MasukDespués de mi muerte, mis padres firmaron el consentimiento para donar mis órganos, por lo que mi retina terminó en el cuerpo de Carina Fernández, la hija adoptiva que más amaban. Tras esto, Carina se casó con mi propio hermano. Por fin, se convirtieron en una verdadera familia. Pasé toda una vida compitiendo con ella, solo para acabar sin nada, sola, con un destino miserable. Pero, al renacer, decidí vivir mi vida para mí. Y, contra todo pronóstico, el camino me llevó a una felicidad inesperada.
Lihat lebih banyakJusto en ese momento, la directora llegó corriendo tras haber estacionado el carro. Al verlo, los papás de Carina cambiaron la cara de inmediato: de furiosos a sonrientes, como si nada hubiera pasado.Carina entrará a la prepa el próximo año. Aunque sus calificaciones dejan mucho que desear, sueña con ir a la mejor escuela, así que ya empezaron a pensar en pedirle favores a la directora.Desde que supieron que Ester era hijo de la directora de una escuela de prestigio, Carina no pudo disimular su nueva actitud. Se le notaba en la cara… incluso soltó el brazo de Julio, al que había estado abrazando.—Yo sabía que mi hermanita Estrella no nos mentiría —dijo Carina con una voz empalagosa.Los papás Fernández también reaccionaron al instante, se rieron con incomodidad y empezaron a pedir disculpas… aunque, claro, no era por mí: lo hacían para no quedar mal con Ester. Yo solo estaba ahí, de paso.—Directora, muchas gracias por cuidar a Estrella… incluso en sus días libres.Ester no pudo evi
—¡Problema en los ojos no significa ciega! ¿Por qué tenemos que estarla consintiendo todo el tiempo?La directora le dio un manotazo suave en la frente a Ester, como regañándolo por lo bajo.—Cuida lo que dices, chamaco —le advirtió con una sonrisa disimulada.Luego, me rodeó con los brazos y me atrajo hacia su pecho. Me acariciaba la espalda con ternura, como lo haría una madre de verdad.—Entonces a partir de ahora serás mi hija, ¿te parece? Una niña tan buena… si ellos no te quieren, yo sí.Me rompí. Me aferré al cuerpo cálido de la directora y lloré sin contenerme, como si todos los años de silencio se me hubieran acumulado en la garganta. Junto a nosotros, Ester murmuró en voz baja con cara de pocos amigos:—Si te hace su hija… entonces serías mi hermana.***Mis años de preparatoria fueron, sin duda, los más tranquilos y felices de mi vida. Incluso durante las vacaciones de invierno o verano, siempre encontraba una excusa para quedarme en los dormitorios, según yo, por “estudiar”
—Vaya, los conectados siempre tienen sus privilegios, hasta pueden escoger asiento al centro.—A ver quién se atreve a sentarse con ella… seguro el profe los trae entre ceja y ceja. Qué horror.Uno a uno, los estudiantes fueron tomando distancia, dispersándose como si yo fuera una plaga. Al final, quedé sola, sentada en medio del aula, como una isla entre un mar de indiferencia. Me senté derecha, la espalda recta como una línea, e ignoré por completo los cuchicheos y burlas. En lugar de prestarles atención, abrí tranquilamente un libro de ejercicios y comencé a leer.Entonces alguien tiró de la silla a mi lado y se sentó sin dudar. Una mano alargada, de dedos finos y bien cuidados, se extendió frente a mí.—Hola, ¿tú eres Estrella Fernández? Mucho gusto. Soy Ester Donaire. ¿Puedo ser tu compañero de banco?Lo observé con cautela, sin mostrar emoción alguna. Tenía ese tipo de apariencia limpia y agradable que inevitablemente caía bien.—¿Estás seguro? Sentarte conmigo podría hacer que e
Cada vez que necesitaban pisotearme para complacer a Carina, sacaban el mismo discurso gastado que ya me tenía harta:—Carina no está bien de salud, y su historia de vida es muy triste. Por favor, sé comprensiva con ella.Pero a mí ya no me afectaba. Porque el conocimiento me había dado algo que ellos jamás pudieron: poder.Empecé a estudiar por mi cuenta en los ratos libres, adelantando materias y leyendo más allá del programa. A los doce años me salté dos grados y me convertí en la estudiante más joven en la historia de nuestra ciudad en entrar a la preparatoria. De pronto, mi nombre estaba en todas partes: la niña prodigio de la familia Fernández.El teléfono de mi papá no dejaba de sonar: familias de renombre querían organizar reuniones, presentarme a sus hijos, incluso hablar de futuros compromisos. Pero por no herir los sentimientos de Carina, mi papá canceló todas esas invitaciones sin pensarlo dos veces.Nunca se detuvo a considerar cuánto me habría beneficiado establecer conex






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