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Capítulo 2

Penulis: Stefany
Los padres de Camila habían fallecido cuando ella era muy pequeña.

En un viejo periódico todavía estaba impresa la noticia:

«Esposa de familia adinerada sufre crisis mental, apuñaló a su marido más de cien veces mientras dormía y luego se suicidó ahorcándose, dejando sola a su hija de cinco años».

Y esa pequeña niña era ella… Camila.

Aquel invierno, vestida con su pijama, se había escondido en el armario, casi perdiendo el conocimiento por el frío, pero sin atreverse a salir.

Después, fue Gabriel quien la sacó en brazos.

—Camila, tranquila. No tengas miedo, el tío está aquí. Mientras yo esté, no permitiré que nadie te haga daño.

Acurrucada en los brazos de su tío, se sintió a salvo.

Gabriel la llevó a casa y, probablemente conmovido por su situación, la llenó de atenciones. Cualquier cosa que ella deseara, aunque fueran las estrellas del firmamento, él se las daba.

Y de verdad lo hacía. La trágica muerte de sus padres le había dejado una gran sombra psicológica. Al principio, después de que Gabriel la acogiera, sufría de una extrema falta de seguridad. Necesitaba seguir a Gabriel en todo lo que hacía, sin poder separarse ni un minuto. Si lo perdía de vista, entraba en pánico.

Así que, en una noche tranquila, Gabriel la llevó en brazos hasta el tejado y, señalando la estrella más brillante del cielo nocturno, le dijo:

—Camila, ¿ves esa estrella? Tu tío la ha comprado para ti.

Acto seguido, le entregó el certificado de propiedad y, tocándole suavemente su nariz, añadió con ternura:

—A partir de ahora es tuya. Cuando yo no esté, esa estrella cuidará de ti en mi lugar.

Camila se acercó a la ventana y apartó las cortinas. Quería ver su estrella una vez más.

Sin embargo, el cielo estaba cubierto de densas nubes, y su estrella había desaparecido.

A la mañana siguiente, el responsable del grupo de investigación de criogenización humana la llamó para pedirle que fuera a hacerse un examen médico.

—¿Es realmente necesario? —preguntó Camila, con una sonrisa un tanto melancólica.

De todos modos, iba a morir. Por más estudios que le hicieran, el cáncer no desaparecería.

—Señorita Flores, necesitamos determinar el método de criogenización y el momento óptimo, según su condición física —le explicó el responsable—. Es para aumentar sus de supervivencia. Le agradeceríamos su colaboración.

Camila no tenía razones para negarse, por lo que, terminó yendo al laboratorio.

Después de un día entero de trámites, el examen médico finalmente terminó. Al despedirse, el responsable le entregó un montón de documentos, informándole:

—La forma del sarcófago de hielo y el lugar donde se almacenará en el futuro son opcionales. Aquí está la información relacionada, puede revisarla.

Camila asintió, le agradeció en voz baja y regresó a casa con los documentos.

Al llegar, las luces de la sala estaban encendidas, por lo que el corazón de Camila dio un vuelco: ¿habría vuelto su tío?

Qué patética era… Incluso después de cómo la había tratado, con tanta crueldad… todavía deseaba verlo.

Controlando su agitado corazón, Camila entró rápidamente en la sala.

Sin embargo, con quien se encontró fue con Paula, vestida con un camisón de seda con tirantes.

—¿Camila? ¡Qué bueno que volviste! —la recibió Paula con entusiasmo—. ¿Has cenado? Tu tío está ocupado en la cocina. Dime qué quieres comer y le diré que te lo prepare.

Actuaba como la dueña de la casa.

Camila sintió una punzada de amargura. Negó con la cabeza, y estaba a punto de decir que no tenía hambre, cuando Gabriel salió de la cocina con un plato recién preparado.

—Llegas justo a tiempo —dijo él—. Paula y yo estamos comprometidos. A partir de hoy, ella es la señora de esta casa. Todos los asuntos, grandes o pequeños, estarán a su cargo.

—Entiendo —respondió Camila, con un tono apagado, manteniendo la cabeza baja.

Gabriel había esperado que ella armara un escándalo, por lo que, en sus ojos profundos como la medianoche, brilló un destello de sorpresa.

—No seas tan serio, estás asustando a Camila —dijo Paula con tono juguetón—. Camila, no le hagas caso. Ven, vamos a comer.

Dicho esto, la tomó a del brazo y la condujo hacia el comedor.

Camila no esperaba que Paula la agarrara repentinamente, por lo que, rápidamente, los documentos que llevaba en brazos se esparcieron por el suelo.

Frunciendo el ceño, sorprendido, Gabriel se agachó y recogió uno de los diseños: era un modelo de sarcófago de hielo, tras lo cual, preguntó con tono gélido:

—¿Qué es esto?

Aunque por dentro estaba muerta de nervios, Camila mantuvo la compostura en y explicó con naturalidad:

—Es un diseño de sarcófago de hielo. Es material que busqué para una tarea de vacaciones. El profesor nos dejó un trabajo, diseñar libremente un producto. Yo pensé en crear un ataúd de cristal que pudiera proteger los cuerpos de la descomposición, así que busqué algo de información en internet e imprimí algunas referencias.

Estaba en el primer año de la Universidad de Diseño, por lo que la excusa era creíble.

Sin embargo, el rostro de Gabriel seguía sombrío:

—Camila, ¿estás enferma de la cabeza?

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