All Chapters of Ceniza en el Viento: La Huida de la Cenicienta Rebelde: Chapter 11 - Chapter 20

—¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? ¿No has descansado bien estos días? —preguntó Benjamín en cuanto vio que Valeria se cubría la nariz y tosía.A Valeria siempre le molestó el olor del cigarro, y con los días encerrada en esa oficina llena de polvo, ya estaba bastante afectada.Benjamín notó su incomodidad, giró la cabeza y vio a varios del grupo fumando. Frunció el ceño y alzó la voz:—Valeria es alérgica al humo. Apaguen esos cigarros ya.—¡Vamos, apaguen todo, rápido!—¿Quién empezó a fumar? Qué considerado, ¿eh?—Benja sí que está en otro nivel. Por la esposa, hasta deja el cigarro.—¿Quién dijo que lo dejó? Yo lo vi fumando hace unos días...Samuel le lanzó una mirada a Zacarías Hernández, intentando detenerlo, pero este no se inmutó:—¿Y qué? Igual ni escucha. Cada vez que viene, nos corta el rollo. Solo beber, cero diversión.Luego, Luciano García también soltó su queja:—Sí, sólo a Benja le parece adorable. ¡Ni siquiera escucha! Y encima hay que usar lenguaje de señas cada vez que

Valeria se encontraba medio sumergida en la tina, el cuerpo temblando por la mezcla abrasadora de frío y ardor. El agua helada la hacía tiritar, pero no le ofrecía alivio alguno. Su respiración era entrecortada, y cada célula de su cuerpo parecía suplicar por algo más que agua.Pero ella sabía muy bien lo que estaba en juego.No podía ir al hospital, no ahora. ¿Y si justo hoy había algún reportero en guardia? ¿Y si alguien la reconocía? Bastaba una foto, una sola imagen de ella en ese estado, acompañada de Lautaro Herrera —el rival directo de la familia Ortega en negocios—, y no habría mañana. Bastaría esa noche para incendiar todo el círculo social.Y aunque todos supieran que había sido Sergio quien la drogó, ¿de qué serviría? Ese tipo era capaz de voltear todo y acusarla a ella de provocarlo. Valeria sabía que si algo estallaba, la familia Ortega preferiría sacrificarla a tener que enfrentarse a los Valdés, quienes eran igual de poderosos.La impotencia la llenó de rabia. Ella no er

Benjamín abrazó con fuerza a Valeria, su rostro esculpido por líneas marcadas mostraba una culpa indescriptible.—Perdóname, Valeria. No te protegí como debía. Ese malnacido… voy a ir a hablar personalmente con su padre. ¡Esto no se va a quedar así!—Solo quiero dormir un poco —murmuró ella con voz apagada.Sentía como si el fuego que había ardido en su interior la hubiese dejado completamente vacía. Ahora no tenía ni una pizca de energía.—Claro… pero primero déjame secarte un poco, estás empapada. Si duermes así vas a resfriarte. En un rato iré al centro comercial a comprarte ropa nueva.Dicho eso, Benjamín la ayudó a incorporarse hasta dejarla recostada sobre el respaldo de la cama.—Pásame la toalla. Yo puedo hacerlo sola —le pidió Valeria, alejando suavemente su mano.Justo en ese momento, el teléfono de Benjamín vibró con insistencia. Valeria no pudo evitar notar el nombre en la pantalla: Julieta Montalvo.Curvó los labios con una sonrisa cargada de sarcasmo. Ni siquiera había pa

Valeria no tenía ningún ánimo para seguirle el juego, así que empujó la puerta de la oficina y se dispuso a entrar.—Ah, por cierto, Valeria —la voz aguda de Julieta se elevó de repente, captando la atención de todos en la oficina—. Ayer por la noche... ¿estás bien? Escuché que Sergio te drogó. Ya sabes que en familias como la de los Ortega, la reputación lo es todo. Aunque Benjamín y yo te creemos, deberías tener más cuidado. La pureza sigue siendo algo muy importante para una mujer.El tono deliberadamente alto atrajo todas las miradas. Valeria apretó el puño en la manija de la puerta, con las venas de la mano marcándose. Frunció el ceño con fuerza.¿Benjamín le había contado eso también a Julieta? ¿No se le ocurrió que estaba pisoteando su dignidad?¿No pensó en cómo se esparciría esa noticia si Julieta decidía hablar más? La esposa del señor Ortega, drogada por un rival empresarial, presuntamente abusada... los titulares no tardarían en copar las redes. Y una vez que eso pasara, no

—Olvídalo, tú estás muy ocupado con la empresa. Yo puedo ir sola —dijo Valeria mientras miraba de reojo a Benjamín.¿Qué sentido tenía que él fuera? Si su madre, desde el más allá, supiera en qué se había convertido él, seguramente no descansaría en paz.Pero Benjamín siempre había mostrado respeto por la madre de Valeria. Su expresión se volvió seria mientras prometía:—No. Mañana es el aniversario de su fallecimiento. Voy a hacer todo lo posible por ir.Valeria abrió la puerta de la oficina con un tono frío:—Haz lo que quieras.Al dar un paso afuera, lanzó una mirada hacia Julieta y alzó una ceja.—¿La señorita Montalvo no se va?—Traje los documentos del proyecto Oasis —respondió Julieta, señalando los papeles en sus manos—. Necesito hablar con Benjamín sobre los siguientes pasos.Valeria esbozó una sonrisa leve, cargada de ironía:—¿En serio? Pues tómense su tiempo.Estaba a punto de cerrar la puerta cuando escuchó la voz melosa de Julieta:—Benjamín, tú dijiste que esa pulsera er