De repente, Sofía pensó en Sebastián. Si alguna vez lo viera llorar frente a ella, eso sí que la sorprendería.—¿Estás llorando? —dijo, con una sonrisa—. Vamos, no llores. Es fin de semana, no tenemos nada urgente. Vamos al rodaje, aunque esta vez no haya oportunidad, siempre va a haber una próxima. Y quién sabe, tal vez hoy tengas suerte.Carter lloraba, y Sofía lo consolaba con paciencia.Alejandro no dijo nada.En cuanto a las lágrimas, él sabía que no podía competir con un muchacho joven; hacía mucho que no lloraba. Desde niño, en realidad, había aprendido a contenerlas.Carter tampoco quería hacerlo, le avergonzaba, pero no pudo evitarlo.Solo en ese momento, en el auto, con el motor encendido y el camino alejándose, el miedo acumulado empezó a disiparse. Y cuando el miedo se fue, quedó la conmoción.Vivían en una sociedad con leyes; sabía que la gente envidiosa no podría hacerle un daño real. Pero el susto, la humillación y el no entender por qué algo tan terrible le pasaba a alg
Read more