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Capítulo 2

Author: Elías Mar
No esperaba que su hija se diera cuenta. Aitana miró los ojos claros y vivos, de su hija, Isidora. Quedó impactada.

Entonces entendió que, aunque su niña tenía problemas del corazón, y era más bajita que los demás, tenía seis años.

Lo de no tener papá le dolía en el alma, y con el tiempo se fue dando cuenta de que eso que le decía de que “papá se fue muy lejos”, con los años, se volvió una mentira piadosa imposible de sostener.

En un cajón, Aitana tenía guardada una foto con Octavio. Isidora hace rato la había visto. Pero Aitana nunca imaginó que una niña tan pequeña se acordaría de él.

Era una foto de cuando estaban en el colegio, en bachillerato, donde estaban juntos. Era la foto de los tres primeros lugares del salón; ella había recortado a la tercera persona.

Tampoco pensó Aitana que, algún día, en esa misma ciudad, volvería a cruzarse por casualidad con Octavio, pero ahora de la mano de su hija…

El chofer del bus frenó de la nada. Por el jalón, Aitana se fue con brusquedad hacia adelante y, por instinto, abrazó a la niña para cubrirla.

Después de unos segundos, dijo:

—No.

La niña insistió.

—Pero ese doctor se parece mucho a papá.

Aitana quedó callada por unos segundos, antes de decir:

—Solo se parece …

Cuando llegó a casa, Aitana tocó la puerta del departamento de abajo, donde vivía Josefa Sanabria.

Era una anciana que vivía sola, de carácter bien particular, famosa en todo el vecindario.

Dos años antes, cuando Aitana quiso inscribir a su hija en el kínder, pero tuvo un serio problema con el papeleo. Ahí, de pura casualidad, conoció a Baltasar Ponce.

El papá de Baltasar estaba muy mal, a punto de morirse, así que Baltasar decidió hacer un matrimonio arreglado para cumplirle el último deseo a su padre de verlo con una esposa.

Como a Baltasar lo mandaban al extranjero por trabajo, Aitana, para arreglar la inscripción de su hija, aceptó sin dudar ese matrimonio exprés que también le permitió registrar a la niña en el Kínder.

Ese mismo día conoció al papá de Baltasar y en la noche él falleció.

Cuando Josefa se enteró de que su hijo se casó y se divorció tan rápido, se enfureció muchísimo. Pero también entendió que fue algo que hizo para cumplir el último deseo a su papá, para que muriera en paz. Después de ese divorcio rápido con Aitana, Baltasar se fue a trabajar al extranjero y Josefa se quedó sola en la casa.

Cuando vio que Aitana vivía sola con su hija, Josefa le ofreció con agrado que se quedara en el ático. Ella igual le pagaba el arriendo, pero un día la anciana se atragantó con unas nueces y Aitana fue la que la salvó.

Desde ahí, se hicieron más cercanas.

El edificio era bastante viejo, sin ascensor, pero era barato. Josefa vivía en la parte de abajo, y arriba había dos cuartos con una terraza. Aitana y su hija vivían ahí.

Aitana se fue a la cocina a preparar el almuerzo. Tenía un pollo marinado en la nevera, solo tuvo que preparar el arroz y cocinar el pollo.

Josefa entró a la cocina y dijo:

—Isidora ya está grande, deberías hacerle la operación cuanto antes. Si no tienes dinero, yo te presto y me vas pagando a cuotas.

Aitana sabía muy bien que la anciana tenía algunos ahorros. Pero era todo su dinero, y si se lo daba para la operación, ¿qué haría si a esa edad tenía una emergencia?

Aitana le dio las gracias, pero dijo que no.

Por la tarde, Aitana llegó al piso quince del Edificio Prosperidad, donde quedaba el Estudio Creativo L & M.

Apenas entró, su compañera, Zinnia, se acercó y le dijo:

—Aitana, la directora, quiere verte en su oficina.

Paloma Requena era la directora de diseño y su jefa.

Cuando Aitana tocó la puerta y entró, Paloma estaba hablando por celular, y le hizo una seña para que esperara un momento. Aitana miró su reloj.

Pasaron trece minutos antes de que colgara y, por fin, le hablara.

—Aitana, el cliente rechazó el último diseño del departamento. Hay que rehacerlo y entregarlo antes de la próxima semana. Tus propuestas son muy conservadoras y no destacan. Tiene que tener algo más atrevido: lunares, bordados oscuros, cosas como esas.

—Directora, la marca Itania tiene como concepto la elegancia atemporal, pensada para un público de más de treinta, y según el feedback de marketing y ventas…

Ella la interrumpió.

—¿Quién es la directora aquí, tú o yo?

Aitana volvió a su puesto y se lo comentó a su equipo.

Enseguida empezaron las quejas.

Molesta, su compañera, Celestia, dijo:

—No me digas… ¿Qué rayos piensa la directora? Vestidos bordados con lunares y encima oscuros… Esta es una marca elegante, ¡esa idea es un completo desastre!

Otro agregó:

—Y lo peor de todo es que luego nos toca a nosotros salvar el proyecto.

De pronto, alguien comentó:

—Pero dicen que la prensa de moda de Alamida ya tiene una entrevista con ella este sábado, titulada: “El ascenso de una diseñadora estrella”.

Otra persona dijo:

—Su padre es un hombre muy rico, y su familia es influyente, ella simplemente está en L & M por hobby. Además de que el socio Hilario Saldívar es amigo de ella desde hace años.

Otra les avisó:

—Shhh, bajen un poco la voz.

Aitana trabajó hasta tarde. Isidora, desde el celular de Josefa, le hizo una videollamada para decirle que ya había cenado.

Zinnia, que pasó por ahí, saludó cariñosa a Isidora en la pantalla y no pudo evitar sorprenderse: llevaba tres largos años trabajando con Aitana y todavía se asombraba de que tuviera una hija.

Esa cara joven y llena de frescura parecía la de alguien que recién salió de la universidad, no la de una mamá de una niña de seis años.

Zinnia le dio unas palmadas en el hombro y dijo:

—Anda, vete ya a casa con tu hija. Nosotros nos vamos en media hora.

Cuando el teléfono volvió a sonar, Aitana ya iba en el bus. Pensó que era un mensaje de su hija, pero era de una excompañera de la secundaria.

En sus contactos, no tenía a nadie del colegio, había cortado por completo todo lazo con su pasado.

La única amiga que conservaba era Mireya Palacios. Mireya le mandó un audio larguísimo, que Aitana convirtió a texto.

—El jefe de curso, Fabricio Alarcón, no pudo contactarte y me buscó para preguntar por ti. Le dije que no sabía nada. Pero ¿sabes qué dicen? Que estás muerta… ¡Qué horrible! Aunque si te vieran ahora, ni te reconocerían porque estás hermosa.

Noelia Bazán parecía haberse borrado del mapa durante siete años, sin dejar rastro alguno. Aitana guardó silencio unos segundos y respondió con firmeza:

—Mejor que crean que Noelia ya murió.

A nadie le caía bien Noelia, ni a ella misma. Por eso se cambió el nombre, para despedirse de su vieja identidad.

Mireya envió otro mensaje.

—Escuché que Octavio también va a ir. Parece que regresó al país. ¿Quieres ir? Con tu nueva apariencia seguro no te va a reconocer.

Mireya había sido su entrañable amiga en el colegio, pero ella estaba en otro salón. Aitana incluso fue a su boda, aunque al principio Mireya no la reconoció.

¿Cómo fue que esa muchacha gorda se había vuelto tan bella como una rosa?

Los dedos de Aitana se detuvieron por un instante sobre la pantalla.

Quiso decirle a Mireya que, en realidad, ya lo había visto. Pero simplemente le escribió:

—No voy a ir.
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