Hacía años que no le dolía así, sentía como si le estuvieran dando de martillazos en la cabeza.No podía tomar la medicina, y aunque Miguel le estuvo dando masaje un buen rato, el dolor seguía igual de intenso.Hasta veía doble.Javier ya no supo ni qué hacer y, de mala gana, terminó marcándole a Mariana para pedirle la receta.—Lo sentimos, el número que marcaste...La cara de Javier se puso negra, y se acordó que lo tenía bloqueado.Colgó y extendió la mano hacia Miguel.—Pásame tu teléfono.Miguel, viendo la mala vibra de Javier, ni preguntó, se lo dio rapidísimo.Marcó el número de Mariana, que se lo sabía de memoria, y volvió a llamar.Esta vez sí entró la llamada y contestaron al toque.—¿Bueno, quién habla?La voz de Mariana, bien clara y bonita, como agüita fresca, le bajó un poco el coraje a Javier.Pero nomás se acordó de cómo lo había tratado ella y Claudia hace rato, y otra vez se enchiló.Así que su tono salió bien cortante.—Mariana, dime, ¿cuál es la receta del incienso
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