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Capítulo 2

Author: Roberto Pons
Sin decir nada más, di media vuelta y abandoné el hospital.

Mientras esperaba un taxi en la calle, no esperaba ver a Juan salir corriendo tras de mí.

Su mirada mostraba una leve preocupación, e intentando calmarme con un tono suave, dijo:

-Sara, lo de hoy fue un accidente, no puedes culpar a Ana. Además, nuestra boda puede celebrarse en cualquier momento, ¡no te preocupes por eso!

La ira que con tanto esfuerzo había logrado contener volvió a salir a la superficie con sus palabras.

Lo miré con una sonrisa fría y respondí con sarcasmo:

-Si no es culpa suya, entonces es tuya. ¡Al fin y al cabo, eres tú quien ha pospuesto nuestra boda una y otra vez!

Juan Torres sonrió un poco avergonzado; su mirada estaba llena de ternura y un atisbo de remordimiento.

-Lo sé perfectamente, pero Ana se encuentra sola en esta ciudad. ¡Como su amigo, no puedo simplemente abandonarla a su suerte! Tú siempre has sido amable y comprensiva, ¡deberías entender la decisión que he tomado!

El hombre habló con grandilocuencia, aparentando ser el hombre perfecto. Sin embargo, sus palabras hicieron que me mordiera el labio con tanta fuerza que el sabor de la sangre se expandió por mi boca.

No era la primera vez que Juan se ponía del lado de Ana y la cuidaba.

Incluso el acto de pelar una manzana con esmero y dulzura era un gesto que solo estaba destinado a ella.

Y para mí, solo había manipulación psicológica, haciendo todo lo posible por que pensara que yo no me merecía nada bueno, haciéndome sentir ansiedad y culpa.

Una vez, tuve una fiebre muy alta y lo llamé en la noche para que me llevara al hospital.

Por desgracia, él justamente estaba inmerso en una conversación con Ana.

Dijo que la joven estaba pasando por un momento emocional difícil, y que necesitaba su orientación, así que no podía ignorarla.

Me pidió que fuera al hospital por mi cuenta, y aun así, tuvo el descaro de decir:

-Sara, ya eres una persona adulta, deberías aprender a valerte por ti misma y no depender siempre de los demás. Si te acompaño al hospital y Ana hace algo y se lastima, ¿no te sentirías culpable?

Pero cada vez que estábamos a punto de celebrar nuestra boda, si ella lo llamaba, él corría a su lado inmediatamente.

De no ser porque no tenía alas, quizás habría deseado poder volar hasta su lado al segundo siguiente.

Me decía que no debía depender de él, pero él mismo anhelaba que ella lo hiciera.

Y además diría:

-¡Ana me necesita, como está sola, debe estar muy asustada!

Al recordarlo, no pude evitar reírme con sarcasmo.

-No lo entiendo ni lo comprendo. ¡Solo sé que una vez más has pospuesto nuestra boda! Juan Torres, ¡se acabó!

Hice señas a un taxi para que se detuviera.

Él agarró mi mano, queriendo detenerme, pero me liberé.

El rostro de Juan se ensombreció al instante, y gritó con voz gélida:

-Sara, no digas tonterías. ¡Estas palabras las has dicho mil veces, ya estoy harto de oírlas! Además, ¿quién te querría aparte de yo? Sé que esta vez fue por mi culpa, pero tranquila, ¡la próxima vez nuestra boda se celebrará al fin!

Tras escuchar sus promesas vacías y supuestos intentos de consuelo, no pude contenerme más y apreté los dientes con fuerza.

Hasta el taxista que me llevaba comentó:

-Señorita, ese tipo te está manipulando psicológicamente, ¡no dejes que alguien como él te engañe!

De repente, las lágrimas en mis ojos por fin se desbordaron.

Hasta un taxista había podido ver la verdadera faceta de Juan en apenas unos segundos.

¡Pero a mí me había llevado diez años!
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