El Amor Envenenado nunca será Perdonado

—¡Ana! ¡Abre los ojos! ¡No me asustes así!

Escuché la voz angustiada, lo que me hizo abrir los ojos abruptamente, solo para toser violentamente al tragar agua salada.

Había renacido, pero justo en el momento en que Lisa me había empujado al mar.

Agarré a Camila con una mano mientras braceaba frenéticamente con la otra, intentando alcanzar el crucero.

—No hable. Guarde fuerzas. La sacaré de aquí —dije con determinación mientras las olas nos golpeaban.

Camila, dejándose arrastrar, formó un megáfono con sus manos y gritó hacia el crucero:

—¡León! ¡Esa maldita Lisa nos empujó! ¡Envía ayuda inmediatamente! ¡Siempre supe que era una víbora! ¡Esto es intento de homicidio!

Al ver su rostro contraído por la furia, sentí un nudo en la garganta.

Ella no sabía que Lisa saltaría por el lado opuesto al oír nuestros gritos.

Solo para distraer a León y hacerle olvidar a su esposa y su madre.

Como anticipé, un grito agudo resonó:

—¡León, socorro!

La voz de León sonó desesperada:

—¡Lisa, aguanta! ¡Todos al agua ahora! ¡Salven a Lisa primero!

Camila escuchó la voz de León y abrió los ojos enormemente por la sorpresa. Al instante siguiente, una ola golpeó, y ella, entre la furia y la desesperación, se ahogó y perdió el conocimiento de inmediato.

Mi carga se volvió repentinamente más pesada, y las lágrimas cayeron sin control.

Pero, frente a las olas que seguían agitándose sin cesar, opté por apretar con fuerza el labio inferior sin emitir ningún sonido.

El viento nos trajo fragmentos de su conversación:

—¿Cómo caíste? ¿Dónde está Ana?

—¡Fue ella quien me empujó al agua! Dijo que haría que desapareciera en el mar sin que nadie lo supiera y luego se escondió...

—León, me siento tan mal…

—¡Lisa! ¡Mantén los ojos abiertos! ¡Cambien el rumbo! ¡Al hospital ahora mismo!

—Pero parece que su esposa y su madre no están en el barco. Sospecho que también cayeron al agua.

—¡Esa perra de Ana empujó a Lisa al agua! Ahora seguro se está escondiendo. No te preocupes por ella. Cuando la encuentre, ¡la haré arrodillarse para que le pida perdón a Lisa!

Mi corazón se llenó de desesperación y, de repente, perdí las fuerzas para seguir luchando.

En ese momento, Camila escupió un chorro de agua y empezó a toser violentamente.

Como si despertara de un sueño, agarré a Camila inconsciente e intenté avanzar con todas mis fuerzas. Pero el motor del crucero ya había empezado a girar a toda velocidad, y las olas que generaba me golpeaban una y otra vez en la cara.

El crucero de León se alejaba cada vez más de mí. Ya no podía alcanzarlo…