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Capítulo 3

Auteur: Jimena
Posiblemente por mi falta de práctica, mis recuerdos se volvían cada vez más confusos.

Incluso surgió un fragmento de memoria sobre un orfanato...

Justo cuando me sentía abrumada, Samuel Vega regresó.

Durante la cena, propuso de repente:—Cariño, ¡te llevaré de regreso a China!

Me sorprendió:—¿No decías antes que China estaba llena de recuerdos dolorosos para mí, y que regresar no me ayudaría a recuperarme?

—¿Ahora no estás mucho mejor? Quiero cambiarte de ambiente, quizá te ayude con tu condición. Además, ¿no extrañas a tu familia y amigos allí?

Mientras decía esto, me sirvió un trozo de pescado.

Aparté el pescado:—¿Todavía tengo familia y amigos?

—Los boletos ya están comprados. Nos vamos mañana por la mañana.

Samuel tomó la decisión unilateralmente.

A la mañana siguiente, Samuel me obligó a salir de casa.

Tras regresar a China, me llevó a la residencia de la familia Vega.

Pero los Vega no me dieron la bienvenida.

—Vaya, hermano mayor, has traído de vuelta a tu coja embarazada. Hasta una discapacitada te atreves a tocar, de verdad... tss —Luciana Vega miró mi vientre y puso los ojos en blanco.

—¡Luciana, esta es tu cuñada!

—¡Que la llame cuñada está bien, pero tú primero trátala como esposa! —Luciana volvió a poner los ojos en blanco—. ¿O esta es la esposa principal y la otra es la concubina?

Al oír esto, Samuel le dio una bofetada.

Luciana, furiosa, gritó:—¿Por qué me pegas? ¡Solo digo la verdad!

Observando esta farsa, apreté los puños sobre los apoyabrazos de mi silla de ruedas.

—¡Basta!

Samuel lanzó una mirada fulminante a Luciana.

—Voy a ver al abuelo. Ayúdame a llevar a Sofía.

Ella no se atrevió a replicar y, de mala gana, comenzó a empujarme.

—Coja, ¿de verdad te gusta mi hermano?

Después de avanzar cierta distancia, la silla de ruedas se detuvo bruscamente.

Pero, ¿acaso la familia Vega no solo eran ellos dos?

Me apoyé en los brazos de la silla y me giré con dificultad, mirando a Luciana con perplejidad.

Ella, sin embargo, suspiró hondo.

—Ja, todos somos pobres fantasmas manipulados.

De repente frunció el ceño, golpeó ligeramente el apoyabrazos de la silla de ruedas y se rió fríamente.

Luego adoptó de nuevo su actitud desafiante.

—Samuel de verdad te valora mucho. Esta silla de ruedas y tu prótesis le deben haber costado mucho esfuerzo.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, al ver su expresión indecisa.

Pero ella solo sonrió irónicamente y se alejó.

Siguiendo el lugar donde había golpeado antes,

descubrí una hendidura casi imperceptible en el apoyabrazos. Al abrirla, vi que habían incrustado un localizador en el interior.

La parte inferior de mi prótesis también tenía una marca similar.

A la mañana siguiente, por orden del abuelo, Samuel me llevó en coche a visitar la tumba de mis padres.

Pero después de recibir un mensaje, se detuvo abruptamente y me dejó tirada al borde de la carretera.

El viento en las afueras soplaba con más fuerza que en la ciudad, helándome hasta el alma.

Samuel no regresó a casa hasta altas horas de la noche.

Inspiré hondo y activé el dispositivo de vigilancia que había colocado previamente en su coche.

En la pantalla, dos figuras, hombre y mujer, estaban entrelazadas, respirando con dificultad, sus rostros pegados.

Después de un rato, su respiración se serenó.

Valeria Castillo apoyó suavemente la cabeza en el hombro de Samuel:—Samuel, según mis cálculos ya se acerca la fecha. La familia Romero está vigilando muy de cerca últimamente. ¿Crees que esto funcionará?

—Tranquila, yo me encargo. Programaré una cesárea para Sofía lo antes posible —los ojos de Samuel brillaban de ternura mientras le apartaba suavemente un mechón de pelo del rostro a Valeria.

Valeria dijo con voz culposa:—¡Todo por mi culpa, por mi mala salud! ¡Te he causado tantos problemas!

—No hables así. Si no fuera por mí, no estarías así. Además, la mayor responsabilidad la tiene Adrián Romero.

Acto seguido, Samuel volvió a besar los labios entreabiertos de Valeria.

Un torrente de rabia y dolor me inundó el pecho.
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