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Capítulo 4

Author: Roberto Pons
Después de que Juan Torres se fuera, también fui al hospital para revisar mis heridas.

No sabía si era por la pérdida excesiva de sangre, pero al subir las escaleras del hospital, casi me desmayé.

Por suerte, un médico me sostuvo a tiempo y con una expresion preocupada me preguntó:

-¿Estás bien?

Aturdida, al principio pensé que era Juan, pero al escuchar su voz, supe que no era él.

Levanté la vista para mirarlo; aunque no me sonaba haberlo visto antes, me resultaba familiar.

-Aguanta un poco, Sara, te llevaré a hacerte un chequeo de inmediato.

Su voz me transmitió mucha tranquilidad.

Ya no pude resistir más, cerré los ojos, exhausta.

Cuando los abrí, ya estaba acostada en una cama.

El hombre que estaba sentado frente a mí me dio un vaso de agua y me dijo:

-¿A que no me reconociste? Soy Marcos Lorenzo, ¡podría decirse que soy tu prometido!

Al escuchar esa última palabra, finalmente caí en la cuenta.

Me parecía familiar porque lo había visto en las fotos que mis padres me habían enviado anteriormente.

Ese día en el hospital, hablamos mucho.

Él me preguntó sobre mis heridas, y yo le dije la verdad, incluso le conté la complicada relación entre Juan y yo.

No sé si fue mi imaginación, pero cuando terminé de hablar, la mirada de Marcos estaba llena de compasión.

Él también me contó sobre su vida, y eso me hizo recordar cosas del pasado.

De pequeña, mis padres a veces traían al hijo de los vecinos a pasar unos días en casa, y a mí,

me encantaba seguirlo a todas partes.

Pero poco después, esa familia se mudó, lo que me entristeció mucho.

De vuelta a la realidad, después de confirmar que no tenía lesiones graves, me dieron de alta.

Durante ese tiempo, Juan no me llamó ni una sola vez; sin embargo, el día en el que me iba a ir del hospital, coincidí nuevamente con Ana y Juan.

¡Qué irónico!

Este último sostenía con cuidado a la joven.

Y yo, con la cabeza vendada, caminaba sola con cuidado.

De repente, escuché su voz detrás de mí.

Juan me agarró de la muñeca, con una expresión llena de culpa y remordimientos.

-¿Sara, por qué no me dijiste que estabas hospitalizada? ¡Podría haber venido a cuidarte!

Ana Flores se acercó y lo tomó del brazo con naturalidad.

-Eso, si hubiera sabido que estabas hospitalizada, le habría pedido a Juan que te acompañara. No se siente bien estar sola en el hospital, es muy desconsolador. ¿O acaso le estás ocultando algo y no quieres que lo sepa?

Al oír eso, fruncí el ceño.

Aunque sabía que ella lo decía sin mala intención, sus palabras tocaron una fibra sensible.

Por suerte, Juan también pareció incomodarse, ya que frunció el ceño y la regañó.

-No digas tonterías, Ana, ¿cómo podría Sara ocultarme algo?

Esta sacó la lengua con arrogancia, el otro, en cambio, solo le sonrió con ternura.

Al ver cómo interactuaban, parecía que nadie más existía aparte de ellos.

Las manos de la joven no se separaron ni un segundo.

En mi interior, supe claramente que nuestra historia había llegado a su fin, y que nunca volvería a ser como antes.

Asintiendo con seriedad, seguí el hilo de lo que Ana había dicho.

-Tiene razón, efectivamente estoy ocultándote cosas. ¡Me voy a casar, pero el novio no eres tú!

Juan Torres se quedó paralizado, mientras su acompañante comentaba con sarcasmo:

-Sara, no lo provoques. Sé que no te agrado, que estás enojada con él y que solo quieres molestarlo. Si es necesario, me voy. Por favor, ¡no discutan por mi culpa!

Aunque dijo eso, no se separó del joven ni por un momento, aparte de eso, arqueó ligeramente las cejas, con una actitud desafiante.

Juan la defendió, visiblemente molesto, conteniendo su furia.

-¿Sara, acaso el castigo de la otra vez no fue suficiente? ¡Te dije que pospusiéramos la boda! ¿Aun así, insistes en hacerme enojar?

Me miró con el rostro sombrío, sus ojos estaban llenos de una furia contenida.

Justo cuando iba a responder, Marcos apareció de repente, con una sonrisa en los labios.

-¿Sara, estabas esperando a que saliera del trabajo? ¡Entonces ya podemos irnos!
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