All Chapters of Mi dulce esposa relámpago: Chapter 31 - Chapter 40

Lila no esperaba que Nina se mantuviera tan indiferente. Se quedó sorprendida por un momento, pero al recordar las palabras de preocupación de Ricardo, la comisura de sus labios se alzó levemente. Cojeando, caminó lentamente hacia la puerta.Hasta que la puerta de la oficina se cerró, Nina no los miró ni una sola vez.Apretó los labios y, con elegancia, tomó su bolso y salió con paso firme sobre sus tacones altos.De pronto, una mano cálida y fuerte la sujetó de la muñeca.Nina lo miró con extrañeza.Ricardo tiró de ella con fuerza, y Nina cayó directamente sobre sus piernas. Instintivamente, se aferró a su hombro para no perder el equilibrio, luego intentó zafarse.—Suéltame —dijo.La mano de Ricardo seguía firme rodeando su cintura. Su voz profunda sonó como música celestial:—¿Estás enojada?Nina se sonrojó.—Tengo un montón de trabajo. No tengo tiempo para enojarme contigo aquí.Dicho eso, volvió a forcejear para salir de sus brazos.Ricardo parecía disfrutar ese pequeño forcejeo e

—¿Qué significa eso?Las palabras aún flotaban en el aire, y la mirada de Nina se volvió más fría.Sergio Navarro notó la complejidad en sus ojos y, casi sin pensarlo, soltó su muñeca con una leve sonrisa.—No significa nada… Supongo que aún no sabes de las andanzas de Ricardo en el pasado, pero…Alargando un poco la voz, pensó un momento y añadió:—Aunque, me imagino que por ahora tampoco te interesa saberlo.Nina no respondió, visiblemente incómoda.Sergio la miró con intensidad y, acercándose, susurró en su oído:—Cuando quieras saber, puedes contactarme.Al decir esto, se dio media vuelta y se fue. Sin que ella se diera cuenta, en su mano apareció una tarjeta de presentación con bordes dorados y letras de platino.***Por la noche, el aire era tan frío como el agua.Nina llegó a casa agotada, tiró su portafolio sobre la mesa y se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos para descansar.—¿Estás muy cansada?Ricardo salió del baño secándose el cabello mojado.Aún llevaba el aroma fres

Nina miró a Luna con desconcierto, tomó un sorbo de la sopa y cuando el picante le hizo cosquillas en la lengua, frunció levemente el ceño.Ricardo, viendo la reacción de ambas, también probó la sopa. Al darse cuenta de lo que contenía, dirigió una mirada sombría y llena de resentimiento hacia Luna.Luna, al notar la expresión tensa de la señora, se alegró en secreto, pero en su rostro mostró confusión y fingió tomar un poco de sopa, frunciendo el ceño.—¿Por qué le pusieron chile a la sopa? —preguntó.En ese momento, una atmósfera pesada y tensa invadió el comedor.Luna, viendo que la abuela se molestaba con Nina, se sintió triunfante por dentro, pero en público trató de apaciguar la situación:—Quizá Nina se equivocó al ponerlo, no fue con mala intención. Mamá, perdónala, por favor.Nina la miró y vio la sonrisa oculta en sus ojos. Entendió al instante.¿Luna estaba haciendo maniobras a sus espaldas?¿Por qué tenía que meterse con ella?Frunció el ceño, preguntándose si era porque pa

El mayordomo asintió y ayudó a Sergio a subir las escaleras. Antes de irse, los ojos profundos del hombre, tan hondos como el mar, se posaron intensamente sobre Nina, dando una última vuelta antes de retirarse lentamente.Esa mirada… cargada de una agresividad implícita.Con el regreso de Sergio, la anciana pareció perder el ánimo para seguir conversando. Miró a Nina y Ricardo y les dijo:—Ustedes también vayan a descansar.Al escucharla, Nina levantó la mirada hacia Ricardo.La anciana quedó muy satisfecha con ese gesto; su rostro severo se relajó un poco, y le dijo a Ricardo con cariño:—Ve a descansar.Ricardo le extendió la mano a Nina, y ella se acercó para colocar la suya en su palma.—Abuela, entonces nosotros nos vamos a descansar. Usted también duerma temprano.Ese gesto, tan simple, hizo que las comisuras de los labios de la anciana se curvaran por completo en una sonrisa. Repitió varias veces:—Muy bien, muy bien…Miró con alegría cómo Nina empujaba la silla de Ricardo hacia

Al ver los síntomas que Nina empezaba a mostrar, Luna no pudo ocultar su satisfacción. Le lanzó una pregunta con cautela, tanteando el terreno. Nina, con la mano en la cabeza, parecía ida, sin mucha conciencia de lo que sucedía.Luna curvó los labios en una sonrisa sigilosa y la tomó del brazo, llevándola sin vacilar hacia la habitación de Sergio.Nina intentó zafarse. Movió el brazo, pero al hacerlo se dio cuenta de que no tenía fuerza. La cabeza le daba vueltas.Luna la arrastró hasta la puerta del cuarto de Sergio y giró suavemente el picaporte. Estaba abierto. Sin dudarlo, empujó a Nina adentro. Ella misma entró, echó un vistazo rápido y al oír el agua corriendo en el baño, sonrió con picardía. Sentó a Nina en el sofá, la observó con detalle una última vez, y luego salió, cerrando la puerta tras de sí con llave.Nina escuchó el portazo. Se pellizcó con fuerza el brazo y miró la puerta con la vista nublada.Apoyó las manos en el sofá, intentando ponerse de pie. A pesar del esfuerzo,