En la pantalla solo aparecían tres palabras de Damián Figueroa.[No tengo tiempo.]Valeria quedó perpleja.—Vale, ¿por qué no vas con Patricio a cenar hoy? —le dijo Beatriz con una sonrisa amable, tomándola del brazo apenas subió al carro.Valeria levantó la vista hacia el hombre al volante y apretó un poco los labios.—Hoy no puedo, quedé de verme con alguien para cerrar un contrato. Otro día, si quieres.Al oírla, Patricio tensó las manos sobre el volante.Aunque Valeria no lo había dicho explícitamente, el mensaje era bastante claro: lo estaba rechazando.«Antes Valeria no se hubiera atrevido a hablarme de esa manera».Con ese pensamiento, la expresión de Patricio se endureció aún más. Poco después, estacionó el carro frente a la residencia de los Garza.Al bajar, Valeria se despidió cortésmente de Beatriz, pero en ningún momento le dedicó una sola mirada a Patricio ni a su evidente mal humor.«Un hombre infiel era caso perdido. No tenía sentido seguir con Patricio».Ya en su carro,
Pero ella solo asintió con educación.—Sí.—Oye, y dicen por ahí que fuiste tú la que lo cortó, ¿no? —preguntó Javier con curiosidad.Valeria esbozó una sonrisa.—¿Desde cuándo andas tan enterado de chismes, Javi?No había venido para ventilar sus propios trapos sucios; su misión principal esa noche era ganarse el favor de Damián Figueroa.Ese contrato con él valía millones. Si lo conseguía, no solo le daría un respiro enorme a su pequeña empresa, sino que también le aseguraría un futuro a mediano plazo.Rodrigo, que la conocía bien, intervino para suavizar un poco la situación.—Oye, Javi, acuérdate que todavía debes tres tragos, ¿eh? Vente, vente…Mientras hablaba, se levantó y se llevó a Javi, no sin antes lanzarle a Valeria una mirada cómplice, como presumiendo su hazaña.Valeria le devolvió un guiño y, copa en mano, se acercó a Damián Figueroa.Justo cuando iba a hablar, la mujer al lado de Damián se le colgó del brazo.—Ay, Damián, no me siento muy bien… ¿Me sobas aquí, porfa?Mi
El alboroto en esa zona privada atrajo las miradas de todos los presentes. Valeria, antes tan pendiente de no incomodar a Patricio, rara vez bebía en ese círculo social.Para muchos era la primera vez que la veían tomar así, y no tardaron en acercarse a bromear.—¡Vaya, Valeria! Qué detalle que nos acompañes así.«Qué fastidio», pensó ella, poniendo los ojos en blanco en su imaginación.Pero por esos millones en juego, no le quedaba de otra que seguirles la corriente.Dejó el vaso sobre la mesa, esbozando una sonrisa forzada mientras miraba a Damián Figueroa.Él, sin embargo, ni se inmutó. Valeria tomó otro vaso y se lo bebió de un trago. Era un vaso grande y, con la prisa, el licor ámbar se deslizó por la comisura de sus labios.El líquido oscuro trazó un camino desde su boca hasta el mentón, continuando por la piel clara de su cuello.Finalmente, resbaló por su clavícula hasta perderse en la curva generosa de su escote.En ese instante, todas las miradas estaban fijas en Valeria. Nad
Damián alzó una ceja al mirarla.—¿Sí?—Dame uno, por favor —pidió Valeria.Necesitaba un cigarro para serenarse; le temblaba todo el cuerpo sin control.Damián guardó silencio un instante, observándola con una chispa de interés en la mirada, antes de darse la vuelta e ir a su carro por un cigarro para ella.—¿No debería llamar primero a una ambulancia para el joven Garza, señorita Rivas?Los dedos de Valeria se detuvieron por un segundo. Encendió el cigarro y dio una larga calada, intentando recuperar la calma antes de sacar el celular y marcar el número de emergencias....Cuando llegó la ambulancia, Damián ya se había marchado.Al irse, dejó sobre el asiento del copiloto un cheque por cincuenta mil dólares. Dijo que era para cubrir los gastos médicos y los daños.Ya más tranquila, Valeria pensó que Damián no podía ser tan despistado. Con lo enorme que era el estacionamiento, ¿era posible que hubiera chocado justo contra el carro de Patricio por accidente?«¿Desde cuándo ocurren esas
Camila jugueteaba inquieta con el borde de su servilleta.—Papá, no digas eso de Vale…Valeria la interrumpió, esbozando una sonrisa.—Bueno, gracias, hermanita. Qué considerada eres.Se sentó a la mesa con un aire despreocupado, una sonrisa perfectamente cortés dibujada en los labios.—Papá, con todo respeto, pero creo que te equivocas. Camila vive aquí gratis, ¿no es así? Algo tendrá que hacer para ganarse el techo y la comida, digo, para que se sienta cómoda.En cuanto terminó de hablar, las expresiones de Regina y Camila se llenaron de disgusto. Sin embargo, Regina se recompuso al instante y le sonrió a Arturo.—Claro que sí, Arturo. Vale tiene toda la razón.El semblante de Arturo Rivas se tornó sombrío. Giró la cabeza y fulminó a Valeria con la mirada.—¡O comes o te largas de aquí!Pero la sonrisa de Valeria se ensanchó, volviéndose casi radiante.—¿Y por qué no habría de comer? Estoy en mi casa, ¿o no? A ver si no se la acaban toda… esta gente.La indirecta era clara.Luego se
Era Rodrigo. Le avisaba que había una reunión esa noche y que Damián también asistiría.Le preguntó si iría.—Obviamente —respondió ella.Valeria siempre había tenido una cualidad admirable: se crecía ante la adversidad. Mientras Damián no rechazara explícitamente su propuesta de colaboración, ella no pensaba darse por vencida.Rodrigo le mandó la dirección. Valeria le echó un vistazo rápido y, sin perder tiempo, fue directo al baño. Se dio una ducha veloz, se maquilló con esmero y se puso rumbo al lugar indicado.Bajó las escaleras con el contrato y la propuesta en mano, justo a tiempo para encontrar a su madrastra y hermanastra cuchicheando en el sofá.—Mamá, si Pato de verdad quiere casarse con Valeria, ¿qué voy a hacer yo?Regina dejó salir una risita burlona.—¿De qué te preocupas, hija? Conmigo aquí, ¿qué puede pasar? Además, tú no…—Disculpen —interrumpió Valeria, apareciendo frente a ellas—. La próxima vez que quieran planear cómo robarle el marido a alguien, busquen un rinconc
Al notar la mirada de Damián, Valeria recordó de pronto lo de aquella noche.Sintió que le ardían las mejillas.Pero él mantenía su aire distinguido, el gesto impasible, y en sus ojos no había ni rastro de deseo.Era imposible llamarlo siquiera descarado.Valeria carraspeó con suavidad y continuó:—La ventaja es que, aunque nuestra agencia es pequeña, si firmamos este contrato, nos dedicaremos en cuerpo y alma a su proyecto. Le podremos brindar una atención mucho más especializada y personal.Le echó un vistazo rápido, pero la expresión de Damián seguía inalterable.«Qué pesado», pensó Valeria, volteando los ojos en su imaginación, y añadió:—Además, ¡haremos todo lo posible por satisfacer cualquier requisito que usted tenga!Por fin, hubo un ligero cambio en la expresión de Damián.—¿Ah, sí? ¿Cualquier requisito?Valeria asintió con aparente sinceridad, pero su mirada se topó con los ojos insondables de él.Damián no dijo nada más. Sus dedos tamborileaban sobre el brazo del sofá con u
Pasó un buen rato antes de que la puerta de la habitación se abriera desde el interior. Cuando Damián Figueroa vio a Valeria, no mostró sorpresa alguna.Daba la impresión de que esperaba su llegada.Ya se había duchado y solo llevaba puesta una bata de baño blanca, de estilo cruzado, con el cinturón atado sin apretar demasiado.Aquello permitió a Valeria entrever con facilidad la definición de sus pectorales.Damián era alto y, aunque habitualmente vestía trajes hechos a medida que le daban una apariencia esbelta, era evidente que tenía un físico musculoso bajo la ropa.Quizás hacía ejercicio con frecuencia; tenía pectorales y abdominales bien definidos, un tipo de cuerpo que sin duda atraería miradas.Al verla, no pareció extrañado.—¿Ya te decidiste?Valeria apretó los labios y le entregó el contrato.—Tengo una condición: necesito el dinero en la cuenta hoy mismo.—Y.… bueno, solo será por un mes. Y esto tiene que mantenerse en secreto.Damián no dijo nada, solo esbozó una media son
Que Valeria le hablara con una amabilidad poco común provocó que el gesto de Arturo Rivas se distendiera a ojos vistas.—Desayuna —dijo él—, y después me acompañas a salir.Valeria se sentó y lo miró arqueando una ceja.—¿A dónde?Arturo Rivas hizo mala cara.—Cuando lleguemos, te enteras.Valeria musitó un «ah» sin añadir palabra. Al voltear, vio a Camila enfrente, con gesto contrariado, y su propia sonrisa se ensanchó con picardía.…Pero la alegría le duró poco; su semblante se nubló.—Papá, ¿para qué me trajiste aquí?Valeria miró el edificio del hospital frente a ellos y se volteó hacia Arturo.Era el Hospital Ángeles, donde había estado internado Patricio. Justo por temor a encontrárselo, Valeria llevaba tiempo sin visitar a Carmen, temerosa de un encuentro fortuito con Patricio.No era miedo, por supuesto. Sencillamente le resultaba… desagradable encontrárselo.Al darse cuenta de que Arturo la había llevado justo allí, su expresión volvió a ensombrecerse.«Con razón», pensó. Aho
Valeria apretó los labios y sentenció con una ligereza hiriente:—Ah, ¿y tú cómo sabes? ¿Te metiste bajo su cama y los oíste decir que no tienen nada?Arturo se quedó sin palabras.Valeria siempre había tenido una lengua viperina, pero, aunque antes respondía con dureza, nunca había sido tan cruel como ahora.Esta vez, sus palabras lo sacaron de quicio.Aprovechando que su padre aún no asimilaba el golpe, Valeria dio media vuelta, subió las escaleras con rapidez y cerró furiosa la puerta de su habitación.—¡Pum!—Arturo tardó un segundo en reaccionar. Se llevó una mano al pecho, pálido de ira.—¡Qué hija tan insolente! ¡Es una malagradecida!Camila se acercó de inmediato para socorrerlo, con los ojos llenos de lágrimas.—Perdón, papá. Ya no voy a ir a ver a Pato, para que Vale no piense mal…—Pero te juro que no hice nada —sollozó, con el rostro bañado en lágrimas.El corazón de Arturo se ablandó al instante. Suspiró aliviado.—Sé que eres una buena niña. No le hagas caso a lo que dice
El semblante de la señora Figueroa se iluminó de golpe y dijo sonriendo:—Oye, Damián, fíjate que Jimena Prado, la hija de tu tío, acaba de regresar del extranjero. Deberían verse en estos días.Era evidente que la señora Figueroa lo estaba presionando para que sentara cabeza.Valeria no pudo evitar pensar que era irónico; ni siquiera un hombre tan exitoso y cotizado como Damián Figueroa se salvaba de la presión familiar para casarse.«Qué cosas...»Damián miró instintivamente hacia donde se escondía Valeria y quedó pensativo.—Mamá, yo sé lo que hago con mi vida. No tienes por qué guiarme.La expresión de la señora Figueroa volvió a nublarse.—Ay, Damián, solo me preocupo por ti.—Jimena es encantadora, ¿sabes? Acaba de regresar de su doctorado, es muy guapa... Mucho mejor que... bueno, que esas compañías que a veces frecuentas.—Si tú te casaras, yo ya podría estar más tranquila.A Valeria, que hasta ese momento casi disfrutaba del espectáculo familiar ajeno, se le borró la sonrisa.
En ese ámbito, Damián Figueroa siempre había sido implacable y de pocas palabras.En cuestión de segundos, Valeria cedió sin oponer resistencia; incapaz de seguirle el ritmo, simplemente se dejó llevar.Pero al instante, él le sujetó el mentón con firmeza, su mirada dura clavada en ella.—Concéntrate o da por terminado el contrato.—...Valeria se lamentaba por dentro, pensando que se había metido con una verdadera bestia, pero no le quedó más remedio que reunir sus fuerzas y seguirle el juego.Al terminar, Damián Figueroa se levantó de la cama.Con una toalla envuelta en la cintura, la observó. Quizá la luz era demasiado tenue, porque ella no lograba descifrar la emoción en los ojos de Damián.La verdad es que tampoco buscaba entenderlo. Calculaba en silencio los días que faltaban: poco más de veinte.Aguantaría.Justo cuando Damián se daba la vuelta para ir al baño, Valeria se incorporó y lo tomó de la mano. Sus grandes y bonitos ojos parpadearon con un aire de estudiada inocencia.—
La asistente observó a Valeria con asombro. No era para menos. Ya antes cantidad de mujeres habían intentado ver al señor Figueroa, pero ninguna lo había conseguido; ella misma se encargaba siempre de negarles el acceso. Esperar un día entero era inútil; podían quedarse diez y el resultado sería el mismo, con el riesgo añadido de terminar siendo escoltadas fuera por los guardias.—Señorita Rivas, el señor Figueroa dice que puede pasar.Cuando Valeria entró, Damián Figueroa estaba inclinado sobre el escritorio, revisando unos documentos. La luz cenital caía sobre él, bañándolo en un resplandor que acentuaba su aire impersonal, casi inalcanzable.Gracias a la gruesa alfombra, sus pasos apenas se oyeron al entrar.Sin embargo, antes de que Valeria pudiera decir nada, Damián habló sin levantar la vista.—¿Qué buscas?Al oírlo, Valeria no pudo evitar pensar con rabia: «Imbécil. Sabe perfectamente a qué vengo y todavía pregunta.»Pero sabía muy bien que no podía permitirse el lujo de enemist
Valeria lo interrumpió en seco.—Ay, no digas tonterías, Rodrigo. Y ni lo menciones delante de mí.Tomó un sorbo de su café antes de continuar.—Lo necesito para otra cosa. Pásame su contacto, ¿por fa?No le dijo exactamente para qué, pues, al fin y al cabo, se movían en los mismos círculos y Rodrigo era incapaz de mantener un secreto. Valeria prefería no complicar más las cosas hasta que todo estuviera claro.Rodrigo asintió.—Ok.Se pasó la mano por el pelo corto, casi a rape, y como si recordara algo, añadió:—Oye, supe que Patricio estuvo en el hospital estos días y que tú ni pasaste a saludarlo. ¿En serio ya no piensas volver con él?Valeria lo miró de reojo.—¿No te dije que no lo mencionaras?Rodrigo suspiró resignado.—Pues es que, no sé... qué vueltas da la vida. Antes eras tú la que andaba todos los días detrás de Patricio como loca, y ahora parece que es él quien te busca. Sus historias de Instagram últimamente... ni las quiero ver, pura cursilería.—Ah, y también en Twitter
Al volver a la mansión Rivas después de dejar aquella cama ajena, Valeria se encontró con Regina.A esa hora, Arturo y Camila ya se habían marchado a trabajar, así que Regina estaba sola en la casa.Valeria recordó la información que le había brindado el desconocido el día anterior y su mirada se endureció.Regina, sin captar la intención en sus ojos, se acomodó un mechón de cabello sobre el pecho y, fingiendo amabilidad, le sonrió.—Vale, ¿otra vez pasaste la noche afuera?Suspiró.—Ay, qué difícil es ser madrastra… Si te digo algo, te molestas. Pero dime tú, ¿qué señorita de buena familia anda pasando las noches por ahí? Con razón tu papá se molesta tanto.Por una vez, Valeria no respondió de inmediato. Se quedó observando detenidamente la pijama de seda que llevaba Regina y solo entonces esbozó una sonrisa irónica.—Sabes, Regina, creo que esa ropa no te favorece mucho.—Me acuerdo de cuando eras la cuidadora de mi mamá… la ropa que usabas entonces sí que te sentaba mejor.Lo dijo e
El llamado "lugar de siempre" era el hotel donde me había visto con Damián por primera vez; una propiedad más de la familia Figueroa.Cuando llegó, Damián aún no estaba. Seguramente él había avisado en la recepción, porque la encargada la acompañó directo al elevador y le abrió la puerta de la suite sin hacer ninguna pregunta.La vez pasada había llegado y se había ido con tanta prisa que apenas había reparado en los detalles. Ahora notaba que la suite estaba perfectamente equipada, con todo lo necesario hasta para quedarse a vivir; sin duda alguna, era un lugar donde Damián se quedaba con frecuencia.Se dirigió a la pequeña cava empotrada en la pared, tomó una botella al azar y se sirvió una copa generosa.Apuró la bebida de un sorbo y dejó escapar un largo suspiro, intentando liberar la tensión acumulada.Pero la imagen de su madre, Susana, en su lecho de muerte le asaltó la mente sin piedad.Ella estaba apenas en el último año de colegio, en el umbral de la vida adulta, cuando su ma
Por fin, una mueca apareció en la expresión de Valeria.Pero fue solo un instante; enseguida recuperó la compostura.—Pues de una enfermedad, ¿de qué más iba a ser?—Tsk, se nota que la señorita Rivas es bastante ingenua. Tantos años y ese par de arpías le vieron la cara sin que usted siquiera se lo oliera.Valeria levantó la vista.—¿Qué quieres decir?—Je. Cuando su mamá estaba en el hospital, Regina Solís era su cuidadora.Dijo sin titubeos el tipo.Valeria mostró un poco de sorpresa.—Vaya, estás bien informado.Era cierto. Cuando su madre enfermó, Regina Solís se encargó de cuidarla.Regina había sido la cuidadora recomendada por el médico tratante de su madre. La verdad es que se había esmerado mucho en su labor; incluso a ella, en aquel entonces, le había caído muy bien.Tanto caso le hizo en ese tiempo que no dudó en pedirle a su padre que transfiriera a Camila, quien entonces todavía llevaba el apellido Solís, a su misma escuela.Todo porque Regina le contó que su hija sufría