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Capítulo 2

Author: Helado
De pronto, mamá cambió de tema: —Oye, Lucía, eso… la cita de Marcelo va a venir en un rato. Esta vez los padres de Marcelo le han dado mucha importancia, dicen que él lo ha planeado y preparado todo con mucho cuidado. Marcelo también dijo que, para que la chica no se sienta incómoda, con que haya otra chica presente, se sentirá más tranquila.

—Su mamá y yo somos amigas desde hace tantos años, que hoy, cuando vayamos…

Mamá me miró avergonzada, con las palabras atascadas en la garganta.

—Ajá —asentí, forzando una sonrisa—. No te preocupes, mamá. Yo me encargo de hacerla sentir bienvenida y de ponerle buenas palabras.

Mamá me lanzó una mirada llena de pena.

Sí, la foto de Marcelo y yo estaba en mi mesita de noche.

Atesoraba como un tesoro cada cosa que me había regalado, sin mencionar las páginas de mi diario rebosantes de un cariño que no podía ocultar.

¿Cómo no iba a entenderlo mamá?

Caminamos en silencio hacia casa. Al abrir la puerta, solté de pronto:

—El mes que viene, cuando papá se jubile, ¿por qué no nos mudamos al Lago de Chapala en México?

Miré a mi madre, desconcertada, y me quejé en tono juguetón y suave:

—Siempre habéis planeado jubilaros allí, ¿no? Total, yo no tengo grandes ambiciones; con ser profesora de baile y poder estar siempre a vuestro lado, me conformo.

Sentarme en casa de Marcelo con mis padres esta vez se sentía distinto.

Antes nos pasábamos el día jugando y echándonos bromas; la última vez, incluso, con la excusa de jugar a videojuegos, nos escondimos en su habitación para besarnos a escondidas.

Pero esta vez…

—¡Ay, Bella! No te imaginas el trabajo que se ha tomado este muchacho para conquistar a esta tal Celia.

—¿Para qué tanto rodeo? Si le gustaba, podía invitarla a salir como cualquier persona normal. Pero no, él quiso darle un carácter formal, ¡y hasta hizo que su papá usara sus contactos para que ella aceptara venir hoy!

Observé la casa, decorada con esmero y llena de rosas.

Sobre la mesa había frutas, dulces, café y refrescos. Hasta el perro de Marcelo llevaba un trajecito rojo.

Y Marcelo se revisaba una y otra vez frente al espejo, asegurándose de estar perfecto.

Lo irónico es que anoche habíamos estado haciendo el amor, y él había besado con pasión el lunar rojo en mi cintura.

Y además, los calzoncillos que llevaba puestos ahora… se los había comprado yo.

—Ay, pero qué lástima tan grande… —la mamá de Marcelo tomó de la mano a mi madre con cariño—. ¡Si de pequeños siempre decíamos que seríamos familia, hasta les hicimos una promesa de matrimonio infantil!

Y me miró: —Lucía me gusta mucho; no solo es guapa, sino que tiene muy buen carácter, alegre y vivaracha…

Bajé la mirada, sin atreverme a responder.

Con el temor de que, si descuidaba un momento, las lágrimas comenzaran a caer.

—¡Mamá! —Marcelo frunció el ceño, visiblemente molesto—. Eso son cosas de tu generación. Si te llevas tan bien con la tía Bella, ¿por qué no te casas tú con ella? ¡Eso es cosa de ustedes!

—En qué época vives, con esas ideas tan anticuadas.

No mostró el más mínimo respeto por los mayores.

Luego se volvió hacia mí, con un tono severo, como si las palabras de su madre las hubiera inspirado yo.

—Lucía, ¿dónde está el brazalete que te dio mi madre?

Al ver que no respondía, Marcelo me agarró directamente de la muñeca y subió la manga:

—Ese que era el brazalete de la familia como prueba de nuestra promesa. Temo que si Celia se entera, no le sentará bien…

Apenas terminó de hablar, el papá de Marcelo y el mío, que estaban charlando, se paralizaron.

Mi madre, que estaba ocupada arreglando flores para su casa, también se detuvo.

De pronto, se cortó el ambiente y se hizo un silencio incómodo.

Mi madre me miró, y dejó el jarrón y las tijeras sobre la mesa con un golpe seco.

Justo cuando me incorporaba, su mamá me detuvo con firmeza y se puso en pie con determinación, se interpuso delante de mí y empujó con fuerza a Marcelo:

—¡Marcelo! ¿Qué estás haciendo?

—¡Ni siquiera sabes si con Celia va a funcionar! ¡Y ese brazalete se lo rogaste de rodillas, a los diecisiete años, llorando como un loco, a Lucía para que lo aceptara!
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