Jimena levantó la vista y se quedó paralizada.En la torre, el emperador observaba desde lo alto, con aire arrogante.Sostenía un arco y su mirada era seria y penetrante.Su cara, tan atractiva, mostraba una ira feroz.Todos sabían que el emperador era un gran arquero, que no fallaba.Las tres flechas que lanzó antes pudieron haber dado en Jimena.Fue una advertencia clara.Si retrocedía, vivía.Si avanzaba un paso más, moría.Claudio bajó el arco, separó los labios un poco y dijo:—Quien se oponga, será eliminado sin piedad.—¡Como ordene!Cuando Jimena vio al emperador, empezó a sudar frío.Ya entendía su destino.Para escapar, haría lo que fuera.Los Milites Aquilae eran guerreros hábiles, pero no podían contra todo un ejército.Además, ya estaban en desventaja.Los guardias que trajo Claudio los rodearon en seguida.Los Milites Aquilae solo pensaban en proteger a Jimena.—¡General, rápido!Jimena no quitaba la mirada de la puerta.Seguía abierta.Era su única salida.Pero afuera la
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