Santiago se quedó atónito.—¡No mereces ser su padre!Valeria alzó la mano, una bofetada sonora cayó en la cara de Santiago:—¡Eres tan hipócrita! ¡Si no fuera por ti y Mariana, mi hijo nunca habría pasado por todo esto! ¡Esta bofetada es en nombre de mi hijo!¡Paf!, la segunda bofetada cayó:—¡Esta bofetada es en nombre de mi madre!¡Paf!, la tercera bofetada cayó:—¡Esta bofetada es por mí misma!Santiago bajó la cabeza, recibió las tres bofetadas de Valeria sin quejarse.Él, que siempre había sido orgulloso, ahora cabizbajo, las manos a los lados cerradas en puños.El pecho de Valeria subía y bajaba, respiraba agitadamente, si en este momento hubiera tenido un cuchillo en las manos, sin duda lo habría clavado en el pecho de Santiago.Lo odiaba, deseaba que desapareciera de este mundo inmediatamente.—Santiago, te llevaste a mi hijo, lo acepto, ¡pero no tienes derecho a quitarme también a mi hija! ¡A partir de esta noche, mi hija y yo cortamos todos los lazos contigo!Valeria apartó
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