Quédate Con Tu Luna Podrida
Fui la compañera secreta de Kade, el Alfa de la manada durante cuatro años. La noche que me llamó, en un arrebato de pasión, me miró fijamente a los ojos durante mucho, mucho tiempo.
Su voz sonaba ronca.
—¿Sabes, Anya? Lo que más me fascina de ti son tus ojos preciosos.
Para proteger su derecho al título de Alfa, acepté quedarme a su lado, haciéndome pasar por una guerrera Beta. Hasta que, radiante de orgullo, lo vi abrazar a mi media hermana por la cintura frente a todos.
Solo cuando los rumores crecieron y todos empezaron a decir que la hermosa loba que el Alfa había llevado a casa tenía mis mismos ojos, comprendí la devastadora verdad. Nunca me amó a mí en realidad.
Encaré a Kade y le exigí una explicación. Su expresión era de desprecio.
—¿Que te dé una explicación? ¿Pues qué te imaginabas? Solo fue una marca temporal, nada más. Para mí, nunca has sido más que una amiga.
No lloré. No hice una escena. Abrí un enlace mental con mi amigo de la infancia.
—Acepto la invitación para convertirme en la jefa guerrera de la manada Silver Crest.
Más tarde, cuando Kade descubrió que yo había captado la atención de su mayor rival, enloqueció.