Semua Bab Tras 1099 días en la oscuridad: Bab 71 - Bab 80

Mientras hablaba, dio unos pasos todavía más largos y firmes mientras le ordenaba a Leonardo:—Quédate aquí vigiándolo todo el tiempo.Leonardo hizo un gesto para responderle, pensando que por fin tendría tiempo para descansar un rato. Había conducido sin parar desde Puerto Coral hasta la Ciudad de Herreros, pisando al fondo el acelerador todo el tiempo. Había sido un trabajo duro… Decidió echar la culpa a Mateo, el detective.Tres meses atrás, cuando Nadia buscaba un detective privado en Puerto Coral, nadie quiso aceptar el caso. Diego le dio esa tarea para resolver el problema, y después de pensarlo mucho, recurrió a su amigo de la infancia, Mateo Soler.A regañadientes, él aceptó el caso. Pero ese tipo siempre había sido un lobo solitario. Por ejemplo, sus arreglos en este asunto fueron completamente erráticos. Leonardo simplemente no podía entender ¿por qué no le avisó antes de contarle a Nadia sobre lo de Lucas? Este tipo se había acostumbrado a hacer las cosas solo, sin saber qué

Nadia suspiró profundamente, intentando calmarse. Se dio unas palmaditas en las mejillas y por fin recuperó la compostura.Tal como Diego había dicho, al mediodía el hospital anunció que Lucas había fallecido a las doce y quince del mediodía tras fallidos intentos de reanimación. Los padres de Lucas llegaron esa tarde y Nadia fue a verlos personalmente.Eran trabajadores comunes y sencillos. Al verlos, Nadia entendió por qué habían rechazado la oportunidad de su hijo de estudiar en el extranjero. Si tuvieran los medios para hacerlo, todos los padres querrían lo mejor para sus hijos. Simplemente no podían pagarlo.Nadia les explicó la verdad de inmediato. Tras la sorpresa inicial y confirmar que Lucas estaba a salvo, la pareja rompió a llorar. Aceptaron colaborar con el plan de Nadia, pero debían terminar el teatro en el hospital para que Carlos creyera la mentira.Además, el informe del accidente ya estaba listo. El conductor de la furgoneta se había quedado dormido debido a la conducc

Nadia fue arrastrada a la boutique exclusiva de la marca MOMO. Su mirada se posó inmediatamente en un vestido azul exhibido en la vitrina.—Por favor, muéstranos ese diseño. Mi amiga lo probará —ordenó Perla a la vendedora.La empleada se les acercó, evaluando disimuladamente su vestimenta para medir si eran capaces de adquirir este vestido. Perla se impacientó.—¿Qué esperas? ¿Necesitas hacerme un escáner con rayos X? ¿Es tan difícil mostrarnos un simple vestido? —le reprochó.En las tiendas exclusivas de los centros comerciales, las vendedoras siempre juzgan a los clientes por las apariencias. Sin prendas de lujo, ni siquiera permiten probarse los diseños.La vendedora reconoció las marcas famosas que usaba Perla, pero miró con desdén el atuendo sencillo de Nadia. No quería perder tiempo, así que les explicó con falsa dulzura:—Señoritas, este vestido es nuestro diseño exclusivo de temporada. Solo existe una pieza en el mundo. Las perlas están cosidas a mano. Si solo quieren probárse

La vendedora que había ignorado se mordía los labios de envidia. ¿Cómo era posible que se le hubiera escapado una venta segura como esta? Lo que más la enfurecía era que, ¡su colega se había llevado la comisión que debía pertenecerle!Cuanto más lo pensaba, más se enfurecía. Dirigió una mirada acusadora con rencor hacia Ana. ¡Todo era culpa de aquella mujer entrometida!En cuestión de minutos, el vestido fue empacado con esmero y entregado a Nadia junto con la tarjeta bancaria y el recibo.—Señorita, aquí tiene su compra. Espero volver a servirle pronto —le dijo la vendedora con una sonrisa radiante.Nadia aceptó el paquete. Aunque llevaba ropa discreta y zapatos cómodos, irradiaba una elegancia innata.Al comprobar que Nadia había adquirido el vestido sin inmutarse, Ana sintió cómo se desvanecía su último resquicio de esperanza. Avergonzada, intentó retirarse de la tienda discretamente, pero apenas traspasó la puerta de la boutique, Nadia la detuvo.—Señorita Jiménez, ¿no teme caerse

—¡Qué insolente eres! —dijo Jacob entre dientes, con los puños apretados, a punto de golpearla.En un movimiento relámpago, Nadia arrebató una copa de vino a un caballero que pasaba junto a ella y la vació sobre Jacob.—Señor, como su boca huele a alcantarilla, le hice el favor de lavarla. No hay de qué y adiós —le dijo con cara impasible, mientras el licor escurría por el traje del hombre.—¡Maldita perra…! —Jacob la fulminó.Pero antes de que pudiera terminar los insultos, el dueño original de la copa intervino con mirada de advertencia.—Jacob, ¿en qué mundo crees que puedes insultarla?Esa voz... Nadia giró la cabeza, sorprendida. ¡Era Sergio!Los Sánchez eran una de las familias más antiguas de Puerto Coral. Aunque su influencia había decaído en años recientes, seguían siendo un apellido a considerar. Jacob no estaba en posición de desafiarle. Por eso, tuvo que tragarse la rabia. Le lanzó una última mirada asesina a Nadia antes de marcharse.En cuanto a ella, no tenía el menor int