La voz de Lila sonaba dulce y melosa. Extendió la mano para tomarle el brazo, pero Ricardo se la sacudió sin miramientos, sin ofrecerle el menor gesto de cortesía. Su mirada seguía rastreando todo el salón, inquebrantable.Lila, que sabía exactamente a quién estaba buscando, lanzó una mirada rápida hacia una de las salas privadas en el piso superior. Luego, se llevó una mano a la frente como si estuviera mareada, y con aire de doncella frágil, apoyó la mano en el reposabrazos de la silla de ruedas de Ricardo.—Ay, Ricardo, me siento tan mareada… —dijo con un tono insinuante.Pero él ni siquiera la miró. Sus ojos, oscuros y penetrantes, inspeccionaban cada rincón del salón.Lila, al notar que no tenía su atención, sintió un enfado que le quemó por dentro, aunque no se atrevía a explotar. Tropezó intencionalmente, dejando caer su cuerpo hacia él.Pero no alcanzó a tocar a Ricardo ni un solo centímetro.Una mano masculina se interpuso, firme y oportuna.Lila levantó la cabeza, desconcerta
Read more