—Perdón, no lo pensé muy bien. Es solo que, como Santiago al principio decidió ayudar, pensé que por su carácter seguiría ayudando hasta el final.Emilio hizo una pausa y añadió:—Señorita Núñez, sé que usted no es el tipo de persona que se mete en las relaciones de otros. Si mis acciones o palabras anteriores la ofendieron de alguna manera, le ofrezco una disculpa sincera.—Doctor Guerrero, tranquilo, no es para tanto —Valeria sonrió—. Santiago y yo ni siquiera somos amigos, así que mejor no lo mencione tanto delante de mí. La gente podría malinterpretar las cosas.Emilio respondió cauteloso: —Tiene razón, tendré cuidado en el futuro.Afuera, tras la puerta entreabierta, un hombre observaba a Valeria a través de la rendija.La mujer estaba pálida, su frente estaba envuelta en gruesas vendas, una imagen que daba lástima.Pero sus ojos lucían indiferentes, y cuando pronunció esas palabras, su voz sonó tan fría que no mostraba ni una pizca de emoción.Santiago quedó ensimismado observán
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