Ricardo le hizo una seña para que subiera al coche.En cuanto Nina cerró la puerta, giró la cabeza y lo miró con extrañeza.Ricardo indicó al chofer que arrancara, y mientras se desabrochaba el saco, explicó:—Llamaron de la casa de la abuela. Dicen que no se siente bien, que deberíamos ir a verla.Nina alzó ligeramente los párpados, confundida.Ricardo parecía realmente preocupado, tanto que no notó la expresión de duda en el rostro de Nina.Durante las dos horas de trayecto, Ricardo mantuvo los labios apretados en una línea dura.En el jardín, Flores regaba las plantas. Al ver el coche de Ricardo acercarse, frunció el ceño con desconcierto. Le pasó la regadera al mayordomo y fue a recibirlos.Cuando Ricardo y Nina bajaron del auto, vieron a Flores de pie, sin rastro de enfermedad, esperándolos con una sonrisa.Se miraron entre ellos antes de acercarse.—Abuela, ¿no estabas enferma? —preguntó Ricardo.—Nada de eso, mamá está perfectamente —dijo Luna Ortega, saliendo de la casa con un
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