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Capítulo 2

Author: Camote Loco
Cuando la policía llegó para detener a la persona que había provocado el escándalo, me encontró desplomada frente a la puerta del consultorio, cubierta de sangre.

Uno de los agentes, alarmado, gritó de inmediato:

—¡Doctores! ¡Una embarazada está herida! ¿Por qué nadie la atiende?

Ya estaba helada, a punto de perder el conocimiento.

Al oír eso, Bruno salió del consultorio y, con toda la seguridad del mundo, dijo:

—Oficial, no se preocupe por ella. Todo esto es puro teatro para llamar la atención. Si no, dígame, ¿por qué justo se desmayaría delante de mí?

El policía lo miró como si tuviera a un loco enfrente.

—Soy de la policía de investigación. Con toda la sangre que está perdiendo, ¿crees que no voy a saber si es real o falsa?

Su voz retumbó por el pasillo y, poco a poco, la gente empezó a acercarse.

Incómodo con tantas miradas, Bruno se agachó y me soltó una patada en el vientre, que ya estaba entumecido.

—Clara, hasta la policía está aquí. ¿No te da vergüenza seguir con el show? ¿Hasta cuándo vas a seguir fingiendo?

No tenía fuerzas por la pérdida de sangre, pero cuando sentí que tocaba mi abdomen, lo protegí por puro instinto.

En mi mente nublada, casi olvidé que esa puñalada había sido para proteger a Celia... y que nuestro bebé ya no estaba.

Mi cuerpo se fue hacia un lado y golpeó contra el suelo.

Alguien me sostuvo y, con las manos en la boca, gritó horrorizado:

—¡Dios mío! ¡Es la doctora Clara! ¡Rápido, ayúdenla!

—¡Señor Lara, es su esposa!

Bruno ni pestañeó. Solo soltó una risa fría:

—Veo que contrataste a más de un actor. ¿El dinero de mi familia está para que lo desperdicies así?

Apoyada contra la pared helada, cerré los ojos con desesperación.

Por dentro, solo podía pensar: "Bruno... ¿acaso sabes que nuestro hijo ya no está? Si salgo viva de esta, que sea la última vez que nos veamos en la vida."

El policía insistía en que debía autorizar mi traslado urgente, pero Bruno se negaba, incluso insinuando que el agente era mi cómplice.

Furioso, el oficial sacó su celular para llamar a una ambulancia de otro hospital.

En ese momento apareció Celia.

—Clara, ¿no te da vergüenza desperdiciar así recursos médicos y de la policía? Levántate, puedo no exigirte responsabilidades.

Bruno la miró con ternura, con la voz suave:

—Celia, eres demasiado buena. No tienes por qué perder el tiempo con ella.

Luego, endureciendo el gesto, ordenó:

—Seguridad, saquen a esta mujer revoltosa y enciérrenla en el almacén. Sin mi permiso, nadie abre la puerta.

—¡Eso es detención ilegal! —protestó el policía, indignado.

Bruno ni se inmutó y, con toda la naturalidad del mundo, dijo:

—Es mi esposa, ¿cómo va a ser ilegal? La he consentido demasiado y hoy le voy a dar una lección.

Dos guardias me levantaron con brusquedad. El dolor de la herida abierta me arrancó un grito.

En ese instante llegó mi amiga Marina, avisada por el policía.

Al ver el cuchillo clavado en mi vientre, las lágrimas le brotaron al instante.

—¡Bruno, estás loco! ¡La vas a dejar morir! ¿Quieres su vida o qué?

Marina, médica en otro hospital, revisó mi estado en segundos y ordenó que me subieran a la camilla.

Apenas sentí un poco de alivio, Bruno se metió en medio.

—No se la llevan. Lastimó a Celia y no se ha disculpado.

Marina miró a Celia, ilesa y con las mejillas sonrosadas, y se le llenó la cara de rabia.

Empezaron a discutir a gritos.

Yo, recostada en la camilla, ya no sentía absolutamente nada.

"Bruno... después de siete años de matrimonio, ¿no podíamos terminar sin llegar a esto? ¿No te bastó con quitarme a mi hijo, que también quieres mi vida?"

De pronto, una sombra se cernió sobre mí.

Bruno se acercó a grandes zancadas.

—Muy bien. Como no me creen, les voy a demostrar si esa puñalada fue a tu vientre o a una bolsa de sangre.

Me lanzó una sonrisa burlona.

—Clara, te di muchas oportunidades. Pero ya veo que no sabes aprovecharlas.

Y dicho esto, agarró el mango del cuchillo y se preparó para sacarlo.
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