En un instante, Claudio sintió como si un rayo lo hubiera partido en dos. ¿Qué hacía ella?Su cara se relajó de golpe, como si de repente se le quitara un peso de encima. Sintió alivio, con la vida regresándole al cuerpo; en el pecho, algo que tenía dormido despertó y se encendió.Esa vez, fue ella quien se quitó la máscara. "¿Acaso por fin estaba dispuesta a ser sincera con él?"Claudio la agarró de la nuca y la besó con más pasión. Ella no lo apartó, y eso lo animó todavía más.Le ardía el corazón; la tomó de la cintura con una mano, la sentó en la mesa y, sosteniéndola con fuerza, siguió besándola sin dejarle espacio para escapar.Para su sorpresa, Serafina lo sujetó del cuello. El beso, cargado de deseo, Claudio creyó que iba a ser el último; sin embargo, no pudo detenerse.Sentía que iba a enloquecer. ¡Ella era su emperatriz! ¿Por qué iba a entregarla a otro? Si después llegaban otros, no importaba: cada quien debía ganarse su lugar.Su beso se volvió feroz, dominante. Al final,
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