Rafael se quedó completamente perdido, sin saber ni por dónde empezar a buscarla. De pronto, se le vino a la mente un nombre.Sofía era la mejor amiga de Gabriela, seguramente sabría dónde encontrarla.Entonces Rafael se levantó de un salto, sin reparar en la ceniza que manchaba su camisa, salió disparado hacia su auto, las manos aferradas al volante. Pisó el acelerador con desesperación. No tenía un plan, solo un recuerdo: la dirección de Sofía.Media hora después, sonó el timbre: —¡Tilín tilín!Sofía pensó que era el repartidor, pero al abrir la puerta se encontró con Rafael y se quedó sin palabras.Jamás lo había visto así: despeinado, con los ojos inyectados en sangre y la camisa llena de ceniza. Parecía un desastre total.Rafael la apartó y irrumpió en la casa con voz entrecortada: —Gabriela, sé que estás aquí. Te gustan los gatos, podemos tener uno, o los que quieras. Y Celeste, no volveré a verla jamás, solo... vuelve conmigo, podemos arreglarlo todo. Sal, hablémoslo, ¡por favo
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