El rostro de Valeria se fue enfriando gradualmente.—Señor Urquiza, sin importar lo que hayan acordado esa pareja hoy, yo no estoy enterada ni me interesa.—Así que mejor regrese a seguir comiendo, no necesito que nadie me acompañe.Dicho esto, abrió directamente la puerta del conductor y se subió al auto.Pero Antonio, que rara vez veía a Valeria, no iba a dejarla ir así como así. Como un chicle pegajoso, sin ser invitado abrió la puerta del copiloto del auto de Valeria y se subió.Solo que el espacio del auto deportivo era limitado, y él era gordo, por lo que al sentarse se veía encogido y algo ridículo.—Señorita Rivas, solo quiero ser su amigo, ¿por qué corre tan rápido? —dijo Antonio abrochándose el cinturón por su cuenta.Valeria frunció el ceño y lo miró. Justo cuando pensaba qué hacer, por casualidad vio con el rabillo del ojo que al lado de su lugar de estacionamiento había otro auto.Ese auto no era de cualquiera, era de Damián.Valeria no esperaba tal coincidencia, pero supo
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