En la oficina del último piso,Juan Morales, con gesto humilde, le sirvió café a Ricardo, buscando acercarse: —Aquí no hay extraños, y te llamaré Ricardo. Al fin y al cabo, ya eres parte de la familia.Ricardo no respondió. Su rostro permanecía impasible, como tallado en piedra.Nina, sentada a un lado, observaba la escena con atención. Desde el primer momento, notó cómo su padre bajaba la cabeza, intentando congraciarse, y una alarma se activó en su interior.Ya sabía perfectamente para qué lo había citado Juan.—Ricardo, iré al grano. Tú sabes cómo está el Grupo Morales. No hace falta que yo lo diga —empezó Juan, pero al notar la expresión distante de Ricardo, cambió el tono, más suave. —Tú y Nina ya están casados, eso te hace parte de esta familia. El Grupo Morales y el Grupo Navarro ya son prácticamente uno mismo. Y ahora que estamos pasando por ciertos problemas, Ricardo... espero que puedas ayudarnos.Ricardo tomó la taza y bebió un sorbo, sin decir nada.Nina entendió de inmedi
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