Bruno le lanzó una mirada llena de odio a Gabriela y se alejó tambaleándose.—Maldita zorra, me las vas a pagar. —murmuró entre dientes.Gabriela ignoró su amenaza y suspiró aliviada, volteándose hacia los dos guardaespaldas con gratitud: —Gracias, señores. ¿Qué tal si nos tomamos algo?Sin embargo, ambos negaron con la cabeza, manteniéndose firmes en su puesto junto a la puerta. Gabriela pensaba a toda velocidad, tratando de idear un plan, cuando los guardias la presionaron para que se fuera. Sin querer levantar sospechas, hizo como que se marchaba, pero se quedó merodeando en la planta baja, vigilando el movimiento de arriba.Había perdido la noción del tiempo cuando finalmente se abrió la puerta del reservado. Roberto apareció acompañado de una mujer hermosa, los dos muy acaramelados. Gabriela aguzó la mirada, se puso de pie al instante y los siguió. Después de salir del bar, no subieron a ningún auto, sino que se internaron por un callejón oscuro. Gabriela se detuvo en la entrad
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