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Capítulo 2

Penulis: Soledad Millar
Víctor, aunque es el tío de Nelson, solo nos llevamos cuatro años. Desde pequeños, siempre fuimos muy buenos amigos.

Pero después de un accidente de coche, Víctor quedó en silla de ruedas y desapareció de mi vida.

En mi vida pasada, Víctor fue el primero en darse cuenta de que Nelson me había encerrado en el sótano.

No hacía más que gritarme: "¡No te asustes!" y golpeaba la puerta a puñetazos, una y otra vez.

Vi claramente que sus piernas no estaban paralizadas.

Cuando Nelson llegó, una bola de gente lo molió a golpes, casi dejándolo muerto.

Recuerdo que Nelson, fuera de sí por la rabia, le dijo:

—Tío, ¿cómo es posible que no te matara cuando mandé atropellarte? Primero te metiste con el negocio de mi papá, y ahora quieres pelear por la mujer. ¿Hasta dónde vas a llegar?

Lo que me sorprendió fue que Víctor no se enojó, sino que se arrodilló ante él, casi con sumisión.

—Por favor, deja que Sofía salga. A mí hazme lo que te dé la gana.

Nelson se rio con desprecio y le estrelló la cabeza con fuerza contra la pared, provocando un ruido sordo.

Todavía resonaban en mi cabeza las palabras de Víctor de ese día.

—Sofía, te he buscado tanto tiempo.

"Por eso, elegir a Víctor no era ninguna tontería. En cambio, a Nelson lo voy a hacer pagar todo lo que me hizo."

De vuelta al presente, miré a los padres de Nelson y dije con firmeza:

—Ya tomé mi decisión, me voy a casar con Víctor Torres.

Al ver que no había forma de hacerme cambiar de parecer, todos asintieron sin chistar.

Aliviada por haber tomado esa determinación, me dirigí a buscar a Víctor en su bar.

Pero al llegar a la entrada, allí estaban Nelson y Juana.

Nelson, al verme, dejó de sonreír al instante y su cara mostró claramente su molestia.

—¿Ahora qué, Sofía? ¿A ver si ya dejas de seguirme a todos lados? —dijo con fastidio.

Sus amigos soltaron la carcajada.

—¡Lo sabía! Sabía que aparecería esta noche.

—Apostaría a que si le pidiéramos que se arrodillara a los pies del señor Torres, ¡lo haría sin pensarlo!

Nelson solo esbozó una sonrisa maliciosa y me miró de una manera provocativa, moviendo el pie como si estuviera esperando algo.

Sentí un profundo asco que me revolvió el estómago, pero mantuve la calma.

—Quítate del medio —le dije, con voz gélida.

Nelson, sorprendido, me detuvo y me sujetó el brazo con fuerza.

—Sofía, sé que estás usando la inversión para presionarme a casarme contigo. ¿Qué estás tramando ahora, eh? ¿Crees que con hacerte la indiferente vas a llamar mi atención?

Lo miré con desdén y respondí sin rodeos:

—No, no me voy a casar contigo.

Nelson se quedó en silencio por un momento, hasta que soltó una risa burlona.

—¿Que no quieres? Si el Grupo Torres ya recibió la plata de la inversión de tu papá, ¿cómo vas a decir que no?

—¿Sabes qué? Tu insistencia en que te quiera me da asco.

Asentí con la cabeza.

—Lo tengo muy claro, por eso no me voy a casar contigo.

Nelson, al escuchar esto, se quedó de piedra.

Justo en ese instante, Juana intervino con voz melosa:

—Nelson, me parece que Sofía no quiere vernos juntos. Si no te casas con ella, lo del Grupo Torres... Está bien, ya basta, me voy.

Nelson, de repente, me soltó el brazo y abrazó a Juana con fuerza, mientras le acariciaba el pelo con suavidad.

—Ella a mí me da igual. Aunque llegara a casarme con ella, no la amaría. Juana, mi vida, mañana vamos a tomarnos las fotos de la boda. En mi corazón, tú eres y siempre serás mi esposa.

Al escuchar esto, los demás se pusieron a silbar y a gritar:

—¡Felicidades, campeones!

Nelson, satisfecho, me miró esperando mi reacción.

Antes, él disfrutaba viéndome sufrir, pero ahora, simplemente respondí:

—Cásate con quien quieras, no me interesa.

Cuando me di la vuelta para irme, Juana se interpuso en mi camino.

—Sofía, deja de hacerte la tonta, ya salió en los medios que las familias Torres y Reyes se están uniendo.

—Lo de los matones que contrataste para humillarme, lo dejo pasar, pero te pido que, por favor, cuides a Nelson...

Lo de los matones fue solo una farsa que Juana inventó para culparme y hacerse la víctima.

No es que no pudiera probar su mentira, es que Nelson nunca me creyó.

Ahora, no iba a molestarme en dar explicaciones.

Nelson, al escucharla, frunció el ceño y dijo con desdén:

—¿Por qué le pides eso? Una mujer como ella, que no se frena ante nada para conseguir lo que quiere, no te llega ni a los tobillos.

Y luego, con tono amenazante, agregó:

—Casarme contigo es solamente un negocio. Si se te ocurre volver a hacer algo para perjudicar a Juana, te juro que no te la perdono...

No dejé que terminara de hablar y lo corté en seco.

—Entendido, ya me voy.

Y sin mirar atrás, entré al bar.

"Dentro de unos días, voy a ser la tía de Nelson, y ya me estoy saboreando verle la cara en ese momento."
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