Share

Les dolí cuando me perdían
Les dolí cuando me perdían
Author: Luma Manal

Capítulo 1

Author: Luma Manal
Me arrojaron sin piedad al mar oscuro, profundo, sin fin.

Desde la cubierta del yate estallaron gritos y aplausos. Todos lo celebraban como si fuera parte del espectáculo, sin importarles en lo más mínimo si yo saldría viva o no.

Luché por mantenerme a flote. Pataleé, moví los brazos con desesperación, abrí la boca para gritar... pero lo único que logré fue tragar más agua salada.

—¡Ayuda! ¡Por favor, sáquenme de aquí!

Mis gritos solo provocaron más risas. Para ellos, yo no era más que parte del show.

Algunos incluso comenzaron a lanzarme trozos de pan y vino entre carcajadas, viéndome como una criatura amaestrada, apenas una atracción más en medio de aquella escena grotesca.

Mis brazos estaban agotados, sentí un fuerte calambre en la pierna, y, poco a poco, comencé a hundirme.

A través del agua, alcancé a distinguir dos figuras de pie en la cubierta.

Uno de ellos... fue quien alguna vez me devolvió las ganas de vivir. Pero ahora me observaba desde lo alto, con los brazos cruzados y la mirada perdida, sin el menor rastro de reconocimiento.

El otro había prometido cuidarme toda la vida, pero ahora abrazaba dulcemente a otra mujer, mostrando en su rostro la misma expresión burlona que los demás.

Para él, yo no era más que un juguete que ya no servía.

Ya no podía más. Me dolía el cuerpo... y también el alma. Solo quería soltarme, dejarme llevar aunque fuera por un instante.

Y, entonces, el mar comenzó a mecerme con suavidad.

Era cálido, casi reconfortante, como si volviera a estar en los brazos de mi madre, cuando me arrullaba de niña.

Cerré los ojos lentamente... y, por primera vez, en mucho tiempo, sonreí con calma.

Durante unos segundos, todo desapareció: las risas, las traiciones, el dolor. Solo quería dormir.

Pero ese descanso no duró mucho.

Voces apagadas y apresuradas me sacaron del letargo.

Me temblaron los párpados y abrí los ojos, despacio. Todo se veía borroso, blanco... y confuso.

Mi mente estaba completamente en blanco. No recordaba nada, ni siquiera quién era.

Las voces a mi alrededor se tornaron más agitadas.

—¡Despertó! Avísenle al señor Pinto y al señor Ramos.

—Hay que hacerle otra revisión y ajustar el tratamiento.

Me quedé inmóvil, dejándolos hacer.

Alguien acercó un vaso a mis labios. Bebí un poco. El agua calmó la sequedad de mi garganta, y poco a poco, mi mente empezó a despejarse.

Entonces lo recordé todo.

Era el cumpleaños de Elsa.

Yo había ido como acompañante de Diego, al yate privado donde todo había sucedido.

Durante la fiesta, a Elsa se le había ocurrido proponer un juego «divertido».

Diego y Bruno competirían entre ellos, y la acompañante del perdedor sería lanzada al mar durante cinco minutos, sin ningún tipo de protección.

Sobrevivir o no... al final, todo dependía de la suerte.

Elsa adoraba ese tipo de emociones fuertes, pero yo no quería ser parte de su locura.

Aun así, Diego y Bruno, empeñados en complacerla, ignoraron mis ruegos y aceptaron sin dudar aquel desafío absurdo.

La dinámica era sencilla: jugar a las cartas, al mejor de tres rondas.

Supliqué a Diego que lo pensara mejor, pero no apartó la vista de sus cartas ni por un segundo.

Entonces, busqué a Bruno, pero no veía a nadie más que a Elsa, quien con una sonrisa irónica, me dijo:

—Tranquila, Clara. Tal vez Diego gane esta última ronda.

La partida iba empatada, y, en ese momento, toda mi esperanza estaba puesta en Diego.

Estaba dispuesta a entregarle hasta la última gota de mi suerte. Pero, contra todo pronóstico, Diego volteó sus cartas y aceptó su derrota.

El silencio se quebró entre murmullos de sorpresa. Yo misma no podía creer lo que acababa de oír.

Diego nunca se rendía. Nunca, hasta hoy.

Bruno soltó una carcajada burlona.

—Lo siento, Clara. Parece que esta ronda la gané yo.

Sentí que el corazón me daba un vuelco.

Elsa aplaudió, encantada.

—Qué lástima, señorita Santos... Parece que esta noche el chapuzón es para ti. ¡Abran paso! Quiero ver todo desde primera fila.

Dos guardaespaldas me sujetaron por los brazos.

Al pasar junto a Diego, me aferré a su ropa con desesperación, rogando en silencio que no me soltara.

—Diego, hermano... no sé nadar. Por favor, ayúdame.

Sin embargo, él me miró sin mostrar la menor emoción, y puso su mano sobre la mía con absoluta indiferencia.

—Clara, perdí. Y las apuestas se cumplen.

A pesar del calor, sentí un frío que me caló hasta los huesos.

Me arrojaron al mar como si no fuera más que un objeto.

El impacto del agua contra mi cuerpo me dejó aturdida, con un dolor punzante en las sienes.

Y, mientras tanto, esos dos hombres que un día juraron protegerme se limitaban a observar desde la cubierta, entretenidos con mi lucha por sobrevivir.

Jamás en mi vida había sentido una desesperación tan profunda como la de ese momento.
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Les dolí cuando me perdían   Capítulo 9

    Todavía recuerdo claramente la última mirada de Bruno antes de caer.Una mezcla de dolor y determinación, acompañada de una sonrisa.Intentó decir algo, pero no logré entenderlo.Cuando salí de la comisaría, subí al auto con Lucas.Antes de que nos fuéramos, Diego levantó la mirada hacia mí. Estaba demacrado; la muerte de Bruno y Elsa lo había golpeado duramente.Pensé que diría algo, pero solo me miró un instante y luego apartó la vista en silencio.Me quedé en Lumora, trabajando en la posada. Diego nunca volvió.Un día, llegó un grupo grande a Lumora. Pensé que venían a causar problemas y estaba a punto de llamar a la policía, pero Lucas me sujetó suavemente la mano y, con una sonrisa tranquila, me dijo:—Tranquila, sube a tu habitación, yo me encargo.Negué con la cabeza, manteniéndome firme junto a él.Cuando yo no tenía a dónde ir, fue él quien me acogió. No tenía razones para dejarlo ahora.Lucas sonrió, divertido.Mi confusión aumentó mientras los miraba, hasta que el hombre al

  • Les dolí cuando me perdían   Capítulo 8

    Diego y Bruno se hospedaban justo al lado, así que era común verlos cerca de la posada.Un día salí a comprar algunas cosas, pero sentí que alguien me seguía. Aceleré el paso, pensando que era Diego o Bruno, tratando de escapar de ellos.Pero de repente, todo se oscureció y perdí el conocimiento.Cuando volví en mí, estaba al borde de un acantilado. Junto a mí, Elsa, visiblemente demacrada, sostenía un cuchillo contra mi cuello, con una expresión cargada de odio.—Clara, ¿qué tienes tú que yo no? ¿Por qué siempre te eligen a ti?Se burló con amargura al notar mi calma aparente:—Mírate, tan tranquila incluso ahora. Qué valentía la tuya. Ojalá sigas igual cuando lleguen. Ni se te ocurra suplicarles, ¿me sigues?No podía hablar, tenía un trapo en la boca que apenas me dejaba respirar.A lo lejos, vi dos figuras corriendo hacia nosotras: Diego y Bruno.Vinieron apurados, con pasos rápidos. Sus ojos reflejaban toda la ansiedad y preocupación, pero se mantenían distantes, cautelosos.Elsa r

  • Les dolí cuando me perdían   Capítulo 7

    Así que todavía recordaba ese video.Diego, Bruno y el resto de su gente se hospedaron en la posada.Lumora había comenzado a crecer como destino turístico, atrayendo algunas inversiones importantes.Sin embargo, este lugar estaba tan lejos de Marla que me sorprendió que vinieran personalmente.Estaba aburrida en la recepción mirando ilustraciones cuando una voz rompió el silencio.—Clara, hablemos un momento.Era Elsa, con su actitud arrogante de siempre, aunque ahora parecía algo insegura, como si tratara de mostrar confianza.En el jardín, sacó una tarjeta bancaria de su bolso.—Aquí tienes un millón de dólares. Vete del país.La miré confundida.—¿Por qué tendría que irme?Elsa apretó los dientes, claramente molesta, aunque intentaba controlar su rabia.—Sabes bien que Diego y Bruno han estado buscándote estos tres años. ¿O acaso piensas volver con ellos?Negué suavemente con la cabeza.Ella soltó una risa burlona.—Entonces, toma este dinero y vete lejos. Francia, Inglaterra, Esta

  • Les dolí cuando me perdían   Capítulo 6

    Escuché claramente la furia contenida en la voz de Bruno, pero decidí ignorarla y subí las escaleras sin mirar atrás.La oscuridad en sus ojos hizo que mi corazón, que ya se había empezado a calmar, volviera a latir con fuerza. Bruno estaba completamente fuera de sí.Diego tal vez ya había dejado atrás el pasado, pero Bruno claramente no.Estaba sentada en la cama, perdida en mis pensamientos, cuando sonó la puerta.Apenas la abrí, Bruno se coló rápidamente, sujetando mi muñeca con fuerza.Justo detrás, Diego entró con su calma habitual. La puerta se cerró suavemente detrás de él.Bruno me tomó de la barbilla con firmeza, sus ojos brillaban con ira contenida.—Clara, ¿ahora te atreves a fingir que no me conoces?—¿Y por qué no?Mi indiferencia lo sorprendió. Después de un instante, soltó una risa irónica.—Tres años y mira cómo ha cambiado tu carácter. Tres malditos años buscándote por todos lados y tú escondida en este pueblo.Recorrió la habitación con la mirada, burlándose.—Este lu

  • Les dolí cuando me perdían   Capítulo 5

    La posada rara vez recibía visitantes. La mayoría del tiempo, me la pasaba bastante tranquila, y, sin embargo, Lucas era generoso con mi sueldo.Después de pagar el alquiler, me quedaron mil dólares en efectivo.Al primer mes, compré un celular nuevo y conseguí una tarjeta SIM, que Lucas me ayudó a tramitar usando su identificación.No pude evitar preguntarle:—¿No te preocupa que pueda ser una delincuente, o una fugitiva buscada por la policía?Lucas bajó la vista y me miró con una sonrisa burlona.—¿Tú, con esos bracitos de palo, una asesina? Vamos, Clara, entre tú y yo, el que más pinta de asesino soy yo.Hizo una cara de peligro por un instante, pero yo no sentí miedo. Lucas, debajo de su aspecto frío, tenía un corazón cálido y amable.La vida pasaba tranquila y sin problemas.Un día, mientras barría el suelo, Lucas veía videos en su celular con el volumen demasiado alto. De pronto, escuché claramente los nombres de Diego y Bruno. Mi espalda se tensó y, sin querer, tiré el cubo d

  • Les dolí cuando me perdían   Capítulo 4

    Mis pupilas se contrajeron al instante y fijaron la vista en Elsa.Ella arqueó las cejas, fingiendo sorpresa:—¿En serio no sabías?Soltó una carcajada, burlona, casi sombría.—Clara, eres demasiado inocente. ¿Nunca te dio curiosidad saber por qué Diego te llevó a su casa? ¿Tan desentendida eres?¿Cómo no iba a preguntarlo? En la fiesta de cumpleaños de Diego, aprovechando el valor que me dio el alcohol, finalmente me atreví a hacerlo. Él dudó por un instante, acariciando suavemente el borde de mis ojos.—Cuando te vi por primera vez, tenías la mirada apagada, como si no estuvieras viva. Me llamó la atención, quise ayudarte a salir de ese lugar y verte brillar. Y ahora que lo has hecho, eres tan radiante como esa rosa en tus manos, Clara. Y eso es todo.¿Solo eso?¿En verdad era solo eso?Observé bien su rostro, sobre todo sus ojos. Eran tan parecidos a los míos.Entonces entendí. Mi supervivencia, mi vida, siempre habían dependido de Elsa.El afecto y la protección que recibí siempre

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status