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Valeria se quedó confundida un instante.Le dedicó a Damián una sonrisa dulce.—¿Listo?Él la observó con los ojos entrecerrados un momento. Justo cuando ella empezaba a sentir cómo se le aceleraba el corazón por su mirada, él entró con pasos firmes.Sofía se hizo a un lado.Él la miró con seriedad, recorriéndola con la vista de arriba a abajo.—Ya tengo que irme. Si necesitas algo, llámame.Valeria asintió y con una sonrisita le dijo:—Te lo agradezco.Siempre era así: por fuera parecía alegre y extrovertida, pero en realidad mantenía distancia con todo el mundo. Incluso con Damián, con quien ya se había acostado varias veces, su tono era muy seco.Él tensó la quijada, asintió con un breve gesto y se fue.Sofía se acercó con timidez a la cama de Valeria.—Creo que se enojó.Valeria levantó la vista hacia ella.—¿Se enojó? ¿Por qué?Sofía se quedó sin palabras.—No sé… no sabría decirte. En fin, olvídalo. Mejor te llevo a que te hagan los estudios.Ayudó a Valeria a pasarse a la silla

Arturo miraba a Valeria con desaprobación, pensando que era demasiado interesada.Ella se dio cuenta a la perfección, pero no le importaba la opinión de su padre.En realidad, no iba a permitir que Construcciones Metrópoli se hundiera. Después de todo, era el fruto del esfuerzo de su madre.Sin embargo, su padre solo tenía ojos para Regina y su hija. No pensaba ser tan ingenua como su madre, trabajando para que otros disfrutaran de los beneficios.Él pareció meditarlo. Arrugó sus pobladas cejas y la observó con sus ojos, que aún conservaban un aire imponente, como si estuviera calculando los pros y contras.Ella no tenía prisa. Se recostó en la cama.—No hay problema. Piénselo con calma. Yo voy a descansar.A fin de cuentas, la urgencia no era suya.Arturo se levantó, con una mueca de fastidio.—Tal vez… podría funcionar lo que propusiste. Pero tienes que prometerme una cosa.Su postura era la de alguien que concede un favor, no la de quien negocia, y eso molestó mucho a Valeria.Aun a

El tono de Valeria carecía de amabilidad.Desde que lo conocía, parecía que nunca le había hablado a Damián con esa sequedad.Él la miró, alzando la mirada por un segundo.—De acuerdo.Era un hombre orgulloso; para él, una sola vez era suficiente.Intuía lo que pasaba por la mente de ella, así que prefirió no decir nada más.Lo que ella no imaginaba era el precio que terminaría pagando por sus palabras de ese día.***Después de que él se fue, pasó casi una semana sin que volviera a visitarla.Valeria supuso que estaba enojado. El día que le dieron el alta, revisó su celular y confirmó sus sospechas: no le había mandado ni un solo mensaje en toda la semana.Se mordió el labio, preguntándose si ya habría caído de su gracia.Estaba pensando en todo eso cuando Sofía entró con una carpeta llena de papeles.—El doctor dijo que ya te puedes ir.No cabía en sí de la felicidad. No era de las que se quedan quietas, y una semana en el hospital había sido una tortura.Poder irse, por supuesto, la

Valeria la observó, encontrando la situación bastante curiosa.—¿Y a mí qué me importa su hijo? Yo no soy su madre. En lugar de venir a chantajearme con sentimentalismos, mejor le hubiera conseguido un buen padre desde el principio.Siempre había sido directa, sin rodeos.Tenía la pierna herida, así que estaba recargada en la silla con una postura desenfadada, como si en lugar de estar en una estación de policía, estuviera de vacaciones en la playa.A su lado, Damián la miraba con curiosidad. Reclinó su esbelta figura en el respaldo y se llevó una mano al mentón, acariciándolo con gesto pensativo.No le quitaba la vista de encima. Incluso su expresión, por lo general seria, pareció suavizarse cuando sonrió.Como si estuviera disfrutando de un espectáculo privado.Pero Valeria no se percató de su reacción; toda su atención estaba fija en la mujer que tenía enfrente.Mientras tanto, calculaba sus pérdidas.Nunca le había gustado perder, y esta vez los daños eran considerables. Tan solo e

Fue hasta ese momento que Patricio se percató de la presencia de Damián. La bruma del alcohol que nublaba su mente se disipó de golpe, dejándolo casi sobrio.—¿Otra vez tú?El magnate lo miró de arriba abajo con actitud de superioridad.—Vaya, qué leal eres a tus sentimientos, Patricio.Este arrugó la frente. Aún no podía creer que Valeria estuviera con ese hombre. Después de todo, era más que claro lo mucho que ella lo había amado.Se puso de pie, quedando a la misma altura que su rival.—¿Para qué te metes en lo que no te importa? Esto es algo entre ella y yo.—Ah, ¿sí? —Damián le dedicó una sonrisa astuta.Su cara, ya de por sí atractiva, resultaba casi hipnótica cuando sonreía de esa manera.—Parece que no estás enterado… ella y yo ya…Dejó la frase en el aire a propósito, permitiendo que la imaginación de su interlocutor hiciera el resto.Su expresión cambió. Su mirada iba de ella a Damián y de vuelta, no lo podía creer. Al final, se clavó en ella.—¿Es cierto lo que dice?Valeria