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Capítulo 4

Auteur: Jimena
¿Acaso el destino de mi hijo y el mío lo decidían ellos tan fácilmente?

¡Yo no lo acepto!

Al día siguiente, al abrir los ojos, me encontré con el handsome rostro de Samuel Vega lleno de remordimiento.

—Cariño, ayer tuve un asunto urgente en la empresa...

Asentí con indiferencia.

Él me ayudó a incorporarme con suavidad:—Te traje tus sopaipillas de cangrejo favoritas.

Mientras hablaba, me ajustó la prótesis con gesto solícito.

De pronto, el abuelo anunció que su salud se resentía y que Samuel debía tomar las riendas de la empresa.

Samuel aceptó la responsabilidad en medio de la crisis, sumiéndose en una vorágine de trabajo día y noche.

Pero yo disfrutaba de mi libertad.

Aprovechando una cita de prenatal a solas, encargué una nueva prótesis.

Para mi sorpresa, en el aparcamiento me topé con la persona que más deseaba evitar.

—¿Sofía, has vuelto? ¡Te echaba tanto de menos! Sigues siendo la más dulce —mientras decía esto, Adrián Romero posó su mano sobre mi vientre y agregó con tono lascivo—: Dicen que la maternidad da otro encanto, y es cierto.

—¡Quítame tu mano de encima! —le aparté el brazo de un golpe.

Él sonrió con burla y se movió para bloquear la puerta de mi coche.

—¿Ya siendo madre, todavía tan modesta?

—¡Adrián! ¿Qué estás haciendo? —una voz furiosa sonó de repente a lo lejos.

—¡Qué aburrido! —al reconocer al recién llegado, Adrián me soltó.

Valeria Castillo, con su prominente vientre, se abalanzó hacia nosotros con el rostro desencajado por la furia:

—¡Sofía Mendoza! ¿Tan obsesionada estás con robarme lo que es mío?

Arrojó contra mí todo lo que llevaba en las manos.

Al verme esquivar, intentó golpearme y tirar de mí.

—Ya basta, ¡que ella también está embarazada! —Adrián lanzó una mirada significativa a mi vientre.

Al oír esto, Valeria se calmó de inmediato y luego me dirigió una sonrisa falsa:

—Querida hermana, debes cuidar muy bien al bebé que llevas dentro.

—¡Samuel me dice que es muy tranquilo! Pues disfruta estos meses… ¡Ja, ja, ja…!

Ya no pude contener la rabia que hervía en mi pecho. La empujé con fuerza.

—¡No sueñes con ello! Jamás te lo entregaré.

Justo cuando alzaba la mano para abofetearla,

Samuel irrumpió de repente y puso a Valeria a sus espaldas, protegiéndola.

—¡Sofía! ¿Qué diablos te pasa? —me gritó con los ojos llameantes de ira.

—¿Y tú sí sabes perfectamente quién enloquece aquí?

Negándome a seguir enredada con ellos, bajé la mirada y pulsé el botón para abrir el coche.

Valeria dijo con lágrimas en los ojos:

—Hermana, eres mi única familia… Te cederé todo lo que quieras. ¿No estés enfadada conmigo, vale?

Samuel alzó la mano para enjugar las lágrimas de Valeria, pero Adrián la apartó de un manotazo.

—Señor Vega, ¿acaso no reconoces quién es tu verdadera esposa?

Samuel palideció de humillación. Con el rostro sombrío, me llevó a casa y salió apresuradamente.

Desapareció durante varios días seguidos.

Me envió un mensaje diciendo que estaba muy ocupado en la empresa, y que me cuidara junto al bebé.

Pero él no sabía que Valeria me compartía diariamente, en tiempo real, fotos de sus citas.

En esas imágenes, Samuel lucía una relajación y felicidad auténticas que jamás había mostrado conmigo.

Hace unos meses, me habría destrozado esa traición. Ahora solo ansiaba huir lo antes posible.

Tras recoger la nueva prótesis, dejé sobre la mesa los papeles de divorcio preparados con antelación.

Esta farsa que duró un año entero por fin llegaba a su fin.

***

Faltaban 10 minutos para el embarque. Con la tarjeta de abordaje en la mano, acaricié suavemente mi vientre.

—Cariño, por fin estamos a salvo.

De pronto, el rabillo del ojo captó una silueta terriblemente familiar.

El corazón se me encogió en el pecho. Me abrí paso a toda prisa hacia donde se agolpaba la multitud.

En el instante en que estaba a punto de llegar a la puerta de embarque, una mano grande me agarró del brazo con violencia.

Acto seguido, un dolor agudo me recorrió el antebrazo.
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