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Capítulo 3

Penulis: Crystal K
Las lágrimas resbalaban por mi cara sin control; era imposible detenerlas. Había venido a este maldito lugar muerta de preocupación por ella, aterrada solo de pensar que alguien pudiera lastimarla, y resultaba que la traidora era ella.

Esa idea me destrozó el alma. Las manos de Luciano seguían recorriendo el cuerpo de Maya, tenía sus labios pegados a su cuello. Un segundo después, la cargó en brazos y se la llevó a un privado VIP que tenían a sus espaldas.

No me costó nada imaginar lo que estaban a punto de hacer. Usar ese equipo de bondage. Tener una noche salvaje y ruda, como amantes íntimos.

Recordé lo que Luciano me había dicho alguna vez: “Odio la traición más que a nada en el mundo. Mi madre traicionó a la familia, traicionó a mi padre. Por eso murió. Yo jamás cometeré ese mismo error”.

Recordé su mirada de adoración: “Catherine, eres mi luz. Lo único puro en mi mundo oscuro”.

Recordé cómo me abrazaba fuerte por las noches: “Te voy a proteger. Siempre”.

Aunque nuestros mundos eran opuestos, yo había estado dispuesta a aceptar el suyo.

Cuando Luciano me propuso matrimonio, mis padres se opusieron rotundamente.

—Su familia es demasiado peligrosa, nena —me habían dicho—. Eres nuestra princesa. No queremos que salgas lastimada.

Pero dije que sí de todos modos. Sin dudarlo ni un instante. Me construyó un castillo. Una propiedad llena de rosas blancas, solo porque sabía que me encantaban.

Despidió a hombres leales solo porque murmuraron que yo era una niña buena e inútil; fue una advertencia para cualquiera que me faltara al respeto.

Recibió un disparo en un ataque de una familia rival antes de mi cumpleaños, pero se arrastró fuera de la cama, sangrando, y supervisó a su chef personal toda la noche para asegurarse de que mi pastel fuera perfecto.

Lloré mientras me lo comía, diciéndole que estaba loco por hacer todo eso por mí. Solo me respondió:

—Eres mi regalo más preciado. Mi princesa. Cualquier cosa que haga por ti vale la pena.

Cada recuerdo era como si me clavaran un cuchillo una y otra vez en el pecho.

¿Cómo pude ser tan ingenua? Creí que mi amor podía salvarlo. Creí que mi luz podía calentar su oscuridad.

No era su luz. Solo era un accesorio en su juego retorcido. Sin darme cuenta, me había acercado más. Podía ver las sombras moviéndose en el privado a través de un pequeño panel de vidrio.

Me di la vuelta para huir, pero mi celular vibró. El tono de llamada sonó estruendoso en medio de todo ese ruido.

Miré la pantalla. Identificador de llamadas: Luciano.

Me empezaron a temblar las manos. A través del vidrio, podía ver a Luciano dentro de la habitación, todavía besando a Maya, perdidos en su pasión.

Pero su celular me estaba llamando a mí. ¿De quién era esta idea enferma? ¿De Maya? ¿De él?

Con el dedo tembloroso, contesté.

—Nena.

La voz suave de Luciano se escuchó por el auricular, tal como cada noche cuando llamaba para despedirse.

—¿Estás pensando en mí? Estaba ocupado, no pude contestar tu mensaje.

Abrí la boca, sacudida por un temblor que me recorría el cuerpo, pero las palabras se me atoraron.

Y entonces escuché un sonido proveniente de la habitación frente a mí. Una voz de mujer. Ronca, sensual, familiar.

Los gemidos inconfundibles de Maya.

—Ah... más duro...

Luciano le tapó la boca, preocupado de que la voz se colara por el celular.

—¿Amor, estás ahí? Vi tu mensaje. No te preocupes por ella, sabe cuidarse sola. Ahorita, solo necesitas cenar rico y estar contenta. Vas a ser mi esposa muy pronto, no te preocupes por nada.

La voz de Luciano seguía sonando tan tierna, tan protectora.

Apreté el celular con tanta fuerza que mis manos dolieron; sentí que el plástico estaba a punto de romperse.

Las lágrimas me nublaron la vista.

Maya le estaba jalando el cabello, con los ojos cerrados con fuerza, disfrutando cada segundo.

—No dices nada. Me estás preocupando.

El Luciano del celular seguía con su actuación.

—Sabes que te amo, ¿no?

¿Amarme? ¿Esto es el amor? ¿Meterse con mi mejor amiga mientras yo observo?

¿Un hombre que me ama me llama mientras está dentro de otra mujer?

—Te extraño —su voz se volvió aún más suave—. Iré a buscarte en cuanto termine aquí.

¿Termine? ¿Termine de acostarse con mi mejor amiga mientras me tiene en la otra línea?

Quería colgar. Quería estrellar este maldito celular contra el suelo.

Pero estaba paralizada en mi lugar, como si me hubieran echado una maldición.

—Luciano... —recuperé la voz.

—¿Sí? ¿Nena?

—¿Alguna vez... —mi voz temblaba sin control—... alguna vez me amaste en serio?
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