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Capítulo 3

Author: Roberto Pons
Tras regresar a casa, saqué mi teléfono y vi que había notificaciones en el chat del grupo familiar.

La razón no era otra que Juan Torres había pospuesto una vez más nuestra boda.

Amigos y familiares me preguntaban el motivo, y las llamadas de mis padres no cesaban.

Despúes de que estos me escucharan decir que esa vez había tomado la decisión de casarme con otra persona, se quedaron atónitos, ya que mejor que nadie sabían el amor que sentía por Juan.

Desde pequeños, éramos amigos inseparables, y no hacía falta mencionar el tiempo que estuve detrás de él queriendo conquistarlo.

-¿De verdad te has decidido, Sara? Si es así, ¡te presentaremos a alguien mejor!

-Mamá, esta vez te haré caso. Si es posible, que la boda no se cancele y siga adelante como lo planeado.

Mis padres entendieron mis intenciones.

Después de colgar, se pusieron con los preparativos de la boda.

Algunos amigos también vieron la publicación de Juan posponiendo la boda y comenzaron a preguntarme.

Para resolverlo rápidamente, decidí hacer también una publicación en mis redes sociales:

“¡La boda sigue adelante!”

Poco después, mi teléfono comenzó a sonar sin parar: era Juan Torres.

Apenas se conectó, escuché sus gritos:

-¿Sara López, no me escuchaste? ¡He dicho que la boda se pospone! ¿Qué significa eso de que sigue adelante? ¿Acaso te hace feliz que llegado el día de la boda, no aparezca el novio y seas el hazmerreír ante todos?

Al otro lado del teléfono también se escuchaban sollozos de vez en cuando.

No necesitaba evidencias para saber que la razón del enojo de Juan era porque Ana Flores estaba llorando.

-No te preocupes, Juan, ve a la boda. Yo puedo quedarme sola en el hospital. No tienes que pensar en mí, ¡como mucho pasaré el resto de mi vida sin bailar!

Las palabras aparentemente conciliadoras de la chica no hicieron más que echar leña al fuego, ya que hicieron que este perdiera por completo la razón.

No me dejó decir nada más antes de colgar abruptamente.

Más tarde, mientras dormía profundamente en la cama, de repente sentí como si me elevaran en el aire y luego me estrellaban violentamente contra el suelo.

Un dolor agudo en la espalda y en la nuca me atravesó de inmediato, era una sensación punzante y vertiginosa.

Pasó un buen rato antes de que pudiera abrir los ojos.

Vi a Juan con los ojos llenos de furia, agarrando mi muñeca con fuerza, y tirando de ella, arrastrándome por el suelo.

Forcejeé, golpeé sus brazos, pero este permaneció impasible.

Me llevó hasta la sala y logré enganchar mis pies en el sofá para detenerlo.

Pero antes de que pudiera ponerme de pie, un dolor intenso me recorrió el cuero cabelludo.

Juan me agarró del pelo y me levantó con fuerza.

A mis oídos llegó su respiración agitada y una advertencia helada:

-He dicho que la boda se pospone, ¿me has oído? ¡No me ha gustado nada tu comportamiento! ¡Deberías saber que no me gustan las mujeres desobedientes!

Por el dolor incessante que sentía y la sangre que emanaba de mi cabeza y caía por mis mejillas, apenas tenía fuerzas para replicar.

-Entiendo, nuestra boda no se llevará a cabo.

Mi voz era tan débil como el zumbido de un mosquito, sin fuerza alguna.

Al escuchar la respuesta que deseaba, Juan me soltó satisfecho, dejándome desplomada en el suelo.

Con la mano manchada de mi sangre, apartó los mechones de mi frente.

-Así me gusta, mi querida Sara. Tranquila, en cuanto Ana se recupere de la lesión en el pie, ¡volveré a considerar el asunto de la boda!

Él me levantó con suavidad y me acostó en la cama.

Al ver los rastros de sangre en mi cuero cabelludo, sus ojos se enrojecieron.

Con la voz entrecortada y llena de culpa, dijo:

-Lo siento, Sara, soy un desastre. No debería haber sido tan impulsivo y lastimarte. ¿Qué tal si me golpeas para desahogarte? ¡No me resistiré!

Antes de que terminara de hablar, sonó su teléfono: era Ana Flores.

Al ver su expresión indecisa, esbocé una sonrisa vacía y lo empujé fuera de la habitación.

Me sentía como si hubieran clavado un cuchillo en mi corazón sin reparo alguno.

Mientras que no mencionara el tema de la boda, él podía ser tierno y cariñoso, mostrándome un amor profundo.

Pero cuando decía algo relacionado con el tema, ¡parecía querer matarme!
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