Semua Bab Cuando Gabriela Se Va, El Amor Despierta: Bab 31 - Bab 40

Solo que todos estos años se había dedicado completamente a Rafael y Mateo, dejando atrás sus propios sueños.A un lado, Clara también habló con entusiasmo.—¿A dónde? Yo también quiero ir.Momentos después, los tres llegaron a Villa Las Brisas.Apenas Gabriela bajó del auto, un hombre de mediana edad se acercó con expresión de angustia.—¿Usted es la Dra. Morales?Su voz reflejaba sorpresa, como si no esperara que Gabriela fuera tan joven.Joaquín se apuró a presentarlos:—Este es Leonardo Mendoza, mi socio de negocios.Gabriela asintió cortésmente.—Mucho gusto, Leonardo. Puedes llamarme Gabriela.Después de los saludos, Leonardo los guió hacia el interior mientras explicaba con voz grave: —Es mi hijo. A los dos años se lo secuestraron esos malditos, y aunque ya lo recuperamos... ahora vive metido en el armario, no quiere comer ni tomar agua.Al escuchar esto, Gabriela sintió una pesadez en el pecho y aceleró el paso.—Matías, ¿te parece si salimos un ratito?Dentro de la habitación,

Gabriela frunció el ceño: —¿Para qué me busca? "¿No debería estar con Celeste en estos momentos?", pensó.Sofía se rio divertida: —Seguro ya se dio cuenta de lo que perdió. Típico de los hombres: no valoran lo que tienen hasta que se les va. ¿Y ahora viene llorando? Qué conveniente.Al escuchar esto, Gabriela sintió una mezcla de emociones.Sofía continuó: —Ah, pues nada en particular, solo quería saber cómo te va...según él.—Muy bien. —respondió Gabriela.Desde que se liberó de esa vida centrada en Rafael y el niño, había comenzado a vivir realmente para sí misma.Al escuchar eso, Sofía se sintió aliviada. Charlaron un rato más y luego colgaron.Apenas había colgado cuando el teléfono volvió a sonar con una notificación de noticias de entretenimiento."¡BOMBA! Millonario rompe el silencio y desmiente escándalo amoroso".Gabriela se quedó atónita por un momento. Sin querer terminó abriendo la noticia y apareció el video de una conferencia de prensa.En el video, Rafael vestía un traj

Antes a Rafael le había parecido una ridiculez total. Los Sánchez tenían tanto dinero que podían comprar lo que se les antojara, ¿para qué iban a aliarse con los Morales, que estaban en la ruina?La puerta se abrió con un leve chirrido. El polvo flotó en el aire y le llegó hasta la nariz, evidencia clara de que hacía mucho tiempo nadie habitaba esa casa.Rafael entrecerró los ojos y una sombra de decepción cruzó su rostro. Como había imaginado, ella no estaba ahí.Aun así, no se marchó de inmediato. Entró con pasos cautelosos, deseoso de conocer el lugar donde Gabriela había crecido.Los diplomas y certificados llenaban una pared completa de la sala. Había también muchas fotos donde aparecía una niña pequeña con sonrisas enormes, rebosante de esa felicidad sin complicaciones de la infancia.De pronto se le vino a la mente el rostro de Gabriela. Desde que se casaron, ya casi no la veía sonreír de esa forma tan natural.Su mirada se ensombreció mientras continuó recorriendo la casa. Cua

—Es que... es que... —Celeste palideció, tartamudeando—: Solo eran unas verduras comunes, con un poquito de salsa de maní.Rafael apretó los dientes: —Mateo no puede comer maní.—¿Cómo? —Celeste se tambaleó, se le aguaron los ojos al instante y con voz temblorosa dijo—: No lo sabía.Pero Rafael no perdió tiempo, ya había cargado a Mateo y salió corriendo, se subió al auto y arrancó a toda velocidad rumbo al hospital.Para cuando Celeste salió corriendo detrás de ellos, ya solo quedaba la polvareda del auto alejándose.En el hospital, Mateo ya estaba fuera de peligro, aunque dormía pálido como un papel, con las pestañas aún húmedas de lágrimas, parecía tan frágil.—Mamá... —susurraba inquieto entre sueños. Rafael estaba sentado junto a la cama, con el rostro marcado por la preocupación.En ese momento se oyeron pasos afuera. Celeste apareció agitada y se detuvo en la puerta, los observó con cara de culpa.—Rafael, te juro que no tenía ni idea de que Mateo no podía comer maní, yo jamás.

Al ver la situación, Celeste corrió a comprarse un pasaje y abordó el mismo vuelo. El trayecto hasta San Vicente era largo: tendría por delante al menos tres o cuatro horas de viaje.Mientras tanto, de vuelta en San Vicente, el día transcurría con total normalidad en la clínica.—Gabriela, mira lo que te llegó.Clara llegó con una gran caja en brazosm caminando deprisa hacia Gabriela Después de un año de tratamiento ya casi no tenía crisis y como si los recuerdos oscuros del pasado ya hubieran desaparecido por completo.Gabriela recibió el paquete y sonrió: —Gracias, muy amable.Clara mostró su descontento: —¡Ay, fíjate qué tal! Ya te volviste súper famosa. Te vienen a buscar pacientes de todo el país y yo aquí, abandonada, sin nadie que me acompañe al shopping.Gabriela suspiró: —No me queda de otra, cariño. Son casos súper delicados y no puedo abandonar a esa gente así nomás.—¡Tranquila, tranquila! Solo estaba bromeando. —Clara sacó la lengua.En ese momento sonó el celular.—Gabrie