—¿Se le ofrece algo, señor Navarro? —preguntó Nina, girando la cabeza con visible fastidio.Ricardo hizo una seña al guardaespaldas, que lo empujó hasta detenerse a pocos pasos de ella. Alzó la vista, su voz suave.—¿Te sigue doliendo algo?—Gracias por su preocupación, pero ahora estoy trabajando. Lo que tengamos que hablar, lo dejamos para después de mi horario, ¿le parece? —respondió Nina, con una frialdad que marcaba la distancia.Ricardo bajó la mirada, sombrío.William observaba a ambos, sus ojos yendo de uno al otro. Encogió los hombros y se dirigió a Nina.—Ya discutimos lo que hacía falta, hicimos las presentaciones debidas. Lo que queda, lo vemos la próxima vez.Consultó su reloj.—Ya es mediodía, vamos a comer, ¿no?Justo entonces apareció Carmen, quien al escuchar la propuesta, intervino con entusiasmo:—¡Me parece perfecto!Ricardo no puso objeciones. William era un socio comercial; si él proponía comer, Nina tampoco tenía motivos para rechazar.Así, los cuatro se dirigier
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