Siete Ausencias en el Registro: Mi Última Despedida
La séptima vez que Simón Narváez faltó a nuestra cita para registrar el matrimonio, corté todo vínculo con él de forma radical.
En las reuniones de amigos donde él asistía, yo faltaba deliberadamente.
Cuando lo invitaron al acto del aniversario universitario, abandoné el lugar antes de su presentación.
Si la empresa donde trabajaba optaba por colaborar con él, presentaba mi renuncia inmediata.
Incluso en Nochevieja, cuando vino a mi casa para dar los saludos del Año Nuevo, inventé una excusa para no estar en casa.
Lo bloqueé en el móvil, eliminé nuestros contactos mutuos, una ruptura total y definitiva.
Ni yo lo contactaba, ni él tenía forma de encontrarme.
Durante treinta años de mi existencia, había dedicado la mayor parte de mi tiempo a amarlo con devoción ciega, a cuidarlo con esmero.
No fue hasta esa séptima vez en el registro civil, cuando una vez más me dejó esperando sola, que finalmente abrí los ojos.
¡Bastó ya de aquella situación!
Preferí mil veces la soledad absoluta que seguir aguardando noche tras noche en un hogar vacío.