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Hola Ex, Ahora Soy tu Madrastra

Hola Ex, Ahora Soy tu Madrastra

En vísperas de la boda, la noticia de que la amante del prometido había dado a luz se volvió un escándalo. Julian Espinoza no esperó a que yo lo confrontara y habló con indiferencia. —No fue más que un accidente. Tú encárgate primero de la fiesta de compromiso. —Además, tu papá está en fase terminal de cáncer de estómago. Cancelar la alianza ahora no le conviene a ninguna de las dos familias. Esa misma noche faltó a la cena de compromiso, pero en sus redes sociales subió la foto de un bebé envuelto en mantas. Cuando marqué una videollamada, apareció dándole de comer con un biberón al recién nacido. —Últimamente estoy cuidando al niño y no tengo tiempo para ti. Ya sabes, en mi familia solo queda una rama masculina, el hijo es prioridad. Limpió la leche de la comisura de los labios del bebé y añadió: —Pero tranquila, cuando cumpla el mes lo mando a Inglaterra. En las fiestas importantes basta con que te muestres como si fueras su madre. El lugar de señora de la familia Espinoza siempre será tuyo. Yo me quedé mirando el anillo en su dedo anular, idéntico al mío, y solté una risa. —Este compromiso queda anulado. Él bufó con frialdad: —Armas tanto escándalo por una tontería. No seas tan caprichosa. Colgué de golpe la videollamada y marqué al número privado de su padre. —Dicen que anda buscando nueva esposa, ¿por qué no me considera a mí? Acariciando mi vientre, solté una risa baja: —Después de todo, tengo facilidad para embarazarme; los hijos que usted quiera, se los puedo dar. Qué soledad la de una familia con un solo heredero. Yo misma le daré varios hermanos para que al menos haya ruido en la casa.
História curta · Romance
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Tu hijo, mi adiós

Tu hijo, mi adiós

Cuando fui al hospital para verificar si el cuarto intento de fertilización in vitro había sido exitoso, vi a Francisco Gutiérrez —quien supuestamente estaba de viaje de negocios— ayudando cuidadosamente a una joven y hermosa chica a salir del sección de ginecología y obstetricia. La chica tenía el vientre tan abultado que parecía estar a punto de dar a luz. Francisco solo se desconcertó por un instante, antes de proteger a la chica detrás de él. —Laura, nuestra familia necesita un hijo para continuar el linaje. Cuando nazca el bebé, volveremos a ser como antes. Escuché claramente la determinación en su voz, y le sonreí diciendo que estaba bien. Ante su mirada sorprendida, guardé silenciosamente mis resultados médicos. El día que la chica dio a luz, dejé un acuerdo de divorcio y me alejé de él para siempre.
História curta · Romance
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El Día Que Me Robaron El Altar

El Día Que Me Robaron El Altar

El día de mi boda, de repente, mis papás trajeron a mi novio a la casa y dijeron que la boda iba a tener otra novia: —Tu hermana tiene una enfermedad terminal, su único deseo es casarse con Iván. —Tú eres su hermana menor, sé buena y ayuda a tu hermana. —No te apresures —intervino también mi novio—, es nomás una ceremonia. Después de que ella se muera, nosotros todavía podemos casarnos. Yo no estuve de acuerdo, así que mis papás me amarraron. —Te soltaremos, después de que se acabe la boda. Pero, poco después de que se fueron, un ladrón que se metió a la casa me mató de forma brutal. Cuando por fin se acordaron de mí, solo encontraron mi cuerpo ya en estado de descomposición.
História curta · Romance
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Entre Traición y Venganza

Entre Traición y Venganza

Mi hija Sofí era una pianista muy reconocida. El día de la final, alguien la encerró en el baño y, confundida, perdió la oportunidad de ganar el campeonato. Revisé las cámaras, descubrí a la culpable y me preparé para denunciar esa trampa. Pero mi esposo Andrés, me detuvo con firmeza. —Es solo una travesura de niños. Si insistes en denunciar a la hermana de Isabel, haré que Sofía ni siquiera obtenga el segundo premio. Temblé de rabia. ¡No podía creer que Andrés fuera capaz de humillar así a su propia hija solo por proteger a la hermana de su secretaria! En ese momento, Sofía me tomó de la mano, aguantando las lágrimas. —Mamá, ya no quiero el campeonato. Y tampoco quiero a papá. Apreté su mano con fuerza. —Está bien. Si tú no lo quieres a él, yo tampoco lo quiero.
História curta · Drama Realista
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Reteniendo un nacimiento

Reteniendo un nacimiento

Tenía nueve meses de embarazo y estaba lista para dar a luz, pero mi esposo, Sean Conner, me encerró en el cuarto de almacenamiento del sótano y me dijo que retuviera el parto. Comentó que era porque la esposa de su difunto hermano, Quinn Faber, también estaba a punto de dar a luz ese día. Hacía años, Sean y su hermano habían acordado que el primer hijo nacido en la familia Conner sería criado como heredero y recibiría la herencia familiar. —El bebé de Quinn debe nacer primero —dijo Sean como si fuera algo trivial—. Ella perdió a su esposo y no tiene nada. Tú ya tienes mi amor, por lo tanto, es justo que la herencia sea destinada a su hijo. El dolor de las contracciones me dobló por la mitad y lloré, suplicándole que me llevara al hospital. Él me secó las lágrimas y con una tranquilidad inquietante, me dijo: —Deja de fingir. Luego, espetó: —Siempre supe que no me amabas. Todo lo que te importa es el dinero y el estatus. Forzaste el parto para robarle el lugar a mi sobrino... ¿Cómo puedes ser tan cruel? Con la cara pálida y temblando, logré susurrar: —No puedo controlar cuándo nace un bebé, esto es una coincidencia. Te juro que no me importa la herencia. ¡Yo te amo! Él soltó una carcajada llena de frialdad y me dijo: —Si me amaras, no habrías presionado a Quinn para que firmara ese contrato renunciando a la herencia de su hijo. Bueno, una vez que ella dé a luz, volveré a buscarte. Después de todo, el bebé que llevas en tu vientre lleva mi sangre. Sean se quedó fuera de la sala de parto donde estaba Quinn y solo después de que el recién nacido llegó al mundo, él se acordó de mí. En ese momento le ordenó a su secretario que me llevara al hospital, pero la voz de este tembló mientras decía: —La señora... y el bebé... Ambos han muerto... En ese momento, él perdió la razón.
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Lágrimas que Nascem em Flor

Lágrimas que Nascem em Flor

O arquirrival do meu tio salvou minha vida duas vezes. Na primeira, foi no mar — um naufrágio, ondas violentas. Ele surgiu pilotando um jet ski e me tirou da morte certa. Na segunda, eu fui enganada. Puseram algo na minha bebida. Desesperada, dormi com o homem dez anos mais velho do que eu, o lendário herdeiro de Solmaré, Lourenço Monteblanco. Depois daquela noite intensa, o antigo mulherengo finalmente sossegou, e passou a ser só meu. Ele registrava, uma vez após a outra, meu corpo entregue ao desejo. Meu rosto queimava de vergonha, mas por dentro eu sorria — embriagada pela doçura de ser amada. Até que, do fim do corredor, vieram vozes soltas e sujas... — Lourenço, você tá se divertindo até demais, hein? — Aliás, imagina o Gilberto Marques sabendo que a sobrinha dele tá sendo comida há três anos pelo inimigo dele?
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La streamer, el empresario y la esposa

La streamer, el empresario y la esposa

Después de cuatro años de matrimonio, Alejandro Giraldo, quien nunca publicaba en redes sociales, sorprendentemente subió un post: «¡Vaya, gatita golosa y antojadiza!» La foto mostraba a una chica con una diadema rosa de orejas de gato, comiendo barbacoa y sacando la lengua con las mejillas rojas por el picante. Era Mariana Ospina, la nueva presentadora de su empresa. En menos de un minuto, un amigo en común comentó: «¡Te olvidaste de cambiar de cuenta!» Así que la nueva publicación de Alejandro desapareció sumamente rápido, pero pronto reapareció en las redes sociales de Mariana. Poco después, entró la llamada de Alejandro. Antes, yo habría guardado capturas de pantalla y lo habría llamado primero para reclamarle; definitivamente no habríamos terminado sin una pelea. Pero, esta vez, muy consideradamente, esperé hasta que la llamada se cortara sin contestar.
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Antídoto

Antídoto

El chico que me gustaba en secreto y su padre fueron envenenados con afrodisíaco. Por lo que, sin dudarlo, me desvestí para ayudar a su padre a eliminar el veneno. En mi vida pasada, fui obligada a convertirme en el antídoto del chico, dándole un hijo. Pero él nunca regresaba a casa, guardando su «pureza» para su amada inalcanzable. En el quinto año de matrimonio, me descuartizó junto a nuestro hijo y enterró nuestros restos en el jardín de granadas de su amada, como fertilizante. Él estaba convencido de que yo, con malas intenciones, había preparado el afrodisíaco para pasar una noche con él, arruinando su oportunidad de estar con su verdadero amor, quien finalmente se suicidó lejos de casa. Al despertar, descubrí que había vuelto al momento en que habían sido envenenados y, esta vez, elegí convertirme en su… ¡madrastra!
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Amor indescriptible

Amor indescriptible

Llevaba ocho años casada con José García, durante los cuales él había llevado a noventa y nueve chicas a casa. Y, aquella tarde, la joven número cien estaba frente a mí. Me miró desafiante, antes de preguntar en dirección a él: —Señor García, ¿esta es tu esposa inútil? —Sí —respondió José con indiferencia, recostado en su sillón. Tras esto la joven se acercó a mí y me abofeteó desdén, mientras decía, riendo: —¡Esta noche escucharás lo que es una verdadera mujer! Y así fue. Pasé toda la noche en el salón, obligada a escuchar sus gemidos. A la mañana siguiente, como siempre, José me ordenó que preparara el desayuno. Pero esta vez, negué con la cabeza. Al parecer, él había olvidado que nuestro matrimonio era un simple acuerdo, un matrimonio por conveniencia… Al que solo quedaban tres días para llegar a su fin.
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El Precio de la Traición

El Precio de la Traición

Estaba a punto de dar a luz cuando Liana, la ex de mi esposo, llegó a nuestra casa con la excusa de que solo se quedaría unos días. Cada vez que me veía, se llevaba la mano al pecho, como si el solo hecho de verme embarazada la hiciera sufrir. Bruno, mi esposo, estaba convencido de que yo estaba provocándola a propósito, solo por tener la barriga enorme. —Lia no se siente bien, no puede tener hijos. ¡Y tú sigues paseándote así, como si nada! ¡Se nota que necesitas una lección para que aprendas! Dicho esto, mandó que me encerraran en el viejo ático que llevaba años sin usarse, y ordenó que nadie me subiera comida. Lloré y le rogué que me dejara salir. Le expliqué que la última ecografía mostraba que los gemelos eran enormes, que el doctor había dicho que debía ir al hospital de inmediato. Pero, para él, eso fue como si le contara un chiste sin gracia. —Todavía faltan tres días. No me vengas con cuentos —me respondió sin una sola gota de compasión—. ¡Ve al ático y ponte a pensar en lo que hiciste! ¡Pagarás por estar molestando a Lia! Las contracciones eran tan brutales que, arañando la madera podrida, acabé arrancándome las uñas. Gritaba tan fuerte que me dolía la garganta, pero nadie acudió en mi auxilio. La sangre me cubría el cuerpo y empapaba todo el suelo. Uno de los bebés ya había salido, pero el otro se quedó atrapado en mi vientre, atorado en un baño de sangre. Tres días después, Bruno estaba sentado, tomando sopa y, como si nada, dijo: —Que Michelle me sirva más sopa y le pida perdón a Lia. Si lo hace, la llevaremos al hospital para que tenga a los niños. Nadie dijo nada. Porque la sangre que bajaba desde el ático ya había llegado hasta el segundo escalón.
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