Mariana observó detenidamente al niño. El pequeño tenía la piel muy tersa, ojos grandes, y aunque apenas tenía tres años, ya se podía ver que cuando creciera sería muy guapo. Solo que por alguna razón le resultaba vagamente familiar...No pudo evitar dirigirle una mirada a Carlos.Él la miró, arqueando ligeramente las cejas.—¿Qué miras?Mariana sonrió levemente.—Solo estoy viendo en qué se parece el niño a ti.Carlos esbozó una sonrisa.—Es muy pequeño, no se puede ver, ¿verdad?Mariana dio una respuesta inteligente.—Se parecen bastante en los ojos y las cejas.—Efectivamente, todos dicen lo mismo.Carlos sonrió, cargó a Noah y se dirigió al sofá para sentarse. El niño se recostó tranquilamente en sus brazos. Era un poco delgado y pequeño, con la piel de tono algo pálido, y aunque su cabello era negro, tenía matices castaños.En ese momento, Serafina entró acompañada de dos niñeras, ambas de alrededor de cuarenta años.—Señorita Ortega, estas dos son las niñeras encargadas de cuidar
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