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Ecos de un Amor
Ecos de un Amor
Author: Jimena

Capítulo 1

Author: Jimena
Mi novio insistió en escalar de noche la montaña nevada para ver la cascada. Ese mismo día, resbalé y caí desde la cima.

Al despertar, descubrí que no solo sufría amnesia, sino que también había perdido una pierna. Incluso mi novio se había convertido en el esposo de mi hermana.

Cuando todos me abandonaron, solo el psicólogo Samuel Vega me guió con paciencia y cuidado.

Cuando me propuso matrimonio con flores y un anillo frente a todo el personal médico, lloré de emoción.

Seis meses después de casarnos, escuché por casualidad a su amigo preguntarle:

—Samuel, parece que la hipnosis de este año ha sido un éxito. Ya ayudaste a Valeria Castillo a obtener lo que quería, ¿para qué dar un paso más y casarte con Sofía Mendoza?

—¿Crees que lo deseaba? Es solo por si recupera la memoria y podría hacerle daño a Valeria. Así la vigilo de cerca.

—¿Merece la pena hacer tanto por Valeria? Ya antes limpiaste todos sus desastres, ¿y ahora usas a Sofía para eso…?

—Haría lo que fuera con tal de ver feliz a Valeria.

Samuel apagó el cigarrillo con fuerza y, tras un largo silencio, respondió lentamente:

—Además, solo es prestar un vientre… ¡Aprovechar lo inservible!

—Sofía Mendoza se preocupa mucho por ti. Si de verdad no sientes nada por ella, ¿por qué no le cambias la identidad y la dejas ir después de esto? Hasta los conejos muerden cuando se sienten acorralados.

Al oír esto, Samuel sonrió con desdén:

—¿Qué? ¿Te duele a ti? Nunca pensé que Carlos Soler tuviera fetiche por discapacitadas.

Carlos le lanzó un puñetazo:

—¡Maldición, me duele que hayas arruinado el resto de tu vida por esto!

Samuel no esquivó:

—Aparte de Valeria, da igual con quién me case…

Apoyada contra la pared, me cubrí la boca para no hacer ruido mientras las lágrimas resbalaban entre mis dedos.

De repente, mi celular vibró con un mensaje: “¿Quieres que pase a recogerte, cariño?”

Al oír que se levantaban dentro de la habitación, me apoyé contra la pared y huí despavorida hacia el baño al final del pasillo. Me sostuve contra la puerta para mantener el equilibrio.

Resulta que no tenía amnesia, sino que me habían hipnotizado. Y aquel en quien más confiaba era en realidad cómplice de quienes me lo habían arrebatado todo...

El mensaje volvió a aparecer:

“¿Cariño? ¿Todo bien? ¿Por qué no respondes?”

“Estoy bien. Ya llegué a tu trabajo.”

Respondí temblando, forzando una sonrisa mientras salía del baño.

Para mi sorpresa, me encontré cara a cara con Samuel Vega y Carlos Soler.

Al verme, Samuel preguntó con suavidad:—¿Acabas de llegar?

Asentí y me acerqué de forma natural para tomarle del brazo.

Samuel disipó la sospecha en sus ojos y me dio un beso en la frente. Su gesto era tierno, pero su tacto resultó gélido.

Durante toda la cena en el restaurante, parecía distraído.

Justo cuando inclinaba la cabeza para probar un poco de sopa, de repente escuché el sonido de una cuchara golpeando una taza.

Me estremecí por dentro, pero no tuve tiempo de reaccionar antes de que mi mente comenzara a nublarse.

—¿Oíste algo hoy que llamara tu atención?

—Oí que…

Justo cuando respondía sin control, el bebé me dio una patada fuerte. El dolor me hizo gritar.

Al ver esto, Samuel dejó la cuchara de metal, se acercó y se sentó a mi lado preguntándome con preocupación qué me pasaba.

Al ver su falsa compasión, mi corazón se sintió aún más desolado.

La verdad era que ya recordaba lo que pasó el día que caí en la montaña.

Adrián Romero dijo que quería fotografiar la cascada Barba Blanca al amanecer y me arrastró a escalar de noche.

Esa noche había una fina capa de nieve y el camino estaba resbaladizo. De repente, alguien me empujó por detrás.

Antes de resbalar, logré agarrarme a la barandilla y vi claramente que quien me empujó era mi hermana, Valeria Castillo.

La mano de Valeria temblaba, pero sus pies no dejaron de patear y aplastar mis dedos con saña.

Y el único testigo, Adrián Romero, arrastró a una Valeria demudada detrás de él, como si ella fuera la víctima.
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