—¡Es mentira!Rafael lo gritó, fuera de sí, sin poder contener la rabia, sacó una caja de cartón del armario y la volcó con furia ; todo cayó al suelo con un estrépido seco.Señaló uno por uno, con desesperación: —Estos escapularios y medallitas que me trajiste, esta bufanda que tejiste para mí sin dormir toda la noche, esto...Su voz se volvió ronca, rota, mientras la miraba con los ojos enrojecidos por la súplica.—Gabriela...¿no puedes acordarte, por favor? De todo lo que sentiste por mí?Gabriela contempló aquellos objetos familiares, dudó por un instante, y luego se rio con amargura.—Gracias a ti me doy cuenta de lo tonta que fui.Rafael se quedó completamente rígido en su sitio, inmóvil.Gabriela echó un vistazo a Mateo en la cama, luego miró a Rafael y dijo con frialdad: —Como él ya está bien, me voy. Y déjenme en paz, mi vida va a ser mejor sin ustedes.Rafael se quedó paralizado, sin poder moverse ni decir nada, mientras veía cómo esa figura familiar desaparecía de su vista.
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