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Capítulo 3

Author: Gordo
A la mañana siguiente, Luis salió muy temprano.

Como era de esperar, probablemente fue a recoger a Lisa para visitar a su abuelo al hospital.

Me lavé la cara, me puse una mascarilla y también salí a buscar un departamento en alquiler.

Esta casa pertenecía a Luis Enrique, y planeaba mudarme.

Mientras coordinaba con el arrendador para ver el departamento, no pude evitar revisar las redes sociales de Lisa.

Había una foto de ella, Luis y un anciano.

La descripción decía simplemente: "Foto familiar".

Los comentarios estaban llenos de bendiciones y buenos deseos.

Aunque ya sabía esto desde anoche, mi pecho aún se sentía aplastado por una piedra, dificultándome la respiración.

Me quedé mirando la foto fijamente hasta que el taxista me avisó que habíamos llegado.

Antes de cerrar la aplicación, les di "me gusta" y dejé un comentario de felicitación.

La visita al departamento fue bien. La ubicación era buena, justo al lado de un hospital.

Hace poco aprobé mi licencia de enfermería y fui contratada por este hospital.

lba a contarle hoy esta buena noticia a Luis, pero en este momento parecía de más.

Después de pagar la señal del departamento, regresé a empacar mis cosas.

Pero al pasar frente al hospital, me encontré con Luis y Lisa.

Iban de la mano, los dedos entrelazados.

En realidad, fue Lisa quien me vio primero.

Descaradamente, arrastró a Luis hacia mí y dijo con tono burlón:

—¿Gabriela, también estás aquí? ¿Viniste con Luis? ¿Pero no subes a ver al abuelo?¿No le dirás ni siquiera que viniste?

Los ojos de Luis mostraron nerviosismo. Dio un paso adelante para ocultar sus manos entrelazadas y rápidamente la soltó.

Pero tras un recordatorio de Lisa, su nerviosismo se transformó en ira hacia mí, con chispas de furia en sus ojos.

—¿Qué haces aquí? ¡No recuerdo haberte dicho la ubicación!

Frunció el ceño, su expresión cambió abruptamente y me miró con ferocidad.

—¡Gabriela, cómo te atreves a seguirme!

Avanzó otro paso, obligándome a retroceder, su rostro era aterrador.

De repente agarró mi brazo con una mano y con la otra arrancó mi mascarilla.

—Con esta cara ¿por qué no descansas en casa en vez de seguirme? ¿No te dije que te traería cuando sanaras? ¿Qué ganas con esto?

Cada palabra de Luis era un reproche.

No mostró el más mínimo interés en escuchar mis razones.

Los transeúntes miraban fijamente mi mejilla hinchada y amoratada. Avergonzada, intenté cubrirla parcialmente con mi mano derecha mientras defendía mi posición.

—¡No te estaba siguiendo!

—¿Entonces qué haces aquí?— gritó furioso, como si quisiera devorarme.

—No me digas que viniste al hospital por tu cara. ¿Esas heridas requieren atención médica? ¿O acaso tienes alguna enfermedad terminal?

Un nudo de dolor me oprimió el pecho, como si una mano invisible me estrujara el corazón.

Pero decidí no compartirle ninguna información.

No le diría que alquilé un departamento aquí, ni que aprobé mi examen y trabajaría en este hospital.

Me quedé en silencio, soportando sus reproches.

—¿Sin palabras? Gabriela, no dejas de sorprenderme. Si hubieras dicho que querías ver al abuelo, ¿te habría negado? ¡Pero recurrir a seguirme! ¿Qué sigue? ¿Debo reportarte cada uno de mis movimientos?

Me paralicé en el lugar, demasiado confundida para responder.

Era él quien siempre me impedía venir, siempre con excusas, y ahora resultaba ser mi culpa.

Respiré hondo, conteniendo las lágrimas.

Miré a Luis con determinación.

—Lo creas o no, no te estaba siguiendo.

Sin importar su expresión de sorpresa, detuve un taxi y me subí.

Apenas entré al auto, las lágrimas comenzaron a fluir.

Bueno, tal vez fuera mejor dejarlos ser.
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