Estaba a punto de dar a luz cuando Liana, la ex de mi esposo, llegó a nuestra casa con la excusa de que solo se quedaría unos días. Cada vez que me veía, se llevaba la mano al pecho, como si el solo hecho de verme embarazada la hiciera sufrir. Bruno, mi esposo, estaba convencido de que yo estaba provocándola a propósito, solo por tener la barriga enorme. —Lia no se siente bien, no puede tener hijos. ¡Y tú sigues paseándote así, como si nada! ¡Se nota que necesitas una lección para que aprendas! Dicho esto, mandó que me encerraran en el viejo ático que llevaba años sin usarse, y ordenó que nadie me subiera comida. Lloré y le rogué que me dejara salir. Le expliqué que la última ecografía mostraba que los gemelos eran enormes, que el doctor había dicho que debía ir al hospital de inmediato. Pero, para él, eso fue como si le contara un chiste sin gracia. —Todavía faltan tres días. No me vengas con cuentos —me respondió sin una sola gota de compasión—. ¡Ve al ático y ponte a pensar en lo que hiciste! ¡Pagarás por estar molestando a Lia! Las contracciones eran tan brutales que, arañando la madera podrida, acabé arrancándome las uñas. Gritaba tan fuerte que me dolía la garganta, pero nadie acudió en mi auxilio. La sangre me cubría el cuerpo y empapaba todo el suelo. Uno de los bebés ya había salido, pero el otro se quedó atrapado en mi vientre, atorado en un baño de sangre. Tres días después, Bruno estaba sentado, tomando sopa y, como si nada, dijo: —Que Michelle me sirva más sopa y le pida perdón a Lia. Si lo hace, la llevaremos al hospital para que tenga a los niños. Nadie dijo nada. Porque la sangre que bajaba desde el ático ya había llegado hasta el segundo escalón.
View MoreBruno se quedó viendo la pantalla de su celular como si no pudiera entender lo que acababa de leer. No conforme, siguió deslizando el dedo, página tras página, hasta que empezó a gritar, fuera de sí.—¡No lo sabía! ¡Juro que no lo sabía! ¡Pensé que las mujeres solo daban a luz el día exacto! ¡Nadie me dijo que podía ser antes!Le marcó de nuevo a Alan, pero esta vez su voz sonaba increíblemente sumisa.—Solo tráeme a Michelle… y a partir de ahora, tú pones las condiciones para cualquier trato.Desde el otro lado, Alan se rio y le contestó sin filtros.—¿Trato? ¿Con un asesino? Por cierto, antes de casarte con tu nueva esposita, la hiciste abortar seis veces. Abre tus redes, es lo más comentado.Bruno se quedó callado, perdido.En eso, Liana entró corriendo.—Bruno, están diciendo cosas horribles de mí en internet, tienes que hacer que dejen de decir eso de mí.Bruno se giró, abrió las tendencias.Los ricos de Ferreirola ya sabían todo. Algunos viejos amigos confirmaban que Liana había
Alan agarró a Bruno del cuello, y le habló con una rabia que le salía del corazón.—La culpaste a ella de todo, dejaste que barrieran el piso con su nombre, y tú mismo la mataste. ¿Cuándo vas a aceptar que fuiste tú, con tus propias manos, el que mató a tu esposa y tu hijo?—¡Ese cuerpo en el ático es Michelle! ¡Solo pudo tener a uno de los bebés, el otro no sobrevivió al parto!Alan lo soltó, mientras seguía viéndolo, con ojos de asesino.—No llamé a la policía porque quería verte caer poco a poco. A ver si tienes lo que se necesita para pedir un examen forense. ¿Te animas? ¿O te da miedo saber que sí, que ese cadáver es Michelle?Bruno perdió el equilibrio y casi se cae.Cuando regresaron a la casa, Liana ya estaba en la habitación principal, vestida con un disfraz ridículo, toda arreglada, con un encaje blanco y medias hasta los muslos.Se echó encima de Bruno como si fuera un regalo envuelto.—Bruno, esperé tanto por este momento… ya soy toda tuya.Cerró los ojos, se estiró y levan
Bruno organizó una rueda de prensa, anunciando la noticia con una sonrisa de oreja a oreja.Volvió a subir fotos mostrando su amor en redes sociales.Bruno y Liana publicaron al mismo tiempo:Bruno: — Al final, tú siempre serás la respuesta.Liana: — Después de buscar y buscar, sigues siendo tú la respuesta.Viejos conocidos de la escuela aparecieron en los comentarios:— ¡Por fin juntos, felicidades!— ¡De amiguitos a esposos! ¡Ahora sí creo en el amor!Y en medio de toda la vibra empalagosa, apareció el comentario de Alan:—Al final, después de buscar y buscar, ¿encontraste a Michelle con vida?Bruno solo respondió a ese comentario… y lo dejó fijado en la parte de arriba:— Tú la escondiste y la tienes por allá guardada solo para ti, ¿cómo pretendes que la encuentre?Era más que claro lo que quería decir. Debajo, la gente empezó a tirar odio.No solo eso, usuarios en redes comenzaron a desenterrar historias falsas sobre mi experiencia como líder en expediciones.— ¡Dicen que el equip
Liana vio las manchas de sangre en la pared y mi cara blanca como papel, la cereza sobre el pastel que era mi cadáver, deformado en un rincón. Pegó un grito y se lanzó hacia Bruno, abrazándolo, llena de terror.—No tengas miedo, Lia.Bruno la abrazó, bajando la voz.—Solo es un muñeco que usaron para montar esta farsa. ¡Michelle, esa desgraciada, se atrevió a armar todo esto para quedarse con nuestra familia y nuestra fortuna!Dicho eso, volvió a lanzar una mirada rabiosa a Alan y al encargado.—¡Mañana mismo se acabó mi matrimonio con Michelle! ¡Ese niño que parió ya no va a ser heredero de Inversiones Coudet! ¡Y ustedes, si quieren seguir aquí, hagan que Michelle venga a disculparse con Lia ya!—¡No ves que está muerta! ¿Dónde quieres que la busquemos?Alan le gritó, fuera de sí.—Alan, nuestras familias siempre han sido cercanas. No quiero que esto se vuelva un escándalo. Si te gusta Michelle, quédate con ella, pero solo después de que se separe de mí.Liana, con una vocecita que ap
La puerta se vino abajo con fuerza.Como estaba recargada contra ella, mi cuerpo rodó hacia un lado, y el bebé que traía entre los brazos salió disparado hacia una esquina.Un polvo espeso me cubría por completo. Manchada de sangre, parecía una momia.Alan quiso salir corriendo por la impresión, pero, por instinto profesional, se agachó a revisar si todavía quedaba algo de vida.Bruno, tapándose la nariz por el olor a sangre, se quedó en la entrada del ático, sin intención de dar un paso más.—¿Qué coño hizo Michelle? ¡¿Por qué huele tan feo este cuarto?!El encargado bajó la mirada, sin decir ni una palabra, solo miraba de reojo a Alan de vez en cuando.—Señor Coudet… por favor, no se ponga así… —dijo Alan, quitándose los guantes, con el rostro serio. Los gritos de Bruno se apagaron, y se soltó la nariz.—¿Cómo que «no se ponga así»? —preguntó, acercándose a Alan, mirándolo fijamente. Alan, en vez de mirarlo, señaló el cuerpo. Ya ni siquiera se podía reconocer mi rostro.
El encargado tragó saliva y, con esfuerzo, siguió hablando:—La señora... ya no está respirando...La voz de Bruno se atoró en su garganta un segundo, pero en cuanto prestó atención, su tono fue tan furioso como siempre.—¡Está actuando! ¡Quiero ver hasta cuándo le dura esa farsa! Sobrevivió a cosas mucho peores en el campo. ¡Puede aguantar la respiración más de diez minutos! —gritó, con rabia—. Solo los está asustando porque sabe que ustedes no tienen ni idea de medicina! ¡Llama a mi doctor! ¡Quiero desenmascararla frente a todos! El encargado abrió los ojos como si no pudiera creer lo que escuchaba.—Señor... el bebé...—¿A quién vas a hacerle caso? —interrumpió Bruno, visiblemente fastidiado—. ¿Quién te paga: yo o ella?—Sí... sí, voy por el doctor... —se apresuró a decir el encargado, bajando la cabeza, antes de marcharse, resignado. Liana se acercó despacio y se pegó a Bruno con ternura.—Bruno, no te pongas así, eso te hace mal…—¡Michelle sabe cómo manipular a la gen
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