preguntaron si es posible volver con un gran amor del pasado. Mi respuesta: cuando dos personas se aman de verdad, nunca se separaron realmente".

—Sí —respondió Gabriela en voz baja, apartando la mirada—. Emilínalo todo.

En esta ciudad había vivido veinticinco años, aunque la mayoría de esos recuerdos eran dolorosos.

La muerte de sus padres, la caída de la familia Morales, y ese amor que solo le había traído sufrimiento.

Aquí ya no le quedaba nada por lo que quedarse, excepto Sofía y la casa familiar.

***

Probablemente por todo el escándalo en las redes sociales, esa noche Gabriela pidió comida a domicilio en lugar de cocinar.

Antes, Gabriela solía cocinar todos los días pensando en el bienestar de su familia. Pero como ya se iba a marchar y además ellos siempre se quejaban de su comida, esta vez pidió del restaurante que más les gustaba.

Es curioso cómo a veces esforzarse tanto vale menos que simplemente darle gusto al otro. Así es la gente.

Igual que sus sopas caseras, que por más amor que les pusiera, jamás iban a valer tanto como una simple orden del restaurante de Celeste.

Justo entonces, Eduardo, el abuelo de Rafael, llamó especialmente al enterarse del escándalo.

Cuando Rafael colgó el celular, se quedó mirando la comida sobre la mesa con sorpresa.

Gabriela explicó con calma:

—A ti y a Mateo les encanta este restaurante. Hoy anduve muy ocupada, así que aproveché para pedirles de su lugar favorito.

Rafael frunció el ceño.

De pronto recordó las palabras de Eduardo:

—Rafael, lo que importa no es cómo empezaron las cosas, sino cómo han sido realmente. Sabes perfectamente cómo te ha tratado Gabriela. Cuando supo de tus problemas estomacales, se la pasaba cocinándote sopas especiales todos los días. Esa chica que fue criada entre mimos y cuidados, terminó con las manos enrojecidas por cocinarte sopas todos los días... En esta vida, Rafa, peor que lamentarse es dejar pasar las oportunidades. Lo que tuviste con los demás ya pasó. Yo lo entiendo. Lo peor que le puede pasar a alguien es amar sin darse cuenta, y cuando se da cuenta ya es muy tarde..."

¿Amar?

Entre él y Gabriela siempre había una relación cordial, pero nada más. Sabía perfectamente que ella hacía todo eso para mantener las apariencias como su esposa. ¿De dónde salía eso del amor?

Pero cuando vio la comida elegante que tenía enfrente, Rafael sintió una irritación que no podía explicar.

¿Ella lo amaba, pero ya ni siquiera quería cocinarle? ¿O todavía estaba molesta por lo de Celeste?

Mateo frunció el ceño. Aunque le encantaba este restaurante, su mamá no era así; siempre cocinaba en casa.

¿Acaso no había cocinado porque todavía estaba enojada?

¿Por qué siempre tenía que ser así? ¡Por cualquier tontería se peleaba con papá y con la tía Celeste! ¿Por qué no podía ser comprensiva como Celeste?

Mateo apretó los labios pero siguió comiendo sin protestar, aunque de mala gana.

Al rato, durante la cena, Rafael comentó sin darle importancia: —Mañana... voy a llevar a Celeste al médico.

Celeste se había lastimado el tobillo hace poco en una presentación, y aunque no era grave, necesitaba que la revisaran.

Qué se siente cuando tu marido te anuncia así de tranquilo que va a acompañar a otra mujer, tal vez otros no lo sepan, pero Gabriela ya lo había vivido tantas veces en estos años que ya ni la sorprendía.

—Está bien.

Gabriela respondió sin más, con calma, y dejó los cubiertos: —Ya terminé. Con permiso, me voy a mi habitación.

Mateo la miró extrañado y le preguntó: —Mamá, ¿no me vas a acompañar a practicar violín?

Su mamá siempre lo acompañaba a practicar, pero esta noche no solo no había cocinado, sino que también parecía haberse olvidado por completo de su práctica de violín.

Gabriela se acordó de los comentarios en las redes y sonrió: —Puedes hacerlo solo. Yo no entiendo nada de violín, aquí solo estorbo.

Antes de que terminara de hablar, Rafael la sujetó con fuerza de la muñeca, su mirada negra y gélida perforándola como una daga.

Apretó los labios, todo frío e impaciente: —¿Ahora qué te pasa? Sabes que lo de hoy en las redes fue puro malentendido. Gabriela, te metiste en esta familia como fuera, ahora tienes que cumplir tu papel de esposa. ¿Te cuesta tanto acompañar a tu hijo a practicar?

Gabriela se encontró con esa mirada fría e intensa, y de pronto sintió ganas de reír.

Durante siete años la había tratado con frialdad, tenía a otra mujer en el corazón, pero aun así le recordaba que debía cumplir su papel de esposa.

Sin embargo, los favoritos siempre se salen con la suya.

Gabriela sonrió y se soltó despacio la mano.

—Creo que soy una esposa bastante buena —dijo Gabriela mirando a Rafael—. No estoy armando ningún drama, ni me molesta lo de las redes. No tengo oído musical, y Mateo no necesita que esté aquí molestando.

Su hijo quería a la tía Celeste, admiraba esa vida tan brillante, y ella estaba dispuesta a dársela.

No les gustaba su comida, preferían el restaurante que recomendaba Celeste, pues también los aceptaría en eso.

Antes solía discutir, no por capricho, sino porque en el fondo no aceptaba perder lo que amaba.

Ahora que decidió ceder, ¿qué tenía de malo?

Después de decir eso, Gabriela se dio vuelta y se fue, dejando a Rafael inmóvil en su lugar.

Encendió un cigarrillo, sus ojos negros profundos e impenetrables. Pero frunció el ceño.

Parecía que realmente ya no se molestaba por lo de Celeste. Pero ¿por qué se le hacía un nudo en el pecho?

Gabriela volvió a su habitación. Ya había empacado todo lo necesario para los próximos días.

Antes de marcharse, solo quería visitar al profesor Augusto por última vez.

Esa noche, Rafael no durmió en la habitación de huéspedes como solía hacer.

Cuando Gabriela salió del baño, solo tenía puesta una toalla.

Bajo la luz suave, tenía la piel suave como seda. Sus ojos habían perdido toda hostilidad y resentimiento; ahora reflejaban una serenidad dulce que suavizaba sus facciones.

Se veía tranquila y serena, muy distinta a como era antes.

Rafael se quedó inmóvil, con la mirada clavada en Gabriela, mientras tragaba saliva.

De repente recordó las palabras de Eduardo: "Lo peor es amar sin darse cuenta..."

¿Él estaba enamorado de Gabriela? ¡Imposible!
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