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El amor que quedó atrás
El amor que quedó atrás
作者: Camote Loco

Capítulo 1

作者: Camote Loco
Lo único que consiguió mi paciencia fue que Bruno me lanzara una burla seca.

—Clara, deja de hacerte la víctima. Tú y yo sabemos que esa herida no es nada.

Lo dijo sin siquiera mirar el cuchillo que seguía clavado en mi abdomen. Me levantó de un tirón y me tiró al suelo. El dolor me atravesó de golpe y un grito se me escapó antes de que pudiera contenerlo.

La sangre corría a borbotones, empapando mi ropa... y con ella se me escapaba la vida que crecía dentro de mí.

Él, en cambio, se inclinó con cuidado sobre Celia y la acomodó en una cama.

—No tengas miedo, Celia. Estoy aquí, no te va a pasar nada.

Ella solo tenía un rasguño leve en el brazo, pero lloraba como si el mundo se le viniera abajo.

—Bruno, me duele mucho, ¿y si me dañó un nervio y ya no puedo volver a sostener un bisturí?

Él la miró con una ternura infinita.

—Tonta, si eso pasara, yo me encargaría de ti. Y haré que quien te hizo esto lo pague en la cárcel.

El subdirector, serio, intervino:

—Señor Lara, su esposa sigue embarazada. Esa puñalada es profunda. Si no la atendemos ahora, pueden perderse las dos vidas.

Bruno me lanzó una mirada cargada de desprecio.

—Todo es un teatro. Seguro tiene algodón y bolsas de sangre escondidas. Apostaría a que lo planeó con ese paciente para engañarme. ¿De verdad creen que voy a caer en eso?

Mis compañeros médicos lo miraban boquiabiertos, sin poder creer que esas palabras salieran de un director de hospital. Y, peor aún... del hombre que había sido mi esposo durante siete años.

Bruno esbozó una sonrisa burlona y me dio dos patadas secas en el vientre.

—Clara, sí que tienes maña... ¿Compraste a todos los médicos del hospital o qué? Una mujer salida de un pueblucho siempre va a ser igual de ruin. Por llamar la atención eres capaz de lo más retorcido. Nunca debí hacerle caso a mi abuela ni casarme contigo.

Instintivamente, miré a Celia.

Tal como imaginaba, en sus ojos brillaba un destello de triunfo.

En el mismo instante en que el paciente me apuñaló, ella me susurró al oído:

—Clara, ¿quieres apostar? Bruno solo me quiere a mí. Aunque te mueras delante de él, no va a mover ni un dedo.

Y claro... Bruno le creyó cada palabra.

El subdirector intentó intervenir otra vez, pero lo detuve con un gesto.

—Olvídalo, sálvenla a ella.

Me llevé una mano al vientre, que sentía hecho pedazos, e intenté incorporarme. Apenas di un paso, el dolor me dobló y terminé de rodillas. Con los dientes apretados y apoyándome de un costado, empecé a arrastrarme hacia la salida de la UCI, dejando un largo rastro de sangre tras de mí.

Bruno me miraba frío, sin mover un solo músculo.

—Clara, deja de hacerte la víctima. Vete a tu casa, cámbiate y vuelve para pedirle perdón a Celia. Ella está lastimada solo por tus tonterías.

En otro momento, con él creyendo ciegamente en Celia y acusándome así, me habría desesperado por explicarme.

Pero esta vez, no. Me dejé caer junto a la puerta.

Antes de salir, giré la cabeza y vi sus manos entrelazadas.

Entonces me quité el anillo de bodas y lo dejé caer en el basurero.
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