Por instinto humano, los mecanismos de alerta de Nadia se activaron. Siguiendo atenta la mirada de Diego, decidió tomar la iniciativa antes de que él pudiera reaccionar.—Señor Rojas, es muy amable, pero esto es solo una cena familiar muy sencilla. No tenga preocupaciones —le dijo sonriendo.De pronto, la sombra entre las cejas de Diego se disipó un poco. Sus labios finos se curvaron formando una sonrisa muy bonita. Sin más palabras de cortesía, tomó una silla y se sentó con total naturalidad.—En ese caso, no les importará un cubierto más, ¿verdad?Desconcertados, Nadia y Samuel intercambiaron miradas perplejas, incluso la señora García forzó una sonrisa incómoda.—No, tranquilo. Pero temo que usted se sienta incómodo.Diego, sin embargo, actuó como si fuera miembro de la familia. Su figura imponente ocupó el asiento vacío justo al lado de Nadia. Desde el rabillo del ojo, Nadia captó de inmediato cada línea de su perfil. No obstante, ella no entendió qué demonios pretendía hacer.No p
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