Mi prometido era el neurocientífico más brillante del país. Pero su amiga de la infancia, enferma de cáncer terminal y solo tenía un mes de vida, por lo que, para acompañarla en ese último tramo del camino, él me obligó a tomar una dosis experimental de un fármaco que borra la memoria, una creación suya, aún secreta. Durante ese mes en que yo lo olvidé todo, él organizó una boda con su amiga, la llevó de luna de miel, y juntos, prometieron reencontrarse en otra vida, en medio de un campo lleno de flores. Un mes después, bajo una lluvia que calaba hasta los huesos, él cayó de rodillas frente a mí, con los ojos llenos de desesperación y la voz hecha trizas: —La droga solo duraba un mes... ¿Por qué me olvidaste para siempre?
View MoreAl final, también yo me di la vuelta y me fui.Caminé con pasos firmes.Pero al girar… sin saber por qué, las lágrimas empezaron a caer.No había razón.No había pensamiento.Solo lágrimas.Como tantas otras veces antes.Pero esta vez… tuve la certeza de que sería la última.Detrás de mí, escuché gritos.Santiago se desmayó. La gente se agolpaba. Alguien gritó pidiendo ayuda.Pero ya nada de eso tenía que ver conmigo.Ese pasado… ya no me pertenecía.Todo lo que me dolió, todo lo que me dejó sin aliento…ya quedó atrás.Ahora, iba al encuentro de un futuro sin él.Adiós.***Meses después, Valeria vino a visitarme a Santa Lucía del Valle.Trajo consigo una noticia impactante.—¿Sabías que Jimena sí tenía cáncer al final? —me dijo mientras tomábamos café—.Murió hace poco. Ya hicieron el funeral.—¿En serio?—Sí… por eso te digo: no se puede andar jugando con esas cosas. A veces, el destino escucha.Asentí sin decir nada más.***La última vez que vi a Santiago fue justo en la puerta de
Santiago finalmente desapareció.Desde aquel último episodio, no volvió a aparecer.Y yo, por fin, me preparaba para cerrar este capítulo.Estaba empacando mis cosas para mudarme a Santa Lucía del Valle, donde me ofrecieron una plaza como profesora universitaria.Valeria me ayudaba a guardar la ropa cuando de pronto recordó algo:—Ah, por cierto… ¿Sabías que la señora fingió su enfermedad?La tal Jimena nunca tuvo cáncer.—¿Ah, no?—Nada. Consiguió certificados médicos falsos, exámenes alterados, todo armado. Ya desmantelaron esa red de documentos truchos… y ella quedó salpicada.—Qué bien. Mientras no se acerque más, me da igual —dije sin levantar la vista.No esperaba volver a verlo.Pero en el aeropuerto, antes de abordar, Santiago me interceptó.Iba impecable: traje negro, camisa blanca almidonada.Había recuperado su imagen pulcra y profesional.Pero algo en sus ojos…Algo estaba roto.Valeria lo miró con fastidio:—¿Otra vez el del llanto sangrante? ¿Y la de la lluvia no vino?Pe
—Cuando recién empezaron a salir —me contó Valeria—, pelearon una vez porque Jimena le mandó un mensaje a Santiago.Vos te enojaste tanto que le pediste terminar.¿Y él qué hizo? Bloqueó a Jimena y se quedó parado afuera de tu casa toda la noche.—En ese momento hasta me pareció romántico… —suspiró—. Qué estúpida. Pensé que era amor de película.Yo no dije nada.Todo eso me sonaba lejano. Como si le hubiera pasado a otra persona.Aunque no hubiera perdido la memoria, ¿cómo se perdona que alguien use tu boda… para casarse con otra?Corrí las cortinas.Ojos que no ven, corazón que no vomita.***A medianoche, un trueno me despertó de golpe.¡Brrrum!Corrí la tela de la ventana.Santiago estaba ahí.De pie bajo la tormenta, tambaleándose.Y de pronto, se desplomó.El agua salpicó en todas direcciones.Corrí a llamar a emergencias. No quería que se muriera en la puerta de mi casa.Puro mal agüero.Pero justo cuando abrí la puerta, alguien se me adelantó.Una chica flaca pero ágil apareció
Un par de días después, saliendo del trabajo, vi un Mercedes-Benz G-Class estacionado frente a la universidad.Apoyado contra la puerta, con un traje negro impecable, estaba Santiago.Alto, elegante, imponente.En el maletero, una montaña de calas blancas.La gente se arremolinaba alrededor, curiosos, impresionados.Mi corazón dio un vuelco.No puedo mentir: Santiago es guapo.Muy guapo.De esos que parecen salidos de un comercial de perfume caro.Pero todo lo que ha hecho…lo ha vuelto repulsivo a mis ojos.—Renata —dijo con una sonrisa cálida, acercándose con un enorme ramo de calas—. ¿Te acordás?Nuestra primera cita…Vimos un campo entero de calas. Dijiste que eran tus favoritas.Su sonrisa era tan radiante, sus ojos tan brillantes…por un segundo, me pareció ver a otro chico. Uno que, años atrás, sonreía igual mientras sostenía flores.Me estremecí.Pero no de nostalgia.¿Calas? ¿En serio?La flor que significa amor puro y eterno…¿Y él tiene la cara de traerlas, después de lo que
—Tengo miedo de que de verdad me hayas olvidado —dijo Santiago, con un tono herido—. Me aterra imaginar tu futuro sin mí.Y ahora… viéndome así, desesperado por vos… ¿te sentís bien? ¿Estás orgullosa?Su reproche me encendió.Ya estaba al límite.No era la primera vez. Ni la segunda. Ya no podía más.Le di una bofetada con todas mis fuerzas.¡Paf!—¡Sos un desconocido! ¿Entendés? ¡En mi futuro no hay lugar para extraños!Santiago se quedó quieto, con la mano en la mejilla, sin siquiera reaccionar.Solo alzó el frasco frente a mí con expresión obstinada:—Soy el neurocientífico más reconocido del país. Lidero al mejor equipo.Después de dos semanas de pruebas, sabemos que el fármaco de la memoria funciona.No hay margen de error. Si no recordás… es porque estás fingiendo.—¡No me hagás esto! Sabés que odio que jueguen con mis sentimientos.Me dio risa. Una risa amarga.¿Él? ¿Él me acusaba de jugar?¿Después de irse con su ex y casarse mientras yo lo olvidaba?—¡Largate! —le grité, empuj
Cuando se fue, todo mi cuerpo se desplomó de alivio.Estuve a nada de infartarme. Ese hombre está completamente desquiciado.Valeria, cruzada de brazos, soltó con sarcasmo:—Salir con alguien así es como tatuarse un antecedente penal emocional.Una vida limpia… arruinada por un loco con un frasco de laboratorio.—¡Apurate! Vamos a casa —le dije, impaciente.Después de una ducha purificadora, ya más calmadas, nos sentamos a analizar la situación.—Santiago fue mi prometido, ok. Pero se fue de luna de miel con otra. ¿Qué más prueba necesito de que era un imbécil? Mejor así. Yo estaba ciega. Ahora veo.Valeria me miró seria.—Solo pienso en lo injusto. Fueron cinco años, Renata…—Y ahora ya no recuerdo nada. Así que no hay dolor.Es una suerte no tener que cargar con ese pasado tan miserable.Valeria lo pensó un momento y, finalmente, me chocó la palma.—Bueno. ¡A comer brochetas!Fuimos a comer, después a dar una vuelta.Caminamos tomadas de la mano como en los viejos tiempos, riendo.Pe
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