Alfredo se acercó a ella, susurrándole al oído:—En comparación con ella, creo que no querrás que César sepa lo desenfrenada que eres en mi cama, ¿cierto?Sira se paralizó, sin atreverse a decir ni una sola palabra más.—Siempre y cuando me escuches, aseguro que obtendrás lo que deseas.Después de decir estas palabras, Alfredo se dio la vuelta y salió de la habitación sin mirar atrás.Sira quedó inmóvil en su lugar, pálida. Al principio, cuando negoció la cooperación con Alfredo, nunca pensó que terminaría en la cama con él. Si no hubiera sido porque esa noche, cuando estaba borracha, y las cosas se les fueron de las manos, ¡jamás le habría dejado esa prueba en su contra!Bueno, eso ya no importaba. Para convertirse en la señora Herrera, aún necesitaba la ayuda de Alfredo. La familia Suárez no era tan adinerada o poderosa como los Herrera, pero al menos Alfredo podía satisfacerla de manera física. Y, además, era una persona habilidosa. Si no fuera por su valiosa ayuda encubierta, elim
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