Rafael frunció el ceño. Los vio subirse al auto uno tras otro, y pronto desaparecieron en la distancia.En ese momento, Celeste le habló al oído.—Rafael, ya es tarde. ¿A dónde van esos dos tan juntos?Esas palabras lo sacaron de quicio. Salió disparado y le hizo señas a un taxi.Celeste y Mateo lo siguieron de cerca y también se subieron al vehículo.—Señor, sígame ese Porsche blanco, por favor. Le pago el doble. —dijo Rafael con frialdad.Al conductor le brillaron los ojos y aceleró a fondo.Al rato llegaron al Hotel San Vicente. Gabriela y Joaquín entraron juntos, sin sospechar que los habían seguido.Clara ya había llegado al reservado y había pedido la comida. Al ver a los dos, se apuró a recibirlos: —Por fin llegaron, ya me moría de hambre.Poco después, Rafael, Celeste y Mateo también llegaron.Como no se oía nada del reservado desde afuera, a Rafael no le quedó más opición que mirar fijamente la puerta cerrada, hecho una furia.—Buenas noches,señores. Si gustan, tenemos mesas d
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