La amante con VIH y el esposo que pagará caro. A Sabrina, el gran amor de Roberto, le diagnosticaron VIH en el hospital donde yo trabajaba. Faltando a mi ética médica, se lo conté a él. Pero Roberto pensó que lo estaba engañando. No solo me difamó, acusándome de la muerte de un paciente, lo que me llevó a la cárcel, sino que después también diluyó un abortivo en mi leche. Con ocho semanas de embarazo, sufrí una hemorragia masiva. Le supliqué ayuda, pero me apartó de una patada. —Por fin, dejarás de ser un impedimento para que Sabri y yo estemos juntos. Al abrir los ojos de nuevo, estaba de vuelta en el fatídico día en que a Sabrina le habían diagnosticado VIH. Y, esta vez, no solo guardé silencio, sino que además le pedí el divorcio a Roberto. Después de todo, él la amaba tanto… Tenía que dejarlos ser felices juntos.
View MoreÉl me miraba con una ternura que me envolvía por completo.—Marina, eres la mujer de mi vida, no hay más. Y yo, Robert, voy a estar contigo siempre, pase lo que pase.Al volver en mí, lo observé.Antes, con solo verlo, un amor profundo me inundaba.Ahora, solo quedaba odio.—Roberto, ¿cómo te atreves a decirme algo así? Me traicionaste, ¡me mataste!, ¿y todavía sueñas con que me quede a tu lado? ¡Qué asco me das! ¡Eres un cínico de lo peor! ¡Lárgate de aquí, maldita sea!Grité, desahogando toda la furia que llevaba dentro.Mis palabras lo dejaron paralizado; sus ojos se enrojecieron al instante.Grandes lagrimones resbalaron por sus mejillas y se estrellaron contra el suelo.—Perdóname, en ese momento no pude controlarme... por eso te fui infiel. Estoy tan arrepentido, en serio, tan arrepentido. Si pudiera regresar unos meses atrás, te juro que no te habría traicionado.—No existe el "si hubiera". Roberto, todo esto te lo buscaste tú solito. Te lo mereces.Apenas terminé de hablar, una
Sentí una punzada de inquietud y me apresuré a volver a casa.Apenas abrí la puerta, vi a Sabrina.A la luz de un farol de la calle, distinguí que sostenía una jeringa llena de un líquido carmesí.—Marina, tú me empujaste a esto a propósito, ¿verdad?Su expresión era feroz.—Sabías que Roberto iba a despreciarme. Solo querías usarlo para vengarte de mí.Retrocedí un paso, aferrándome al picaporte, lista para huir.Pero ella adivinó mis intenciones.—Ni te muevas. Si corres, te clavo esta jeringa. Total, a mí ya no me importa morir.«Está completamente loca», pensé.En ese momento, los guardaespaldas ya se habían ido; no había nadie para protegerme.Le aventé la bolsa con todas mis fuerzas.Luego, abrí la puerta y salí corriendo.Corrí a toda velocidad mientras ella me perseguía como una desquiciada, incluso me lanzó la jeringa, pero por suerte logré esquivarla.Finalmente, llegué a una estación de policía cercana y denuncié lo ocurrido.Pero Sabrina ya había desaparecido; se había esco
—¿Tienes sida y no me dijiste nada? ¿Y todavía querías acostarte conmigo?Roberto estaba que echaba chispas.Se arrancó la ropa con furia y la tiró al suelo.Después, sacó un pañuelo y se frotó las manos desesperadamente, como queriendo limpiarse una mancha invisible.—Sabrina, te lo advierto, si me llega a pasar algo, ¡te juro que te mato!Estaba lívida.—¿No dijiste que estarías conmigo, aunque tuviera cáncer? Y ahora me tratas con este asco. ¡Qué hipócrita!—¿Y te lo creíste?Roberto dijo eso y amagó con irse.Pero Sabrina se aferró a su pierna.—¡No te vayas! ¡Hoy es nuestra boda!Él la apartó de una patada, con la voz cargada de ira.—¡Déjame en paz, enferma!La escena me trajo de golpe el recuerdo de mi vida pasada.A mí también me había apartado de esa manera brutal.De la pierna de Sabrina comenzó a brotar sangre, un rojo intenso que manchaba la blancura inmaculada de su vestido de novia.Roberto, aterrado, dio media vuelta y echó a correr.Al bajar precipitadamente del estrado
Al final, todos ellos enfrentaron las consecuencias legales.Pero Roberto se libró.Apreté los puños, obligándome a tragar mi rabia.No importaba. Tenía otros ases bajo la manga para meterlo en la cárcel.***Esa noche, Roberto volvió a buscarme.Tocó a la puerta, pero esta vez no abrí.Se rio con ironía desde el otro lado:—Marina, el dinero lo puede todo. Hoy, todos ellos se vendieron para no delatarme.—Jaja, ¿de verdad crees que puedes conmigo?—Aunque fuiste lista, ¿eh? Anticipaste mi jugada.—A ver si tienes tanta suerte la próxima vez.Pasó un buen tiempo desde que se fue sin que intentara tenderme otra trampa.Sabía que estaba planeando algo grande para perjudicarme.Contraté varios guardaespaldas para mi protección.Mientras tanto, me enfoqué en mi trabajo en el hospital, pues se acercaba la época de ascensos.No solo buscaba venganza; también quería seguir adelante con mi carrera.Un día, Sabrina vino a verme.Se acariciaba el vientre, ya muy abultado.—Robert y yo nos vamos
—La policía sigue revisando las grabaciones —dijo alguien—. En cuanto terminen, todo saldrá a la luz.—¡Usted mató a mi esposo! ¿Qué más tiene que decir en su defensa?Una mujer se abalanzó sobre mí y me dio un puñetazo con todas sus fuerzas.Su hija, a un lado, ni siquiera se atrevía a levantar la cara para mirarme.Cuando la mujer intentó golpearme otra vez, la policía la detuvo.Nos llevaron a todos a la delegación para aclarar los hechos.***En el sanitario, me topé con la hija del paciente; se estaba lavando las manos.No aparentaba mucha edad, seguramente acababa de entrar a la universidad.—Linda, acabas de entrar a la universidad, ¿no?Ella asintió con timidez.—Entré a Medicina. Quiero ser doctora, ser tan buena como usted.—Seguro que lo logras.Le dije con suavidad.—Yo podría ayudarte con tus estudios.—Pero necesito que cuentes la verdad sobre lo que le pasó a tu papá.—¿Él le contó?Levantó la vista hacia mí, incrédula.La última vez que visité a su padre, noté que ella,
—Pero, ¿por qué lo hiciste?Me tomó la mano con una fuerza desmedida, casi con desesperación.—Ya tienes un hijo.Me solté de su agarre con un tirón brusco.—Roberto, ¿no que “adorabas” a Sabrina? Pues ahora les hago el favor de quitármeles de en medio, ¿o no te parece una gran idea?En la vida pasada, él mismo me lo dijo: yo era el obstáculo que le impedía estar con Sabrina.Esta vez, simplemente les concedería su deseo.—Marina, te vas a arrepentir si me dejas. Te lo aseguro.Su cara era una máscara de furia. Salió dando un portazo estruendoso.Yo no me arrepentiría. Ni por un segundo.El que se iba a arrepentir era él.Después de todo, el sida le daba pánico.***En cuanto mi cuerpo se recuperó lo suficiente, hice una visita a Consorcio Dínamo, la empresa de Roberto.Sabía que él no estaría allí ese día.Vi que había subido fotos a sus historias de Instagram con Sabrina; estaban escogiendo los detalles para su sesión de fotos de boda.Y de pie de foto: [Mi cielo, qué hermosa te ves]
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