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Capítulo 3

Author: Valentina
Carolina se sobresaltó, incrédula: —Sofía... ¿cómo puedes decir eso de mí?

Viendo la expresión dolida de Carolina, Sebastián pensó que Sofía mentía. Seguramente estaba defendiendo a Valeria y echándole la culpa a Carolina. Total, una madre jamás le haría daño a sus propios hijos.

Sebastián la regañó: —Sofía, no puedes mentir. Además, ella no es una desconocida, es tu mamá y la de Santiago. Ella les dio la vida.

—¡No estoy mintiendo!

Carolina sonrió con lágrimas en los ojos y trató de calmar a Sebastián:

—No pasa nada. Sofía y Santiago no mienten, nomás se ponen del lado de quien los consiente. Está bien, si prefieren a Sra. Jiménez es porque es buena con ellos, y eso me da gusto.

Obvio que Sofía y Santiago no inventan nada. Valeria tuvo que haberle metido esas ideas en la cabeza.

Al ver la tristeza en los ojos de Carolina, Sebastián se molestó aún más: —¿Dónde está la niñera?

La niñera entró de inmediato.

Sebastián miró duramente a Valeria mientras le ordenaba a la niñera: —Llévate a Sofía y Santiago.

¡Quería separar a Sofía y Santiago de Valeria!

Cuando la niñera se llevó a los dos, Sebastián se fue con Carolina, dejando a Valeria sola.

Ellos eran los verdaderos padres. ¿Quién era ella para meterse?

Al ver los hisopos con sangre que quedaron ahí, se le encogió el corazón. Pero lo que más la lastimaba era la decepción.

Había pasado seis años dedicándose por completo a la casa y a Sofía y Santiago para que él se enfocara tranquilo en el trabajo. Había creído que significaba algo especial para él; además, durante todos estos años Sebastián le había sido fiel y había sido un buen esposo.

Pero eso cambió cuando llegó Carolina. En una sola noche esta mujer había logrado que Sebastián la defendiera más que a ella en seis años de matrimonio, haciendo que cualquier muestra de cariño hacia Valeria pareciera patética.

***

Por la noche, Valeria se acostó después de ducharse.

Al rato llegó Sebastián. También se había duchado y se acostó en su lado de la cama, dándose la espalda.

Poco después, Sebastián habló:

—Carolina solo quería ver a Sofía y Santiago porque los extrañaba. No necesitas tratarla tan mal ni andarles llenando la cabeza. Lo de hoy que no vuelva a pasar.

"¿Lo de hoy que no vuelva a pasar?", se repitió Valeria para sí.

Valeria apretó los dientes:

—Llevo seis años criándolos, desde bebés. Nadie los quiere más que yo ni se preocupa más por ellos. ¿Cómo se te ocurre decir que yo les llené la cabeza?

—Si no fuiste tú, ¿entonces qué? ¿Fue Carolina? —Sebastián le respondió fríamente—. No se te olvide que Carolina es la verdadera madre.

Esas palabras la destrozaron completamente. Seis años entregados por completo...y aun así, una sola noche de llanto de Carolina parecía más valiosa. Entonces ella qué había sido todo este tiempo?

***

Pasaron la noche en silencio, y cada minuto .

A la mañana siguiente, cuando Valeria despertó, Sebastián ya no estaba.

Era fin de semana, día familiar, así que no iría a la oficina sino que se quedaría en casa con Sofía y Santiago.

Valeria bajó las escaleras con el corazón pesado.

—Señora, el desayuno... ya está listo. —dijo Raúl, el mayordomo, con voz temblosa.

Cuando Valeria llegó al comedor, se dio cuenta del motivo: Carolina había preparado un desayuno espectacular.

—Sra. Jiménez, buenos días. Ven a desayunar. —Carolina le sonrió con dulzura.

Pero a Sebastián le molestó ver a Carolina tan atenta con Valeria. No pudo callarse: —No necesitas hacer esto. Estás en tu casa, siéntete cómoda.

Valeria se quedó helada, sintiendo una humillación tremenda.

Carolina sonrió: —Está bien.

Cuando Valeria se sentó, Carolina le dijo: —Prueba esto. La sopa de cangrejo era mi especialidad, a Sebastián le encanta, así que pensé en hacerles algo rico a ustedes.

Era cierto que a Sebastián le encantaba la sopa de cangrejo.

Sebastián no escatimó elogios: —Está más ricas que antes. Te quedó buenísima, pero no te molestes tanto, Valeria también cocina.

Valeria notó el contraste: a Carolina la elogiaba por cocinar, pero de ella se esperaba que lo hiciera sin reconocimiento alguno.

Valeria bajó la vista hacia su avena, en silencio. Recordó cuando había cuidado a Santiago enfermo durante dos días enteros sin pegar ojo, y Sebastián jamás la había elogiado ni le había agradecido.

Se mordió la lengua, pensando que Sebastián simplemente estaba tratando a Carolina como invitada.

Valeria levantó la vista: —Sí, yo también cocino. Pero Sofía es alérgica al cangrejo, así que no puede comerlo.

Carolina se sorprendió:

—¿Alérgica? Sebastián, las alergias salen cuando uno sobreprotege mucho a los niños. No hay que criarlos tan cuidados; necesitan ensuciarse y defenderse solitos para que se fortalezcan.

Sebastián se quedó callado y miró a Valeria. Sabía que ella había criado muy bien a Sofía y Santiago todos estos años, así que esta vez no la apoyó.

Carolina notó el silencio de Sebastián y cambió de tema: —Quiero llevar a Sofía y Santiago a pasear, ¿vienes con nosotros, Sebastián?

Luego miró a Valeria: —Sra. Jiménez, ¿viene también?

Sebastián interrumpió: —Dile Valeria nomás.

Carolina obedeció: —Bueno, Valeria.

Los dos hablaban como si ella no estuviera ahí.

Valeria no había tocado su avena: —Vayan ustedes, yo paso. Es que quedé con una amiga.

Sebastián preguntó sin pensar: —¿Tú tienes amigas?

Valeria tartamudeó: —Una antigua amiga se mudó a Valparaíso. La voy a visitar.

Claro que tenía amigas, pero todas habían quedado en la Capital cuando se mudó por Sebastián.

Sebastián no dijo más, solo le pidió: —Regresa temprano y cuídate.

Valeria subió las escaleras.

Sebastián le sirvió comida a Carolina: —¿Ya te recuperaste del todo?

Carolina asintió sonriendo: —Ya estoy perfecta, no te preocupes.

—Bien. Lo habrás pasado mal todos estos años, ¿verdad?

Carolina bajó la vista, con tristeza en los ojos: —No fue tan malo. Pero ahora todo está mejor, ¿no?

La verdad era que no había sufrido nada, más bien había vivido muy bien. Pero esa historia no se podía contar.

***

Cuando Sofía y Santiago se levantaron, Valeria les preparó las cosas para la salida: termos con agua, toallitas húmedas, camaritas de juguete, muda de ropa.

—No los voy a acompañar hoy. Pórtense bien con papá y no se vayan a alejar. —les dijo mientras les acomodaba la ropa.

Santiago hizo berrinche: —¿Entonces quién nos va a cuidar?

—Papá, y... —Valeria dudó—, su mamá biológica.

—¡No! —gritó Sofía, cruzando los brazos y frunciendo el ceño—. ¿Cómo no vas a ser nuestra mamá? Esa señora miente, ¡nunca la habíamos visto!

Valeria la calmó: —Sofía, ella sí es su mamá biológica. Si no son buenos con ella, papá se va a molestar.

A regañadientes, Sofía y Santiago obedecieron. No podían creer que Valeria no fuera su verdadera mamá, así que odiaban aún más a Carolina.

Al bajar, Valeria puso una hoja en la mesa: —Aquí anoté lo que les gusta comer a Sofía y Santiago y lo que no pueden comer por las alergias.

Se cambió de ropa rápidamente y se fue directo al bar de Gabriela, donde se quedó casi todo el día hasta el atardecer.

—Qué raro verte un fin de semana acá conmigo en vez de con la familia. —dijo Gabriela trayendo frutas picadas.

Valeria sonrió con amargura: —Se fueron todos sin mí, ¿qué iba a hacer?

—Podrías retomar tu carrera.

Valeria negó despacio: —Acá no hay campo para lo que yo hago.

Se había especializado en inversiones, pero las empresas de Valparaíso eran muy chicas para el tipo de negocios que ella manejaba. La única con verdadero potencial era Corporativo Jiménez, que dominaba la región.

Pero Valeria jamás se metía en sus negocios.

—Es una lástima que no uses todo tu talento. —Gabriela se lamentó por ella.

Valeria había crecido entre reuniones y negocios gracias a su papá y hermanos. Desde los 17 años ya iba con su padre a cerrar inversiones, tenía una intuición increíble para los negocios y les había hecho ganar millones a los Herrera.

Por eso, cuando Valeria, siendo la hija de una familia adinerada, decidió casarse con Sebastián que ya tenía Sofía y Santiago, su familia se puso tan furiosa que la desheredaron.

Pero Sebastián había sido el amor de su vida desde joven, así que estaba dispuesta a sacrificarlo todo por él. Gabriela lo entendía.

Sin embargo, Sebastián no sabía nada de esto. Creía que Valeria venía de una familia común y que por la distancia sus padres nunca habían venido.

Valeria se sintió mareada: —Ya no tomo más, me tengo que ir...

En ese momento, su celular sonó abruptamente, cortante sus palabras. Sintió un escalofrió: era Sebastián, y algo le decía que no era una llamada cualquiera.

Valeria pensó que algo habría pasado con Sofía y Santiago, porque Sebastián casi nunca la llamaba; siempre se escribían por WhatsApp.

Contestó: —¿Aló?

Sebastián habló con voz helada: —¡Ven ya mismo al Hospital Infantil!

Al oír eso, Valeria salió corriendo sin despedirse de Gabriela.
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